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Agustín Ramírez Agundis*
Miércoles 8 de junio de 2022
A mediados del mes de mayo el presidente López Obrador realizó una gira en la que fue recibido por los mandatarios de Guatemala, Honduras, El Salvador, Belice y Cuba. En cada uno de esos países firmó convenios de colaboración.
A contracorriente de la aceptación que se manifestó en la prensa internacional por los propósitos del presidente de México en su visita a esas naciones de la región latinoamericana y El Caribe, y por los acuerdos alcanzados en favor de los pueblos, en la mayoría de los medios de información convencionales mexicanos surgieron fuertes críticas, algunos acusando al presidente de ser candil de la calle y oscuridad de la casa, otros objetando el hecho de que México dedique recursos para apoyar a ciudadanos extranjeros que viven en nuestro país, y, las más virulentas, por el convenio con el gobierno de Cuba, según el cual 500 médicos cubanos serán contratados por el gobierno federal para contribuir a subsanar el déficit de personal de salud que existe en México.
Las críticas a la contratación de los médicos cubanos no han quedado únicamente en eso ni, mucho menos, sólo en la prensa. Partidos políticos, asociaciones médicas, politólogos y voceros empresariales, se han dado vuelo y han llegado hasta interponer amparos contra esa medida acordada con el gobierno de Cuba.
¿Por qué las críticas, por qué el rechazo, por qué los amparos? Son varias las motivaciones que tienen los conservadores. Primera, su irracional oposición a cualquier medida que ponga en práctica el gobierno encabezado por López Obrador. Segunda, en el caso específico del sector salud, el dolor intenso que sienten en el alma y en la cuenta bancaria porque el gobierno de México le esté dando un vuelco radical al sistema de salud, con el cual ésta deja de ser una mercancía para convertirse en lo que siempre debería haber sido: un derecho convertido en realidad para todos los mexicanos. Tercera, su trasnochado prejuicio acerca del gobierno de Cuba, del pueblo cubano, de sus instituciones del sector social y de nuestra relación como naciones que comparten historia, cultura y desafíos económicos.
De la primera causa de la inconformidad por la contratación de los médicos cubanos, ni hablar, nada se puede hacer. El rencor que sienten porque Andrés Manuel López Obrador triunfó de manera apabullante en las elecciones del 2018 les impide analizar objetivamente los planes y acciones del gobierno, de modo que todo lo objetan sin darse siquiera la oportunidad de conocer en detalle los planteamientos y proyectos.
En cuanto a la segunda causa del enojo de la oposición conservadora, quienes hacemos uso del servicio del sistema público de salud hemos constatado su estancamiento y deterioro, acentuados en las últimas décadas por la burda política privatizadora que ahorca a las instituciones para luego justificar la participación de los empresarios del ramo, no con la finalidad de mejorar la atención a los pacientes, sino para enriquecer a aquéllos que hacen negocio mediante la venta de medicamentos, la construcción de clínicas y hospitales y la concesión de actividades complementarias.
Un tema de crucial importancia es el de la falta de médicos especialistas y el poco tiempo que éstos le dedican a los pacientes en los consultorios en las clínicas del ISSSTE, del IMSS o de los institutos estatales y nacionales de salud. Específicamente, en el ISSSTE todo especialista está obligado a atender a doce pacientes en las escasas dos horas que está presente en el consultorio, lo cual significa escasos diez minutos por persona. Y no es solamente la brevedad de la atención al paciente, lo peor es que al obtener una cita con el médico especialista el plazo para la consulta con mucha frecuencia puede tomar varios meses.
Numéricamente hablando, sucede que la Organización Mundial de la Salud recomienda que estén disponibles 230 médicos especialistas por cada cien mil habitantes. Esto quiere decir que en México debería haber casi 290 mil médicos especialistas. Datos oficiales señalan que sólo existen 135 mil médicos especialistas certificados, o sea tenemos un déficit de casi 155 mil.
Mucho más grave es la situación cuando la observamos haciendo un acercamiento a las entidades federativas; únicamente la Ciudad de México supera la tasa recomendada de médicos especialistas por cada cien mil habitantes que, como dijimos antes, es de 230. La tasa para la CdMx es de 385, muy pero muy por arriba de la que muestran entidades como Chiapas con 32.2, Guerrero con 37, y Tlaxcala, Oaxaca, Veracruz y Quintana Roo que rondan el valor de 50. Guanajuato adolece también de una tasa baja con únicamente 73.6 médicos especialistas certificados por cada 100 mil habitantes.
El escenario es aún más lamentable si la observación la realizamos al interior de los estados del país. En las tres regiones con mayor marginación del estado de Veracruz viven poco más de 2.4 millones de niñas y niños y para atender su salud no existe un solo pediatra; lo mismo sucede en las tres zonas más pobres del estado de Guerrero, en las que viven 877 mil niñas y niños sin ningún pediatra que cuide de su salud.
El déficit de médicos especialistas no es una casualidad. Deliberadamente los gobiernos anteriores restringieron el cupo en las escuelas públicas de medicina, todo para privilegiar a las instituciones de educación privadas, pensando «irracionalmente, que es como piensan» que la gente tendría los recursos para pagar colegiaturas mensuales que ascienden a varias decenas de miles de pesos. Sólo como ejemplo, históricamente, en la escuela de medicina de la Universidad de Guanajuato, en promedio, sólo 90 de los 2000 aspirantes a cursar la carrera de médico cirujano son aceptados, es decir el 4.5%.
El gobierno de la 4T tiene como uno de sus objetivos más importantes el de consolidar un sistema capaz de garantizar para todos los mexicanos el derecho a la salud establecido en el artículo cuarto de nuestra constitución. Para esto es imprescindible: a) Sustituir esa política de salud encaminada al enriquecimiento de grupos de interés que todo lo vislumbran y lo organizan hacia el lucro, por una que ponga a la salud y no a la enfermedad de la gente como elemento central; b) Erradicar los vicios y corrupción en el funcionamiento de las instituciones; c) Promover la formación de profesionales de la salud provistos de un profundo compromiso social emanado de la comprensión de la importante función que deben desempeñar.
Poco se dice al respecto, la alharaca y los amparos se centran en la contratación de los médicos cubanos. En realidad, lo que se firmó durante la visita del presidente López Obrador a Cuba es un convenio amplio de colaboración en el campo de la salud que incluye la contratación de los 500 médicos cubanos especialistas decididos por convicción propia a prestar su servicios en las zonas del país donde sean mayormente necesarios, el compromiso de recibir a médicos mexicanos para realizar estudios para su especialización en escuelas de medicina cubanas –para lo cual el gobierno de México apoyará con becas− y la adquisición de las vacunas cubanas para el Covid19.
A los conservadores les es muy difícil recordar y comprender que los lazos de amistad y colaboración entre México y Cuba son muy sólidos y cronológicamente vienen desde muy lejos. La historia de los dos países y de sus pueblos tiene un origen común que se remonta a la época de la conquista y se entrelaza también por la resistencia ante la siempre latente tentación de apoderarse de nuestros territorios y de nuestros recursos naturales por parte de las potencias en diversos episodios de nuestro devenir como países soberanos e independientes.
Bienvenidos los 500 médicos cubanos, debieran ser más.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Escambray.
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