SOMOSMASS99
Alfonso Díaz Rey*
Viernes 19 de mayo de 2023
Uno de los impactos de la entrada a la modernidad y al primer mundo que ofrecieron repetidamente los neoliberales fue la entrega de bienes nacionales, servicios y empresas estatales al capital privado. Y lo que anteriormente fue propiedad de la nación, administrada por el Estado, de un plumazo se convirtió en propiedad privada, en manos de oligarcas y de monopolios locales y extranjeros.
Esos bienes, servicios y no pocas empresas tenían importancia estratégica para el país. En tal categoría podríamos citar al suelo y subsuelo, el agua, la salud, la educación, la banca, la minería, puertos, aeropuertos, comunicaciones, transporte aéreo, ferrocarriles, la electricidad, el petróleo, la red de fibra óptica, ingenios azucareros, fertilizantes ─de manera general la petroquímica─, la siderurgia, entre otros casos.
En algunos casos la mala administración y la corrupción pasaron la factura al erario, vía «rescates» (la banca ─que después de «rescatada» buena parte fue vendida al capital extranjero─, ingenios azucareros, carreteras); desarticularon el sistema de salud pública; empobrecieron la educación; despojaron de tierras y agua a pueblos originarios y a campesinos; llevaron a la industria petrolera a condiciones extremas de ineficiencia; convirtieron la industria eléctrica nacional en un apéndice a su servicio y disposición; la privatización de los ferrocarriles privó al pueblo de un medio de transporte masivo; otras empresas prácticamente se abandonaron, ese fue el caso de los fertilizantes, área en la que los nuevos dueños prefirieron importarlos y revenderlos, convirtiendo las plantas en chatarra y al país, que era autosuficiente en ese rubro, lo convirtieron en dependiente del extranjero. Además, en todos los casos, estuvo presente la precarización del trabajo y los trabajadores. La lista de efectos de los impactos del neoliberalismo es casi interminable.
Lo anterior viene al caso porque en estos días ha sido noticia la pésima situación financiera de la empresa Altos Hornos de México, S.A. (AHMSA, ahora propiedad de capital extranjero), cuyo dueño hasta hace unos días era Alonso Ancira Elizondo, vinculado también al negocio de fertilizantes y responsable con Emilio Lozoya Austin ─ex director de PEMEX─ de la venta fraudulenta a la petrolera de la planta Fertilizantes Agronitrogenados, en Coatzacoalcos, Veracruz.
Este personaje, Alonso Ancira Elizondo ─favorecido durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari─, igual que sus compinches de clase y sus fieles sirvientes en los campos de la «política» y de la administración del Estado, creyeron en la fantasía del Fin de la Historia. Soñaron con apoderarse de lo que quedaba por privatizar y construir así su Mundo Feliz.
No contaban con que alguien a quien siempre han despreciado, el pueblo, les marcaría el alto el 1 de julio de 2018 e iniciaría, no sin dificultades, un nuevo proyecto de país, que sin representar un cambio radical comenzó a revertir la pesadilla que para la inmensa mayoría de los mexicanos significaba el sueño de la oligarquía.
Desde antes de esa fecha, porque preveían consecuencias de su comportamiento, se opusieron e intentaron impedir que ese proyecto triunfara en la elección federal de 2018. Fracasaron. Desde entonces, utilizando la mentira y la denostación como sus armas principales ─que para eso se pintan solos─, se han organizado para obstaculizar toda propuesta, acción o proyecto que provenga de la administración federal, logrando algunas victorias parciales; ello los ha llevado a soñar con el ansiado retorno.
Ya casi en tiempos electorales, en los que se dirimirá el relevo de la actual administración del país, todavía insisten en que en su tiempo las cosas iban mejor que ahora ─de hecho eso es cierto, pero solamente para ese pequeño grupo de mafiosos y sus sirvientes─ y que son los únicos que pueden encauzar al país por el buen camino.
Sin embargo, carecen de un programa en el que el pueblo vea reflejadas sus aspiraciones y de personajes con arraigo popular. Solamente ofrecen retornar a un pasado sombrío de despojo, corrupción, violencia y depredación del que el pueblo aún tiene muy fresca memoria. No obstante, convertido en oposición política, ese grupo posee un enorme poder económico y mediático que utiliza cotidianamente; además, tiene el apoyo de los sectores locales y extranjeros más retrógrados y cuentan con respaldo económico de gobiernos extranjeros, específicamente de Estados Unidos.
Esos apoyos alimentan el sueño neoliberal y en su supremacismo, prejuicios racistas y desprecio, aún creen que la voluntad del pueblo no importa y que la mentira, el engaño, el fraude y las trampas podrían imponerse en 2024.
De ahí la importancia de un programa que dé continuidad y profundice las transformaciones que nuestro país y nuestro pueblo requieren y que en las fuerzas progresistas exista la unidad necesaria para triunfar en la elección presidencial y la legislativa en 2024, con la amplitud necesaria para que en ambas cámaras no prosperen los obstáculos que hasta ahora ha instrumentado la derecha opositora.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Alonso Ancira. | Foto: El CEO.
1 Comentario
Excelente artículo. Sobre el programa a futuro convendría ir formulando propuestas.
Saludos.