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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 17 de octubre de 2022
El otro día vi, o creí ver, algo jamás visto…
No ubico todavía si era planta, animal o escultura
No ubico todavía si lo vi o lo imaginé
Alebrije fantástico o planta pudriéndose, no me queda claro
Indescriptible con palabras humanas, indescriptible porque tal vez inexistente
En uno de los extremos, negruzca, yacía la soledad. Del otro lado, totalmente opuesta en color, se erguía la juventud.
Por el medio de aquella cosa, o animal, o planta, iban y venían flores de maldad, y otras más, de miedo. Habían crecido yendo de un extremo al otro, sin saber tal vez siquiera si existía alguna posibilidad de sobrevivir sin ellos. Habían retoñado cual hongos de mala muerte o variaciones de colores. Sin conocerlas, sin tocarlas, sin olerlas, se sabía que eran causa y consecuencia de lo mismo, de la vida y del desasosiego…
Seguía yo mirando, con cautela, desviando de vez en cuando la vista, no fuera a ser que aquella aparición me ubicara. Una parte de mí, atenta, anotaba particularidades, desarrollaba suposiciones, explicaciones, tratando desesperadamente de relacionar la visión con lo conocido. Otra parte, más importante, más débil también, sólo se concentraba en respirar, en temer el contagio, o algún reconocimiento súbito.
Por debajo de aquella cosa, apéndices. Tal vez fueran patas, o aletas, o raíces… Eso sí, fuertemente ancladas en la costumbre, la ley y las modas. El color de la discriminación asomaba bajo una suerte de piel, o de tejido, o de nube rosácea, dibujada tal vez a fuertes pinceladas, o tajada a duras cuchilladas, no se alcanzaba a ver, a entender.
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Mi mente daba vueltas alrededor de aquella imagen. Podría haber extendido la mano para tocarla, comprobar si era viscosa, o sólo brillosa, si era fría o si hervía. La parálisis me había invadido y no temía más que una cosa: que aquello tuviera ojos y de repente volteara hacia mí.
Conforme pasaron los minutos y el cielo fue cambiando de color, el aire de tesitura y los olores emanando de mi cuerpo se fueron aligerando, aquello, la planta, o la escultura, o tal vez el animal, se fue difuminando, borrando, por partes: primero sus olores, y luego la juventud. Las flores se marchitaron o se evaporaron, no le sé. Quedó sólo, al final, frente a mí, un extremo: el de la soledad…
No ubico todavía lo que vi el otro día, o creí ver.
No ubico todavía si era planta, animal o escultura
No ubico todavía si lo vi o lo imaginé
Tal vez, finalmente haya sido un animal… De esos que viven dentro de mí y que, jamás, nadie ha visto.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto de portada: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
4 Comentarios
Tenebrosa realidad interna que tenemos y logras expresarlas con esa candidez, gran imaginación y talento tan particular tuya!
Eso que no queremos ver y mucho menos analizar.
Yo me siento muy seguido como lo que se acostumbra llamar «monstruo».
Somos muchas cosas a la vez, a veces flores, a veces ogros, piedras, muros, tempestades o remansos de agua tibia sintiendo el calor del sol que en ocasiones sale y otras se esconde detrás de lo que queremos ser o queremos que otros crean que somos. Es bueno saber que somos muchas cosas a la vez.
Excelente. Al leer tu texto me hundo en tu mente y visión y siento por un momento fluctuaciones de emociones que creo ser tuyas.