Por amor al arte y sin morir en el intento
Elena Arriola
Es opinión común que si se quiere saber lo que son las artes y vivirlas intensamente uno de los mejores lugares para estar es Viena, la siempre clásica, la capital mundial de la música y suelo fecundo para la creación en todas sus formas. Ésta y muchas ciudades europeas conservan una fama bien ganada pero también llena de ese romanticismo con que la modernidad mira hacia atrás, hacia “aquellos buenos viejos tiempos”.
Los buenos tiempos vieneses no podrían ser mejores ni más ostentosos, además de duraderos. Vio nacer y albergó a filósofos, pintores, escritores, cineastas y sobre todo músicos. Y mientras paso revista mental a las luminarias, me interrumpe un pensamiento: ¿dónde se meten los artistas vieneses de este nuestro tiempo? ¿Estarán estudiando ahora mismo en una academia, ofreciendo su debut, exponiendo obras en una galería, intentando inútilmente vender un cuadro por estas mismas calles?
Mientras planeo esta columna, no sé si voy a poder responderme esta pregunta y escribir al respecto, pues lo que me trae a Viena no es mi investigación sobre los “humanos” (‘ora marcianos), sino una muy afortunada reunión familiar que quizás no deje tiempo -ni ganas- para ir en busca de luminarias contemporáneas.
La primera impresión que tengo de la ciudad me desalienta un poco. Viena parece sufrir el mismo destino que la mayoría -si no todas- las ciudades europeas que tienen fama por su belleza y sus prodigios: se han convertido en mercados turísticos. Viena es una bolsa de Klimt para guardar cosméticos o un botón de Mozart para la solapa -o un destapador, o un chocolate amargo, es lo mismo-. Este último -Mozart- es la figura más explotada por esta ciudad para el turismo, hay que ver nada más al tipo que nos aborda en la plaza, vestido como el prodigio de Salzburgo, vendiéndonos boletos para un exclusivo concierto.
Cuando veo ese brillo en los ojos de mi padre sé que todo está perdido. Adorador de Mozart de toda la vida, ha caído ante el embrujo del señor de la peluca de ricitos, ha comprado unos boletos caros, porque estamos en Viena y en Viena hay que escuchar a Mozart (y a Schubert y a Strauss) en concierto con la Wiener Royal Orchester, que para eso tiene un nombre pomposo. Yo todavía no estoy segura de que este concierto -que incluye ópera y ballet- no sea una trampa para turistas.
El concierto se presenta en una escuela preparatoria donde estudiaron figuras como Franz Schubert y el físico Erwin Schrödinger. El edificio de estilo neogótico se parece a cualquier cosa antes que a mi preparatoria, quizás sea porque fue construido por el mismo arquitecto que tuvo a su cargo la basílica de San Esteban -monumento que es orgullo de la ciudad- y mi preparatoria no. Me sobrepongo muy pronto a la buena impresión, pues la sala del concierto y el escenario son mucho más pequeños de lo que parecían en la fotografía. Minutos más tarde, cuando veo entrar apenas a 10 músicos mi escepticismo ya es certeza: nos han timado.
Y cuando estoy segura de la burla en la que hemos caído viene este pianista visiblemente más joven que yo, sacudiendo su pequeña papada, sacudiéndose todo él, golpeando y arañando literalmente las teclas; viene la chica -seguro también más chica que yo- hiperconcentrada y seria del violín para la que la música es cosa seria, aunque goce de ella; viene un bailarín veterano quien deja su sudor en el diminuto escenario; y viene sobre todo el violinista principal, el director de la orquesta, quien a diferencia de su compañera no puede ocultar su goce. Su emoción es la pauta que siguen los músicos restantes, su sonrisa es el tono del concierto. Entre estos diez, además de talento, hay una complicidad que se manifiesta en la forma satisfecha en que se miran de cuando en cuando.
Las dimensiones del lugar y el ambiente que en él se crea me dan la sensación de ser cómplice también, de ser parte de un club secreto: un club de amantes del arte. No estamos en un concierto donde se ostenta el arte sino en uno donde se lo hace y disfruta…y también se hace dinero con él. Los boletos son caros, la sala está llena, hay varios conciertos a la semana. Haga cuentas. Si las finanzas no fueran bien no podría pagarse a músicos, cantantes, bailarines, edecanes y “atrapa-turistas” vestidos de Mozart.
No todo el mundo está de acuerdo conmigo en la calidad y cualidades del concierto. En internet reviso algunas críticas y me sorprende encontrar muchos comentarios negativos. Hablan de una estafa que se refiere a lo que he narrado antes: una fotografía engañosa, un espacio pequeño, un precio elevado, una orquesta pequeña, una escuela preparatoria. Pocos hablan de la música y sus ejecutantes; pocos dicen lo que ahí verdaderamente sucede y que para mí es muy claro.
Sin esperarlo, en Viena encontré a los artistas de nuestro tiempo y me llevé una sorpresa. No se trata de grandes personalidades en teatros colmados por conocedores. Tampoco son retratos del mítico artista paupérrimo que busca la gran fama y nunca la consigue en vida. Estos son los artistas de hoy: geniales y desconocidos estafadores de turistas que viven para contarlo.
11 Comentarios
Wowww… simplemente WOWWWW… tus descripciones son sencillamente maravillosas, nos llevas al tiempo y lugar en que todo sucede… ¡MUCHAS GRACIAS!
Muchas gracias por tus comentarios!
Hola Elena, dejame felicitarte por la manera tan bonita en la que escribes!, yo nunca he visitado Viena, pero con lo que he leido aquí ya me doy una idea 🙂 éxito en todo! eres una gran escritora. y yo aqui, ansiosa por tu próximo artículo!
Gracias Nirvana! Qué gusto que te guste!
Niña, cada día que pasa te admiro más. Gracias. Ya sabés quien soy verdad? Te quiero mucho.
¡No sé!
Maravillosa crónica y mejor la crítica al consumismo de «lo bueno». Nos transportaste a la profundidad de tu narrativa con un estilo simple y apasionante. El gusto por la música y la felicidad de interpretarla queda de manifiesto en el video y en la inmensa sonrisa de placer del primer violín y Director del grupo. Felicidades! Parece que tienes un futuro prometedor como escritora para la felicidad de tus lectores.
¡Gracias! Viniendo de tí, esas palabras son un gusto doble.
Excelente articulo Elena. Me gusta la sangre nueva que dejas y defiendes.
Gracias por leer y comentar, Hugo. Un abrazo.
MA. ELENA, ES VERDAD, TRANSPORTAS CON TU RELATO! FELICIDADES! UN ABRAZO.