El choque interplanetario
Elena Arriola
“Cultura” es una de esas grandes palabras, tan grandes que son a todos accesibles, aunque su significado no sea accesible para nadie. Éste abarca tanto, que podría decirse que cultura es todo lo humano. Se vive inmerso en ella -dicen- y se la menciona a cada rato, pero normalmente no se le dedica una reflexión hasta que algo de ella es observado con extrañeza o suspicacia. Mi caso no es diferente.
Los estudios y un matemático húngaro de buen ver me hicieron autoexiliarme en Europa desde el 2010. Una noche antes de volar a Alemania para comenzar mi maestría sufrí un ataque de miedo provinciano, que me llevó a la siguiente declaración: que irse a vivir a otro país era como irse a vivir a Marte y las personas de otros países eran marcianos. Fue como un “shock” cultural anticipado, del que el matemático húngaro de buen ver logró sacarme a fuerza de anécdotas de sus visitas a otros países. (Ahora que lo pienso, es bien absurdo que justo un marciano tuviera que ayudarme en esto).
Pero el viaje no fue el shock cultural que esperaba, fue peor. Me hizo darme cuenta de que los marcianos están por todas partes y de que habían estado ahí desde mucho antes de irme a otro país. Por fin tuvo sentido que desde la inocencia me gustara sentarme a contemplar gente en su ir y venir por las calles, en su quehacer cotidiano, en los teatros y las fiestas de traje, haciendo una crónica mental de todo lo visto y escuchado.
Haga usted mismo la prueba. Si se pone a observar por un buen rato a “sus semejantes” se dará cuenta de que sus costumbres van de peculiares a extravagantes. Observe usted a los que se pasean por la plaza con un cuadrúpedo atado con una correa, o los que aspiran y expiran el humo de un pitillo que sostienen entre el índice y el anular. Observe y acceda al secreto: Son todos marcianos y usted había vivido camuflado entre ellos, y tanto que usted mismo creyó ser normal.
Pues bien yo llegué al secreto con ese método de sentarse y observar. Yo nunca fui viajera ni lo soy mucho más ahora. Lo que sí soy es una incansable observadora, sobre todo de personas y sus acciones. Ser tan poco cosmopolita tiene sus ventajas: todo lo nuevo es digno de atención, todo tiene el potencial de sorprender y asombrar, todo es material para ser pensado o conversado.
Esta no es una columna de viajes, ni de comparatística ni crítica cultural, es el lugar donde toman forma mis observaciones y pensamientos sobre los marcianos, a quienes no veo ni pretendo mostrar como algo amenazante, sino como algo que fomenta la curiosidad y la reflexión. Como dijo Terencio: “Hombre soy, nada humano puede serme ajeno”. Pero sí puede asombrarme.
Esta columna se publicará quincenalmente, los martes
5 Comentarios
¡Wow!… ¡Me encantó tu artículo! estoy segura que habrá muchos -como yo- que se sientan identificados con gran parte de lo que dices. Escribes de lo más ameno…
Ya veo las compilaciones de tu obra en el futuro, en cualquier librería de Marte.
Y me veo también diciéndole algún despistado con cara de duda: «Compre uno, escoja a ojos cerrados, cualquiera es excelente!»
*diciéndole a
Gracias SIMPA. Ojalá que los marcianos dominen el español.
Gracias SIMPA. Ojalá que los marcianos dominen el español.