SOMOSMASS99
Pepe Ramírez*
Miércoles 15 de junio de 2022
Una familia como muchas. Aunque, como no muchas, con parte de su vida resuelta, en lo laboral, en lo económico. Una familia cuyos integrantes, papá y mamá, trabajan de lunes a viernes casi con horario de burócratas. Los hijos, como tantos, con la responsabilidad escolar. Y como miles de familias con la necesidad de, en los espacios de tiempo libre, procurarse alguna actividad que vaya más allá de ver televisión, más allá de los límites de la casa. Que vaya más allá del hacer algo por obligación, de crearse espacios de actividad voluntaria. Del uso del tiempo libre con actividades que atraen, gustan, desean, apasionan. Hacer del ocio un espacio enriquecedor.
Un día, mediante ese mecanismo mercadotécnico eficientísimo que es el “boca a boca” se integran a un grupo de principiantes en un taller de cumbia. “¿Hay clase los sábados?”. “Sí”. “¿Vamos?”. “Vamos”.
El grupo es diverso. Una doña que tiene un puesto de algo en el mercado de ahí cerca. Una maestra y su esposo. Dos sobrinos de la maestra y el esposo. Un maestro que vive su soltería con entusiasmo. La señora que (intuyo) es divorciada o viuda. Otra maestra, ésta deseosa del contoneo y buenos pasos para bailar. Hay quienes son pareja. Hay parejas que se van conformando al momento. Ahí están todos. Frente al instructor. La introducción al taller es simple: dar los primeros pasos, los básicos: “un, dos, tres, cuatro…” (se realizan dando un paso atrás en el primer tiempo y después, en el segundo tiempo, un paso en el sitio. En el tercer tiempo se da un paso adelante para regresar al punto de inicio y en el cuarto tiempo se hace una pausa para pasar el peso del cuerpo al otro pie). Después, trabajo con figuras (bufanda, lazo, ventana, peinado, muchas). Repetir, una y otra y otra vez. Sudorosos, piden descanso. Toman líquidos. Algunas bromas. Y a empezar nuevamente. “Un, dos, tres, cuatro…” −se escucha al maestro−. Conteo de pasos. Cada figura se trabaja con los pasos básicos: “un, dos, tres cuatro…” Y así toda la mañana del sábado. Y así todos los sábados. Gradualmente, como en casi todos los grupos, se van gestando relaciones de amistad y compañerismo. De conocimiento de los unos acerca de los otros. Historias, dieciséis o diecisiete historias. De vida. Cada cual con la propia, reconociendo en la suya la de los demás y en la de los prójimos la particular. Tres, cuatro sábados. Dejan de ser desconocidos a golpe de pasos y figuras de cumbia. Y música, mucha música: Sonora Vallenata, Ángeles Azules (¡desde Iztapalapa para el mundo!) y otros más. Se extraña al que no llega. Se promueven los festejos de las navidades, los días del amor y la amistad, del maestro, de los cumpleañeros.
Se prepara, al paso de los meses, una presentación pública. Hay entusiasmo ante la propuesta de hacerlo y acuerdo de casi todos. Hay mayor exigencia. Se organiza el grupo, el instructor lidera. Ensayos y más ensayos. “Un, dos, tres, cuatro…” Llega el día. Bien presentaditos: los hombres de negro, las mujeres en rojo. Al ritmo de “Bella veludita”, se sube al escenario con el nervio encima. Se baila con pasión.. El aplauso del otro llena esa necesidad social, la del reconocimiento. Se baja con satisfacción y orgullo.
El interés es común, compartido: el baile. Las motivaciones son diversas: el taller como espacio de encuentro con otros; un espacio de huida de la soledad de casa; un lugar para la recreación simple, llana; un taller para ejercitar el cuerpo, exprimirle el sudor y la tensión. Hay de todo.
Llegó el virus Sars-Cov-2 y con él la enfermedad del Covid 19. Era marzo del 2020 y, como las escuelas, oficinas, empresas, parques, bares, restaurantes, los CIS fueron cerrados. Y al igual que los chiquillos con respecto a sus amiguitos de escuela, los grandecitos del taller de cumbia sufrieron del alejamiento, la soledad, el encierro. Allá, lejos, en la preocupación por el contagio, quedaban los ecos del “un, dos, tres, cuatro”… Se extraña.
Los Centros Impulso Social (CIS)
Los CIS son eje de la política social del Gobierno del Estado de Guanajuato y están definidos por la Secretaria de Desarrollo Social y Humano (SDDSyH) del Gobierno del Estado de Guanajuato, responsable de la operación de estos centros, como “espacios de convivencia social destinados a fortalecer la cohesión y el tejido social a través de la promoción de servicios sociales enfocados en la generación de una cultura de respeto, libre autodeterminación, inclusión, fomento al desarrollo personal y comunitario mediante la colaboración y supervisión de los organismos no gubernamentales”[1].
Esta definición se concreta en acciones que están definidas en los propios lineamientos. De esas acciones quizá la más reconocida y apreciada por la población es la que tiene que ver con la impartición de talleres y cursos de tipo formativo, educativo, cultural, deportivo, de mejoramiento y educación para la salud y de capacitación para el trabajo.
Los CIS están asignados a regiones geográficas dependiendo de su ubicación en el territorio (el números entre paréntesis indica la cantidad de centros en el municipio mencionado). Estos son los datos en la página web de la SDSyH [2]:
Región I.- San José Iturbide (2), Victoria (1) y San Luis de la Paz (1). Total de centros: 4.
Región II.- San Miguel de Allende (2), San Felipe (2), San Diego de la Unión (1), Dolores Hidalgo (2). Total de centros: 7.
Región III.- Irapuato (3), Romita (1), Purísima (2), Silao (2), Guanajuato (1), San Francisco del Rincón (1). Total de centros: 9.
Región IV.- Cuerámaro (1), Huanímaro (1), Valle de Santiago (1), Manuel Doblado (1), Salamanca (3), Abasolo (1), Pénjamo (2). Total de centros: 10.
Región V.- Acámbaro (3), Coroneo (1), Salvatierra (1), Cortazar (1), Villagrán (1), Jaral (1), Moroleón (1), Uriangato (1), Yuriria (1). Total de centros: 11.
Región VI.- Apaseo el Alto (1), Apaseo el Grande (2), Juventino Rosas (1), Celaya (5). Total de centros: 9.
Región VII.- León (8). Total de centros: 8.
Así, el total de centros es de 58.
Los municipios que no cuentan con este tipo de servicio son: Xichú, Victoria, Atarjea, Tierrablanca, Tarandacuao, Tarimoro, Victoria, Ocampo, Santa Catarina, Doctor Mora, Santiago Maravatío, Jerécuaro y Pueblo Nuevo. Doce en total.
Una ojeada a vuelo de pájaro a uno de estos Centros nos genera la percepción de espacios exitosos: decenas de niños, niñas, adolescentes y mamás, muchas mamás, en la enorme variedad de cursos y talleres que se ofrecen. Recreativos como ballet dance y clásico, pintura infantil y artística, ritmos latinos y cubanos, cumbia y salsa, danza folklórica, animación, zumba, entre muchos otros. Deportivos como Tae Kwon Do, Karate, Entrenamiento Funcional, Box. De apoyo a la educación regular como: Cursos de regularización, Inglés, Estimulación de Lenguaje y Lectoescritura. De capacitación para el trabajo como: Alambrismo, Repostería, Barbería, Corte y Confección, Marketing Digital, Masajes y Computación. Se ofrecen además servicios como Psicología, Nutrición, Optometría, Atención al rezago educativo (INAEBA) y Preparatoria Abierta.
El costo de operación de los CIS es a cuenta de la Secretaría de Desarrollo Social en lo que se refiere al pago del personal que administra los centros, pero corre a cuenta de los usuarios el pago de instructores. Éstos reciben las cuotas por la prestación de sus servicios, directamente, sin intermediarios.
Los CIS, dento de sus propósitos, establecen el brindar servicios que favorezcan a la sociedad en su cohesión. La SDSyH define a ésta, la cohesión social, como “el conjunto de procesos sociales que generan y fortalecen en las personas un sentido de confianza y pertenencia a una comunidad” [3].
Faro Democrático, proyecto de Cultura Cívica del INE, en coordinación con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, comenta que la cohesión social puede entenderse desde tres perspectivas: a) como el nivel de inclusión social, que nos habla de relaciones sociales basadas en la igualdad, solidaridad y diversidad. b) Como el grado de aceptación, confianza y sentido de pertenencia de las personas respecto de la comunidad; y, c). El viejo concepto de Durkheim, en el cual la cohesión social estaría dada por creencias y valores que son compartidos por un grupo de individuos, ha evolucionado a un concepto mucho más complejo: la cohesión social como un medio y un fin. Así, dice la CEPAL, referida por Faro Democrático, [la cohesión social, como un fin] “es el objetivo de los Estados, pues se trata de garantizar que todas las personas se sientan como agentes activos y participantes de la sociedad, a través de las contribuciones que realizan y de los beneficios que obtienen. También es un medio, pues se refiere a la adopción de políticas públicas encaminadas a crear condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en las cuales las personas apoyan a la democracia, confían en las instituciones, participan en los procesos deliberativos, desarrollan un sentimiento de pertenencia a la comunidad y de solidaridad con quienes pertenecen a grupos en situación de vulnerabilidad” [4].
Considerando el concepto de cohesión social que sustenta las acciones de los CIS, podemos observar que ciertamente existe un beneficio social, más no necesariamente impacta en la reconstrucción del tejido y cohesión sociales. En una sociedad como la nuestra, con altos grados de desigualdad económica, con altos índices de precariedad laboral, hay una mayor vulnerabilidad de la población y un debilitamiento de los lazos y relaciones. Los servicios de los CIS, como están concebidos, ciertamente que parecen exitosos y de alto impacto en la población, más no en el fortalecimiento de los lazos comunitarios, de elevación de los niveles de vida de las familias, de construcción de una conciencia colectiva. Ello requeriría de un trabajo transversal con otros programas del gobierno del estado, programas educativos, culturales, deportivos, económicos, de salud y otros.
Parece pertinente que la SDSyH evaluara el impacto de los CIS en lo colectivo, lo comunitario. El impacto que tienen en cientos de familias, particularmente en lo referido al uso del tiempo libre, la capacitación para el trabajo, el desarrollo físico, es evidente a los ojos de quienes nos acercamos a sus instalaciones. Enriquecer a la persona, formar integralmente a los niños, alejarnos de esa tan nociva actividad de estar horas y horas frente a la tv, la tablet o el celular, son aspectos (muchos más los hay) que hay que reconocer, difundir, estimular. Los CIS están ahí. Y ahí están miles de usuarios haciendo uso de esos servicios, por cierto, sin mayor inversión del gobierno que la de las instalaciones y el pago al personal que las administra. El pago a los instructores de los cursos y talleres va por cuenta, al cien por ciento, del ciudadano.
Con todo ello, que siga la cumbia.
Notas:
[1] Lineamientos para la operación y funcionamiento de los Centros Impulso Social, 10 de mayo de 2019 https://desarrollosocial.guanajuato.gob.mx/centrosimpulso/
[2] Ib.
[3] Ib.
[4] https://farodemocratico.juridicas.unam.mx/que-es-la-cohesion-social/
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Jusdevoyage (@jusdevoyage) / Unsplash.
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