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©Gaudencio Rodríguez Juárez*
Jueves 11 de agosto de 2022
Tiempo atrás publiqué lo siguiente en mis redes sociales donde promuevo el buen trato con énfasis en la erradicación del castigo corporal y demás tratos humillantes y crueles utilizados como medida disciplinaria (F/Gaudencio Rodriguez J Parentalidad y Buenos tratos):
“Cuando le pegas a tu hijo sueltas las amarras que lo unen a ti y lo dejas a la deriva, en un mar emocional embravecido, amenazante, desolador. Abrázalo, no le pegues. Guíalo, no lo atemorices. Respétalo, no lo avergüences. Protégelo, no lo dañes. Ámalo, no lo alejes de ti. No olvides que cuando peor se porta es cuando más te necesita”.
Esta, como la mayoría de las publicaciones que hago, no son producto de mi inspiración o de mis creencias, sino que suelen estar basadas en evidencia. De ahí que el público que me sigue agradezca sus contenidos, los cuales a través del tiempo les han permitido entender la trascendencia de acabar con toda práctica de crianza que sea perjudicial. Por lo mismo, hace mucho tiempo que no aparecía en dicha red social alguien que estuviera en desacuerdo con tratar respetuosamente a las niñas y niños.
Pero, recientemente, a la publicación de renglones arriba una persona comentó: “Unos buenos mangarriazos no le hacen daño al infante, a nosotros no nos dejaron traumados ni nada, de hecho, yo le agradezco infinitamente a mis padres por corregirme a tiempo, de hecho, aún lo hacen. Para mí eso es exagerado. Por eso hay muchos niños y adolescentes que no respetan a sus padres o mayores y hacen su voluntad frente a ellos en la vía pública. La corrección a tiempo también es educación, es respeto, es disciplina, es necesaria”.
¿Por qué existe gente que apuesta por pegarle a las niñas y a los niños? ¿Por qué lo dicen a los cuatro vientos sin pudor? ¿Por qué promueven algo que en México es delito, exponiéndose a entrar en conflicto con la ley?, preguntas que tienen respuestas precisas:
Pegamos porque cuando nos estaban criando nos pegaron y a través de la vida no encontramos a una persona que nos protegiera, ni que nos dijera que pegarle a un niño, a una niña, no estaba bien. Pegamos porque podemos. Sí, es un tema de poder, de un ejercicio arbitrario del poder. Se les pega a las niñas, a los niños, a las mujeres, a las y los ancianos, predominantemente, de acuerdo con las estadísticas. No se le pega a un par al que se le considera con igual o mayor poder.
Existe gente que promueve a los cuatro vientos y sin pudor los métodos perjudiciales, irrespetuosos, crueles y humillantes por ignorancia, por desconocimientos de los avances de las ciencias del cerebro y del desarrollo humano que hoy nos indican que este tipo de medidas disciplinarias no disciplinan, es decir, no enseñan nada valioso, no promueven la adquisición de ningún conocimiento ni habilidad importante para la vida, sino que duelen, atemorizan, estresan, activan circuitos cerebrales asociados a la sobrevivencia, y, en ocasiones generan heridas, traumas que pueden ser arrastrados a través de la existencia.
Justo una evidencia del trauma, es la apuesta a los golpes y tratos humillantes como medidas disciplinarias, la creencia de que esto hace bien. Ignorancia, pues, hacia los efectos dañinos que tiene sobre el cerebro, las prácticas de crianza maltratantes. Ignorancia sobre los derechos humanos, propuesta universal sobre lo que se puede y no se puede hacer hoy las niñas y niños. Ignorancia del marco jurídico que indica lo permitido y lo prohibido. Ignorancia sobre sí mismo, sobre las causas que nos enceguecen las emociones y con ello la visión humana, caracterizada por el respeto, la empatía, la compasión hacia los otros, sobre todo hacia los más indefensos.
Los altos niveles de destrucción y violencia que tenemos en nuestro país y en muchos países del mundo son indicador de que no hemos logrado instituir prácticas de crianza positivas, que promuevan el sano desarrollo al más alto nivel.
Probablemente a muchas personas no se nos ocurre que existen otras formas mejores y más humanas para corregir, acompañar, formar, educar, porque nosotros, adultos contemporáneos, no las vivimos de manera suficiente en nuestros respectivos procesos de crianza. Pero existen. Lo sé porque a eso me dedico desde hace más de 20 años, a investigar, vivir y acompañar la parentalidad. Y desde ahí sé que muchas personas en el mundo ya aplican formas nuevas, positivas, respetuosas, bientratantes con sus hijos e hijas y estas tienen alcances mayores en términos de desarrollo, salud mental, moral, etcétera.
¿Puedes imaginar que existen países donde hace más de 40 años se prohibieron los “mangarriazos” y hoy tienen los mejores índices de salud, productividad y paz, así como menores índices de criminalidad y violencia? Existen.
En psicoterapia son muchos los niños, niñas, adolescentes y adultos que me han compartido el miedo, frustración, desconcierto, dolor, odio, tristeza, confusión, desolación, etcétera, que experimentaron cuando sus padres les pegaron, gritaron, amenazaron… para corregirlos. A mí con eso me alcanza para buscar y promover diariamente otras formas de educar, unas que sean respetuosas y que no generen miedo ni resentimiento, sino seguridad, confianza, salud.
* Psicólogo / [email protected]
Foto de portada: Darya Tryfanava (@darya_tryfanava) / Unsplash.
2 Comentarios
Te felicito Gaudencio por hacer lo qué haces. Una infancia sin golpes y con padres informados y actuando en beneficio de nuestros hijos. Si se puede!!!
Gracias por todo lo que haces. Poniendo en práctica la crianza respetuosa. A veces me siento perdida, no sé cómo actuar, necesito herramientas