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ÙLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 4 de septiembre de 2023
La semana pasada, me desearon varias personas por primera vez en mi vida Feliz día de las abuelas.[1]
Me dio no sé qué, no me siento abuela todavía aunque la pequeña ya tenga seis meses.
No la ubico como una persona mía, es hija de mi hijo, hija de mi nuera, sobrina de mis otros hijos, bueno hasta la entiendo y dimensiono como nieta del mareado. Es más, a las bisabuelas,-tiene un montón-, sí las veo como siendo parte de su linaje.
Y no es que no la quiera, la adoro, doy todo por ella. Pero una parte de mi cerebro no capta que viene un poco de mí, de mi sangre. Tal vez sea por el excesivo cuidado que tengo para “no meterme”, no dar consejos que no me piden y nunca nunca dar a entender a los padres recién estrenados que estén haciendo las cosas de una manera que no me gusta. Lo cual ha sido relativamente fácil, porque van bien, muy bien.
Lo que sí hago es ver a la nena florecer.
Cosa que no me dio tiempo con mis hijos, claro que el que está en medio del océano no lo ve tan hermoso como el que lo puede mirar desde la playa con una michelada en la mano.
Y es apasionante mirar a este pequeño ser crecer, no nada más a lo largo y a lo ancho, sino a lo interior, emocional e intelectualmente.
Y acaba de pasar por una etapa extremadamente importante: empezar a comer. No a mamar, no a succionar, empezó a comer alimentos relativamente sólidos.
Y ahí sí me llené de pinche envidia bien verde.
Están, los papás, usando un método que yo no conocía, ni nadie en mi familia, si juzgo por los comentarios a la primera foto en el grupo de Whats de la familia.
Para mis hijos, recuerdo haber empezado con papillas, unas de cereales de agregue usted leche y ¡listo!, una cucharadita el primer día, dos el segundo y luego, fuego a voluntad. Era meterles la cucharita, especial para bebé obvio, en la boquita, recoger con la misma lo que sacaran con la lengua y volver a meterlo a la boca. Luego hubo frutas, plátano o pera raspados, después caldito de frijol y un día, algo así como un chingocientos de días después tantito pollo o jamón.
Sí, tenemos fotos, sí fueron momentos clave en nuestra relación, fue el último destete, así lo sentí yo, la primera real independencia de los retoños, y sí, fue rudo no llorar frente a ellos, ni frente al mareado que en esos lejanos tiempos todavía no aceptaba que yo lloro porque respiro y ya.
Mis hermanos hicieron algo parecido, mis papás también. Tengo sólo una anécdota de la mamá de una amiga que algo entendió chueco lo que le explicaba el pediatra y le ponía huevo duro a la mamila de su hija mayor y se desesperaba porque se tapaba la tetina. Mi amiga creció bien, no te preocupes.
El caso es que hijo y nuera tienen un método distinto. La base es que no se usa cuchara y que los pequeños usen sus manos y descubran también por el tacto la textura y temperatura de los alimentos. Ellos comen a la misma hora que los otros miembros de la familia, a la misma mesa y así van empezando a entender que el comer es también convivir.
No se trituran los alimentos, el bebé toma lo que puede con la mano y se mete lo que puede a la boca. Lo ideal es que los que están con él estén comiendo lo mismo[2], aprende viendo, observando, no siendo de alguna manera sometido.
Ésta es la base del método. Va en nota al pie del escrito[3], porque ni te lo voy a resumir ni soy especialista ni es de lo que te quiero hablar hoy.
Quiero reír tantito, primero: hubieras visto mi cara[4] cuando me llegó el video de la pequeña que finalmente sí vi como MI nieta (¡¡Oigan!! ¿Qué hacen?) , luego los comentarios del mareado, “Se va a ahogar”, los de la familia en el grupo de Whats, unos alterados, otros muy doctos, todos con cierta moderación, por lo visto no soy la única que pone esmero en dejar a los papás hacer lo que ellos juzguen ser lo correcto sin meternos, pero sí todos –todos- muy sorprendidos.
La pusieron en su sillita alta, se veía feliz la pequeña, y sobre la tablita, brócoli[5] cocido. Así, de llégale, prueba, toca, aplasta, lo normal pues, ¡pero era su primera vez! Puso una cara ligeramente sorprendida al chuparse el dedo y al notar que éste sabía… a quién sabe qué, pero definitivamente no a dedo.
Y los adultos que no estuvieron presentes, léase todos menos la mamá y el papá, con una bola en el estómago: “¡Cuidado!”
El papá no está súper mega ultra feliz porque ahora tiene que comer verduras si su hija las tiene en el menú. Pero si por los hijos se da la vida, ¿que no va uno a comer tantito brócoli hervido sin sal sin queso sin crema…?
Aquí en casa, el día de los abuelos, comió aguacate. Hizo lo que hacen todos los pequeños, batió mesa, tiró plato, embarró su cara y ropita pero fue feliz. No que lo comiera todo, no, de hecho, parece que lo que no sabe a brócoli le resulta insólito, pero sí lo probó, escupió tantito y se desesperó porque el aguacate es resbaloso.
Y la parte que más te quiero decir y más me truje es ésta:
Vi en su mirada la comprensión, el entendimiento. Vi a un ser humano relacionando texturas con sabor, entendiendo que no todo lo que se lleva a la boca es comida, que sus manos son instrumentos a su servicio, y más.
Y me dio nostalgia no haber sabido de eso para mis hijos. Sí, usé esa manera de pensar para mis alumnos, el descubrir cómo funciona un compás no tiene precio, el ver que por algo usamos metros para medir un salón en lugar de centímetros, agradecer que el tiempo de los verbos indiquen cuándo sucedió, o sucederá, lo que estuvieron leyendo.
Pero a mis hijos, no les di tiempo descubrir: casi siempre les decía yo cómo tomar la cuchara, el lápiz, como lavarse la pancita, como alcanzar un juguete en el último estante o cómo hacer bolitas de plastilina.
Claro que ellos aprendieron un chorro de cosas observando y aplicando, a caminar, o uno a treparse dentro del refri para alcanzar el yogurt para el otro, que era el que tenía la fuerza de abrir la puerta. Sí, aprendieron solos a tener o no amigos, a enamorarse, a reír, a llorar, pero hubiera querido que fuera más, hubiera sobre todo haber tenido el tiempo y la sapiencia para observarlos crecer, así como te dije más arriba, intelectual y emocionalmente.
Sé que ayudé, sin obligar, a tomar decisiones. Les hacía ver, frente a alguna encrucijada, los diferentes caminos y las posibles consecuencias de elegir uno u otro, cuidando fuertemente la entonación de mi voz y aceptando, a veces en silencio contenido, sus decisiones.
Pero hubiese querido… No sé si está bien dicho porque finalmente no es algo que quería en ese entonces, me era ajena la noción, esto es de hoy, del lunes pasado, entonces no hubiese, quiero hoy haber hecho por lo menos esa parte diferentemente: dejarlos explorar más y tener tiempo de observarlos.
Tal vez de eso vaya lo de ser abuela, tal vez lo esté haciendo un poco, aunque no identifique mi abuelitud todavía.
Sabe…
PD: Mi hija revisa mis escritos, errores de dedo, de ortografía, continuidad y galicismos. Me mandó este mensaje para éste en particular: “Me gusta el texto. Aunque gracias a que nos enseñaste de ese modo es que observo tanto y te sorprendes cuando hago ciertas cosas solo por fijarme en cómo lo hizo alguien más.”
Es decir que cuando uno es mamá o papá recién estrenado, corre tanto que no ve lo que hace bien, ni siquiera lo que hace, así cómo le va a gustar más de 30 años después.
Notas:
[1] Se celebra el 28 de agosto en México
[2] Y que conozcan la maniobra de Heimlich, me cae.
[3] https://www.serpadres.es/bebe/5491.html
[4] Yo no la vi, obvio, pero la imagino perfecto.
[5]De ahí que mi envidia sea verde.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto: Hëndrik Lentz.
4 Comentarios
Qué bonita experiencia, no solo de los papás y la nieta, especialmente la de la abuela conociendo otra manera de hacer las cosas y reflexionando sobre ello.
Sí, muy rica y en consciencia
Poco a poco irás experimentando más y más lo que es ser abuela. Mientras tanto con tu texto nos invitas a vivir contigo un poquito de lo que va siendo ser abuela para ti y lo que quieres hoy haber hecho antes con tus hijos. Me encantó.
Así algunas cosas, como tu nieta comían mis hijas, era mezcla de lo que hacías tu con lo que hacen ahora tu nuera y tu hijo.
Luminetas, espero ser abuela como lo eres tú