SOMOSMASS99
ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 5 de septiembre de 2022
“Un cierto azul entra en tu alma”
– Henri Matisse.
“El azul no tiene dimensiones, está más allá de las dimensiones”
– Yves Klein.
Por las tardes-noches, salgo a caminar. Digo que voy a mi caminancia.
Tengo la enorme suerte de contar con aventón de ida y de regreso y puedo hacerlo en un camellón hermoso en lugar de pelear contra coches, ruidos y baches.
Se divide en tres partes, con dos glorietas en cada división, mide algo como seis metros de ancho y cada tramo es diferente de los otros dos.
En el primero hay un piso de adoquín, color tierra rosa, luego la primera glorieta de banqueta muy muy alta, un piso de cemento blanco, la segunda glorieta de banqueta accesible y finalmente un piso grisáceo, de cemento también. Las glorietas me causan ligero conflicto. No sé de qué lado empezar para pasarlas, a veces me parece obvio que es mejor que me lleguen por frente y otras veces que debe de ser por detrás, -los coches se entiende.
Al lado de cada camino, hay un trecho alargado de tierra, pastos, árboles, plantas y cosas extrañas, como jaulas para proteger troncos o llantas que sirven de maceta.
No sé de botánica pero he identificado geranios, algo gigante que o es maguey o es agave, palmas de múltiples clases, unas flores rosa clarito que parecen azucenas pero sé que no lo son, hules, pirules gigantescos, cuya sombra estorba el crecimiento de las palmas, sólo una nochebuena, un poco torcida ella, pero ya lista para cambiar de color y finalmente, un árbol extraordinario porque sonríe al revés.
Abundan también los letreros, unos ocurrentes, otros agresivos, para que las personas que llevan a sus mascotas a pasear por allá tengan la corrección de levantar sus heces[1], si es que las producen en esos lugares y momento.
¡Porque que de perros con amo hay! Ya conozco a varios, sé quién le pega a su perro y quién lo carga porque está viejito, tiene displasia de cadera, o porque está chiquito, ése no es más que ojos, cosita. Reconozco al señor que saca a siete perros a pasear, todos propios, todos rescatados, se echa tres vueltas todos los días, identifico de lejos al señor que viene platique y platique con humanos y animales, y me admiro de la cantidad de perros que no necesitan correa, el amo levanta una ceja o baja la mano y el animal sabe qué debe de hacer.
Saludo, desde el día uno. Y ya me están empezando a saludar primero. Al principio era muy extraño, las personas se sorprendían ante mis Buenas tardes o noches, y ahora unos ya hasta me sonríen y ayer me chulearon mi blusa. Por claro, no me visto de deportista, voy de cómo me vestí por la mañana, sólo cambio zapatos por tenis o botas.
Voy en general feliz y ligera, casi siempre hay viento, por la estación del año, los olores de la noche flotan por los jardines y la luz es azul[2].
No es todo alegría, camino por la ciudad, no por algún paraíso perdido y voy viendo ciertos espacios descuidados, porque aquí no es el municipio el que cuida el camellón, lo hacen los vecinos. Entonces hay unos que se ve que cada día salen a barrer su propiedad, la cual han de medir con decímetros dobles porque es impresionante como corresponden en línea recta a tamaño de la fachada de las casas, otros que dejan que el pasto se aloque y crezca como se le ocurra, otros más que son los de las llantas y jaulas, los que están tratando de salvar una planta que se está secando y los que nada más tienen ahí tierrita… También hay personas que caminan con el ceño fruncido, prisa y cansancio, otros que parecen cargar al mundo, nada más el suyo espero, una pareja de chicas ya no ha venido y sí, los perros golpeados ahí están. Son pocos, pero están presentes.
Voy mirando las casas, hay ventanas que se alumbran diario a la misma hora, en una de ellas, la señora entrega no sé qué, igual la miel anunciada a unos metros, sin salir de casa, pasa su mano por los barrotes y ya, también se queda platicando con una señora de ya mucha edad, de negro vestida, y allí parce que se la pasan bien. Una casa la identifico como oficina aunque no tenga anuncio de nada, porque sobre la pared se ven decenas de carpetas gruesas y blancas, estilo contador. Y a dos casas más lejos, ha de haber un estudiante, se alcanza a ver la parte superior de una cabeza, la luz está dirigida hacia su rostro, que yo no veo, y no se mueve, ha de estar escribiendo, escribiendo, escribiendo.
Se van prendiendo también las luminarias, y las hojas de los árboles se tornan transparentes, su luz verde se mezcla con la luz azul del cielo y a veces con mi aura apagadita, la logra resucitar.
Ese momento del día, mi caminancia, me ayuda a sobrevivir[3] a todo lo demás. Sí, a veces se oye una ambulancia, pero no como por la casa, donde el ruido del peri y avenidas logra a veces tapar la música que escucho, el olor te digo, es fresco, no como el de los escapes de las motos de entrega a domicilio que se estacionan aquí a la vuelta. No hay gritos, no hay claxonazos, no hay nadie conmigo más que una vez uno de mis hijos y fue un paseo tranquilo. A veces, uso mi celular y mando algún mensaje vocal describiendo lo que veo, lo que siento. Y cuando no hay cel, voy cantando trocitos de canciones que aprendí siendo chavita.
Oficialmente salgo a hacer ejercicio. Pero mi caminancia es otra cosa, es mi oasis en el desierto, mi barca después del naufragio, mi viento para volar.
Notas:
[1] De la mascota en cuestión, no he visto ningún letrero pidiendo lo mismo para excrementos humanos. Ni he visto excrementos humanos. Ni los he olido.
[2] La imagen es de mis amigas poetas.
[3] La diva y sus exageraciones
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Fotos de portada e interiores: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
4 Comentarios
Cuando ya la hicimos nuestra, nos llama, nos llena, nos da endorfinas, aunque a veces le quieren ganar la flojera, el desánimo o la falta de tiempo. No hay que abandonarla!!!
No verla como ejercicio, es apapacho
Deliciosa caminancia querida Gwenn. Tus letras hacen dulce el camino. Abrazos.
Gracias Miguel Ángel!!
Camina igual si la noche te lo permite por tus lares