SOMOSMASS99
ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 4 de diciembre de 2023
Años 70
Llega a la CdMx una niña, Atina, buscando trabajo. La vida en su pueblo de algún municipio de Oaxaca, no le gusta, la escuela la aburre y sus padres aceptaron por fin dejarla ir.
Tiene donde llegar, tampoco se fue así nomás a la ligera, va a trabajar para una pareja de extranjeros, suecos cree, haciendo el quehacer y lo que se ofrezca.
Piensa que ya, que su vida por fin cambió. Y sí, ya no siembra frijol ni se cuida de los bichos, que les tiene pavor, y ya no cuida animales, ahora lava trastes con agua corriente, sale a la calle cuidándose de los coches y cuando cae la noche cae por fin rendida, cerca del perro, en el balcón. Porque ahí duerme, sin cobija, a menos que el can acepte compartir la suya con ella, sin cojín, sin nada. De comer le dan fruta cocida en el horno, muy saludable pero nada más.
Corre sin embargo con mucha suerte, una de sus tías la encuentra y después de un intercambio de palabras feas y fuertes con los supuestos patrones que dicen ser responsables de la nena, se la lleva.
Seguirá trabajando en casa, -tal vez lo de haber dejado la escuela sin terminar la primaria no haya sido tan buena idea-, y hasta una vez en la cocina de un restaurante grande, de esos que son cadena por el país. De ese trabajo en cocinas enormes data su inscripción al Seguro Social, su ahorro para el retiro. Claro que entra en pausa al regresar a trabajar en casa, que cuidar hijos sola no es fácil trabajando con horario de restaurante y que al esposo lo echó de casa por borracho.
Porque Atina es de armas tomar y no se deja.
Le toca por fin trabajar en una casa que es como las demás, se ensucia, encuentra cosas raras tiradas por todos lados, hay perros y gatos y le toca limpiar también sus orines y sus cagadas. Pero está a gusto, se extienden los días, ya va por semana, se extiende el horario y sobre todo, lo del seguro social se retoma. Porque esta vez son patrones, ni buenos ni malos, pero sí son de los que saben que emplear a alguien implica obligaciones, y que ella tiene derechos[1], y que no, que esos derechos no se limitan a felicitarla el día de su cumpleaños.
Sí le es difícil a veces aceptar que la cuota del seguro es parte de su sueldo, pero lleva en esa casa unos 30 años cuando decide retirarse.
Se le entrega una liquidación, con todas las de la ley y empieza el desmadre.
Primero porque necesita tener una cuenta en el banco para que se deposite la suma. Y segundo, pues porque hay que ir al banco. Y porque en lugares así siempre la tratan, como dice ella, “como mujer, pobre y luego indígena”. Y es cierto. Tan cierto que, al acompañarla su hijo, él le tiene que decir al licenciado que los atiende que le dirija la palabra a su mamá, que no está de adorno.
Bueno lo del adorno me lo invento yo, pero seguro que el chavo sí lo pensó. Y al salir le dice a su mamá: a ver, por qué la gente es así, si todos tenemos voz.
Cuenta abierta, uso del cajero explicado, olvidado luego luego, se dirige al Seguro Social y allí, claro, sigue el desmadre.
Que porque le piden un acta de nacimiento certificada. Imagino que por seguridad las han estado pidiendo así los últimos años, ha de haber mucha gente que nace varias veces, o que los narcos hacen nacer una y otra vez. No, no creo lo que dicen las lenguas informadas, que el asunto es sacarnos más lana, cómo crees, noooo.
Y resulta que las actas certificadas sólo se expiden en el lugar de origen de la primeritita declaración de nacimiento. Puede ir cualquiera por ella, eso sí, explíquenme dónde queda la seguridad, pero es cierto, puede ir cualquiera, y como ella está en la CdMx, le pide a un pariente que está en el pueblo que le haga el favor de ir a ver.
Y sigue el desmadre, que porque su acta no existe, o mejor dicho porque hay un rollo de apellidos ancestrales que no está claro, que en veces aparecen y en veces no. Ya buscaron en los libros del año de su nacimiento, y en el de antes y otro, pero por búsqueda de libro son 40 pesos, 40 por 3, ya llevan 120 pesos y nada de que encuentran los apellidos escurridizos. Le dicen allí a la familia que no hay problema, que hay un licenciado ahí cerquita que arregla esas cosas, sólo cobra 15,000 pesos, sí, un quince con tres ceros.
Y claro que a la señora Atina no le parece, porque, uno, sigue trabajando en lo que le entregan su pensión cada mes, y dos, porque es mucho dinero, y tres, pus porque no y ya, que sigue siendo una mujer de muchas armas tomar.
Entonces los hijos buscan en línea su acta para ver lo de los famosos apellidos, y resulta que su acta no está -como la de su servidora/escritora-, de hecho, que faltan un montón de actas en México desde que las pasaron a su sistema informático las autoridades.
Va a tener que ir a casa.
De a 700 pesos el pasaje. Más los días de trabajo perdidos.
Pero no hay de otra, si no, no hay retiro.
Ya por allá, le repiten lo mismo, que los apellidos se fueron de juerga y que quién sabe qué pasó. Ella no entiende, porque en su acta de ella, los apellidos están bien, pero así es, Doñita, lo sentimos.
Para no hacerles el cuento largo, como dice ella mientras me platica todo esto a través de los días, la mandan a Oaxaca por un papel que tiene que regresar a la Cabecera del Municipio pa´ que lo firmen, luego a Oaxaca otra vez pa’ que lo sellen, luego volverlo a traer, y ya así poder empezar los trámites. Dice, literal, que la trajeron como calzón de puta, nomás pa’rriba y pa’bajo. 400 pesos entre tanta ida y venida. Por fin firmados y sellados los papeles, con una coca en la mano, que no ha probado bocado en todo el día, los entrega. Y allí que le piden 3800 pesos para empezar el trámite. Que sí es caro, pero es menos que lo que cobra el licenciado, Doñita; que bueno que ya fue usted a Oaxaca y regresó, mire lo que se ahorró.
Ah, que no, que no hay recibo, dice el licenciado metiendo la lana a un cajón, que ellos así trabajan.
Se va, más encabronada que nunca, dudosa también, que tal el señor no cumple, que tal no fue cuota sino mordida, que tal, que tal… Y que agarra la última camioneta que va para su pueblo, que se les hizo tarde y que tiene mucha suerte, Señito, ya más tarde nadie va para allá, con lo de la inseguridad, ya sabe. 50 pesos más. Y la dejan a pie de carretera, como ha sido siempre, y camina hasta su pueblo, y el coraje no se le baja, porque además va directo al lugar del que se fue de niña, porque hay bichos que dan miedo y porque tenía que sembrar frijoles.
Y espera, porque dijo el lic que le marcara a los diez días. Claro que ya regresó a la CdMx, la chamba, la casa, fueron otros 700 pesos, más los 50 para llegar de la carretera al pueblo grande. Ve llevando la cuenta. ¿No se te hace mucho? ¿A ver, cuánto ganas tú por semana? Ahhh, verdad…
Y cada día el corazón se le acelera tantito más, qué tal si no le contestan al teléfono.
Total, que el licenciado es quien le marca y le dice que ya subió el acta al sistema y que nomás la baje y la imprima. Es el mismo papel que tiene ella, nomás trae un sello reciente, y no hay nada de apellidos perdidos, dice ella que el acta sí estaba entonces y que nomás le sacaron lana para quién sabe qué. Pero bueno, ya la tiene.
Sí tiene que ver el Seguro Social, si la van a aceptar, que porque dijo el lic que no estaban seguros del CURP, que igual le habían cambiado un número. Y dicho y hecho, sí se lo cambiaron. Y hay que ir aquí y luego allá, y no se preocupe, es fácil. Y sí, esta vez resulta que sí lo es.
El problema es luego ingresar los papeles al Seguro Social. Resulta que todos los días a cierta hora, alrededor de la una de la tarde, se les cae el sistema, tú… Y luego que dos días por quincena, que nunca son los mismos, no atienden a público en general, tú…
Y ya. Así trabajan, pues.
Se presenta entonces un día a las seis de la mañana, ya hay mucha cola frente a ella, pero logra pasar antes de que al sistema le dé el soponcio y se caiga e ingresa sus papeles, y sí, que ya está todo bien.
Que nada más le falta ir a no sabe dónde, no se acuerda, para pedir no sabe qué, tampoco se acuerda.
Lleva más de tres meses en esto, casi cuatro, perdió cinco días de trabajo y no ha caído la pensión todavía.
Yo nomás escribo como testigo, así que me encabrono más bajito, algo así como cuando los tigres traen una rayita menos. Pero la indignación colectiva debe de crecer: lo de no aceptar actas de nacimiento viejitas no me cuadra, aquello de que varias generaciones de mexicanos no estén en sus sistemas de actas o lo estén con errores bárbaros es una desfachatez y lo de los cajones en los que se guarda la lana que no lleva recibo es ratería.
Y nosotros muy doctos opinando que no se debe de decir calzón de puta, que son de sexoservidoras. Mientras esta jaladita le salió a la señora Atina en 5820 pesos, si no contamos la coca que se echó el día de las idas y venidas entre la Cabecera de Municipio y Oaxaca.
Parafraseando a Héctor Suárez: ¿Qué les pasa?
Nota:
[1] Y no, no se vale esperar a que haya leyes para hacer lo correcto.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
3 Comentarios
Que coraje!!!!! Ojalá y de alguna manera este texto llegue a manos de Obrador, que lo lea y se indigne y cambie algo…
Todos somos atina en estos trámites de porquería
Diría que la corrupción viene de arriba y definitivamente no de los pueblos indígenas.
No quiere admitir que esto no tiene niveles sociales ni económicos.
Tantas cosas que se deben corregir en nuestro país, además de las desigualdades, lo que quiere decir que a los más desfavorecidos ancestralmente son a los que más les cuesta vivir en los países subdesarrollados, ay no, en vías de desarrollo. Cómo se llama que ni siquiera los papeles que dan fe de que existes se pueden conseguir. Qué nos pasa?