SOMOSMASS99
ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 23 de octubre de 2023
Quiero aprender a amar a la gente así, como a mi perro,
con orgullo y entusiasmo y una completa amnesia por las fallas.
En resumen, amar a los demás de la forma en que mi perro me ama.
– Ann Patchett.
Llegó a casa un perro nuevo, cachorro si nos vamos por el aspecto de sus dientes. Callejero si miramos sus codos y articulaciones, raspadas, pero también de casa, entiende la palabra no y da la pata.
Lo oímos llorar una vecina y yo una noche de la semana pasada. Salí, en piyama, no importaba, y lo encontré encerrado en un terreno baldío que nos queda muy cerca. Me trepé como pude, bloque de hormigón, tabla vertical, agarrando la parte de arriba de la barda con mis manos y logré verlo. Él se había alejado de la puerta, pero en cuanto lo llamé, –Ven hermoso, ven-, se acercó, moviendo la cola. Yo había llevado agua y comida, pero no encontré por dónde pasárselas. Regresé a casa, me armé de dos cubetas, cada una con una cuerda y me volví a trepar al bloque de hormigón, a la tabla y me volví a sostener de la parte de arriba con una mano, que la otra estaba bajando con cuidado las cubetas. Le prometí regresar de día y me fui con el corazón acongojado por dejarlo ahí solo.
Al día siguiente, pude hablar con los dueños del terreno. Ellos lo acababan de rescatar de la calle, de un centro comercial de hecho, y lo tenían a resguardo por si alguien lo venía a reclamar. Ese mismo día tenían planeado soltarlo a las calles, y claro, pedí llevármelo yo. En cuánto se abrió la puerta del terreno baldío, corrió hacia mí, no hacia quienes ya lo habían cuidado, y me besó, y lo abracé. Vino a vivir con nosotros, conmigo.
Estos días han sido muy ambiguos: por un lado la extrema alegría que nos regala el flaco, es un ser tierno y cariñoso, entendido y cuando tiene miedo, una de las otras perras lo trae corto, busca refugio en mis brazos y esconde su cabeza debajo de mi brazo; por otro lado, lo que supone llevar a tres perros a llevarse bien, tener otro gigante en casa,- por más que sea cachorro es muy muy alto y pesado-, y lo que supone también vivir con un can que actúa como actúan los pequeños, todo roe, muerde y tira. Más que saltar, vuela, cuando estás lavando trastes, de repente aparece al lado tuyo, sobre la tarja, sin haber hecho el más mínimo ruido. Se ve que le da miedo tener hambre, se vuela todo lo que huela a comida, lo encuentras trepado sobre la estufa lamiendo el comal, porque la cazuela ya acabó en el piso, o bajando los platos, uno por uno, crash, crash, crash, para lamerlos mejor.
Lo tenemos que dar en adopción. Todos nuestros perros necesitan correr y jugar, y no hay tiempo ni fuerzas de cumplirles a todos.
Y entonces lo miro y él me devuelve la mirada. Es indudable, nos amamos. Y se me rompe el corazón, porque si encontramos quién se lo lleve, tal vez se sienta traicionado por mí. Y entonces no hago más que llorar, ya ni las series tontas que veo me distraen. Y entonces recuerdo algo que me dicen seguido, que soy empática, sobreentendido que lo soy demasiado, y lloro más. Porque él no va a entender. Y porque me lo traje porque no quiero que esté en la calle, allá hay jaurías violentas, esta noche de hecho estuvo una frente a nuestra puerta, él no sabe pelear, no trae cicatrices de nada, no quiero que tenga que aprender a morder, a atacar antes de ser despedazado, tampoco quiero que se vaya con uno de los locos que andan por ahí, que nomás usan a esta raza para combates o competencias de salto. Y la empática estúpida, o estúpida empática que soy, nomás chilla y chilla.
Y él me mira y esconde su cabeza bajo mi brazo y le perdono, desde el principio lo hice, los platos, la cazuela, los cojines y mis zapatos. Y no puedo dejarlo ir. Y no se puede quedar.
Y entonces la empática loca que anda trepando bardas por la noche en piyama, que se cree salvadora de todos, llora y llora y llora.
Y él me mira.
Le pusimos Kanell, algo así como Canelo en holandés.
Y es nuestro condimento extra. No sabemos si lo que nos arde es el estómago al mirarlo, pero los ojos se nos llenan de agua.
De condimento extraviado
Al día siguiente de escribir lo anterior, Kanell se fue de la casa.
Abrí el portón y salió. No me preocupé, es su costumbre, olfatea y regresa. Pero ahí empezó a correr, dio vuelta a la izquierda. En cuanto lo alcancé, cambió de rumbo y salió disparado en dirección del centro comercial en dónde había sido encontrado.
Lo recuperamos al final del día, los vigilantes del centro lo reconocieron y pusieron a resguardo, durmió en casa.
Al correr, volteó y me sonrió.
Sirvieron esas horas de no tenerlo para ayudarme a decidir. No se puede quedar. Me hace sentir un peso terrible encima.
Viví unas horas de completo alivio.
Claro que no regresa al terreno baldío y mucho menos a la calle. Pero no es bueno para mi equilibrio emocional y el de la casa que se quede.
Y no, no soy un ser horrible por tomar la decisión, es más, pienso que de alguna manera se me ayudó a hacerlo.
Dicen unos que saben de perros que corre hacia el centro comercial porque ahí es dónde lo abandonaron.
De condimento rechazable
Hoy que le mando esto a mi querido editor, Kanell, Canelo, sigue en casa.
Hemos compartido su foto en redes sociales, sitios especializados en Pitbulls y nada, ni siquiera un “no gracias”.
Por lo visto el hecho de ser macho y Pitbull juega cañón en su contra. Ser cachorro podría ayudar, pero no es lo suficientemente joven para que alguien piense en él como en “el perrito más lindo que jamás he visto”.
Vamos a seguir buscando, uno por mi salud emocional y mental, dos porque sonrió al irse cuando emprendió su carrera del otro día.
Pero lo que para unos es absolutamente inaceptable, para nosotros es compromiso total: puede seguir viviendo aquí mientras sea necesario.
Y ser amado.
Y ser apapachado.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
4 Comentarios
qué bonito escribes Gwenn!!
Lo bueno de los perros es que no guardan rencor de nada.
Cuando él encuentre su nueva casa, se recordará de ti si es que te ve de repente, pero no te guardará rencor.
No hay nada como el amor canino y qué bueno que se encontraron tu y él, aunque sea por un pequeño tiempo.
Con cariño, Mireille
Oh Mireille, eso me sube, egoístamente, los ánimos.
Gracias!
Qué bonito perro. Por qué hay tantos perros abandonados? Cómo alguien puede hacer eso?
No lo entiendo…
Yo tampoco…
Yo tampoco …