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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Martes 31 de octubre de 2023
Acuérdate de Acapulco
De aquellas noches
María Bonita, María del alma
– Agustín Lara.
Tanto es lo perdido
Tanto muerto
Tanto herido
Tanta familia destrozada, por la falta de un ser querido, porque la casa voló, porque chamba ya no hay, el huracán todo se lo llevó.
Sí, vemos gente en las calles, recogiendo, juntando, personas midiendo, anotando. Sí, la vida está ahí, entre lágrimas y dolores, cierto, pero ahí.
Los que no somos de allá, los que no estuvimos, hacemos lo de siempre: volcarnos en la ayuda material, y luego rasgándonos las vestiduras en redes sociales, en la comida del domingo.
Que si no dejan pasar ayuda de particulares. Que claro que no, yo ya fui. Que se roban nuestras donaciones, hay que escribir encima la palabra DONACION, tachar los códigos de barras, recuerda lo que pasó en el 17. Que hay más muertos, no son poquitos. Que les demos tiempo de encontrarlos, no han llegado a todos lados. Que a quién le importa si dice Gobierno en las cajas o Pikachu, lo que importa es que la ayuda llegue. Que si están saqueando tiendas, pues claro, si no hay nada. Que ahorita ya no demos, mejor luego cuando la gente ya no esté dando, que allí es cuándo va a hacer más falta. Que, que, que.
Lo normal pues entre gente de bien, que quiere el bien, y que está tan cañonamente acostumbrada a que mientan políticos y noticiarios que todo es alimento para nuestras fobias y paranoias.
Yo veo también que el Acapulco de los años 40-50 ya no está, el que empezó a jalar turismo y romanticismo a Guerrero, a México. Caleta y el Centro ya no traen la huella de los pasos de Lara. La bahía perdió en el viento las miradas del Indio Fernández, Weissmüller no encontraría ya las gotas de su último clavado.
Silvia Pinal ha de haber llorado…
Cuántos no habrán hecho igual al pensar en su luna de miel aventada contra muros, o en la combi llena de tíos y primos estacionada atrás de las palapas de cocteles de camarón y de pulpo volando con todo y palmeras, o claro, al recordar los paseos nocturnos por la Costera, el vértigo en la Quebrada que hoy nos da a todos sólo al mirar una pantalla.
Los que aman a LuisMi perdieron la emoción que los saturó la primera vez que vieron la pared de su casa, así, de lejecitos.
Yo… yo perdí la palapa en la que le robaron, con todo y cartera, el pantalón a mi papá forzándonos a terminar las vacaciones de a puro Gansito para la comida, en un hotel arriba de la terminal de autobuses.
Perdí a mis hijos descubriendo la arena, mi hija rehusándose a pisarla, mis hijos transportándola para erigir efímeros castillos.
Perdí noches tórridas de sexo y amor con el mareado, en un hotel de los caros, de los que tiene elevador, restaurantes y vista al mar.
Y perdí la intensa felicidad de la vez que nos fuimos todos a celebrar el final de la ronda más larga de quimio de mi hijo mayor.
Perdimos, la familia de mis padres pues, la emoción de la primera vez buceando en México, o pescando, o yendo al mercado a las 5 de la madrugada para comprar cazón. Perdimos unas vacaciones de mi mamá en el hotel Presidente y otras con sus mejores amigos, todos chavos y chavas de 20 años, empezando a descubrir la vida sin adultos, tan felices. Perdimos el hotelito en un peñasco que daba al mar en el que una de mis hermanas casi decide mejor no nacer.
Tanta leyenda no urbana, sino familiar, la que tenemos todos con Acapulco, hayamos ido o no. Tanto simbolismo ese puerto. Tantas risas y lágrimas.
Sé, sabemos, que Acapulco se reconstruye. Que lo importante, su gente, sigue de pie. Que el mar, sigue, en calma, acariciando las playas y que el viento, sosegado, no reconoce lo que hizo.
Pero sí, perdimos los caminos que algún día marcamos con nuestras huellas.
Tin tan, échate unos pasitos, porfas.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto de interiores: Hendrik Lentz.
Foto de portada: Anaïck Lentz.
3 Comentarios
Todo cambia, de transforma, para bien o para mal. Una tragedia que cimbra.Es como cuando te duele una muela o una rodilla, ahí está el pesar, pero seguimos de pie con el ánimo por delante. Nosotros los mexicanos que lo vivimos de lejos, que dejamos un pedacito de nuestra historia ahi nos perturba tanta perdida. Un Acapulco que organiza competencia de nado a mar abierto, el de atardeceres románticos, el de las películas. Acapulco siempre será Acapulco. Tengo confianza en su recuperación, poco a poco, con apoyo y sin él. Son gente fuerte y emprendedora, hombres y mujeres de mar y arena, sal y fuego
Que si acá el enojo de la naturaleza destroza el hábitat de familias, los deja desvalidos, les atropella la vida, de por sí dura, inenarrablemente.
Que si allá pasa lo mismo, pero es el mismo hombre quien hace lo que un huracán y aún más, porque no cesa, a sus semejantes. Inenarrablemente peor que peor.
Cómo puede ser?
Acapulco siempre será Acapulco
Sí