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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 1 de mayo de 2023
Había dejado de leer.
Me es más fácil ver televisión, series y películas, algunas realmente buenas y otras que no traen nada a mi vida, ni siquiera tranquilidad, sólo hacen que la tarde pase.
Siempre fui lectora. De niña leía en lugar de jugar en el recreo, en lugar de salir a la calle por las tardes. Por un lado, porque leer me llenaba de vidas, propia y ajenas. Y por otro porque no encontraba mi lugar en la sociedad, leer me daba “algo que hacer” mientras los demás me ignoraban.
Tal vez era el libro en mis manos el que los alejaba, no lo sé, no importa ya.
Escogía en la biblioteca los libros más gruesos, o las historias que tenían 30 volúmenes. Leía casi de todo, las novelas históricas me fascinaban, libros que “no eran de mi edad” también, a una de las bibliotecas que conozco la fui devorando en orden alfabético, si estaba de vacaciones leía varios libros por semana, y los disfrutaba, los recordaba, los discutía. A menudo también, leía los mismos libros 10, 15 veces…
Leer.
Empecé a publicar textos y luego libros. Y a codearme y a querer a muchos escritores y entonces a leer sus libros. Por coincidencia, casi todos de poesía. Y la verdad es que a mí leer poesía me aburre tremendamente. Quiero, cuando leo, saber qué va a pasar después, quiero imaginar a los personajes, a los paisajes, esperando además que no los hayan descrito de manera exagerada. Me empezó al mismo tiempo a cansar leer, no entendía por qué.
Esto, este deslizamiento de la mujer lectora al de la mujer espectadora, duró algunos años, no fue una transformación brutal. Si lo hubiera sido, tal vez me habría dado cuenta de que algo pasaba, de que algo dentro de mí me impedía pasar las páginas, vamos ya ni abría el libro que tuviera en mi mesita de noche.
Después de que me diagnosticaron demencia, y eso fue también un proceso largo, me dejé ir, solté las tripas de aquellos objetos que tanto me habían dado, y usé la canción que le agradece a la vida tanto lo que le ha dado como canción de despedida: gracias a los libros… Pensé, porque todavía pienso, que de todas maneras mi cerebro era incapaz de hilar ideas ajenas, o de poner algún broche entre palabras para encontrar el significado de una frase.
Hace cosa de unos meses, alguien, una mujer observadora, me prestó dos libros: gruesos, en español, historias medievales, con algo de fantasía, confieso que no recuerdo, aunque los haya leído hace muy poco. Por deber, más que por gusto, empecé a leer.
Y no he parado.
Me di cuenta de que mi pasaje de mujer X a mujer eXcritora me había obligado a leer sólo “buena literatura”, filosofía, poesía, y que no era nada más la demencia la que podía yo subir al banquillo de los acusados por mi abandono de las bibliotecas. Me senté con esa demencia mía de mí y nos acompañamos frente al dedo acusador. Luego se nos olvidó, así vivimos ella y yo. No me siento ya culpable y a ella no le ha importado nunca nada, sólo es.
Me di cuenta de que para mí la buena literatura es la que me gusta y logro leer. La otra no me sirve, por ende no me es buena. No leo ya libros que “van a cambiar mi vida”, o que cambiaron la de quienes me los prestaban. No leo ya poesía, o tan poquita. Dejo libros sin terminar, si no me gustan, o si no entiendo a qué va el autor. Y eso, lo hago sin ningún remordimiento, aunque que se me haya educado a terminar los libros, siempre. Marco cosas en el margen del texto, doblo las esquinas, me da envidia a veces que alguien haya escrito lo que yo pienso pero mucho mejor. En la primera página, si el libro es mío, escribo que me gustó, y porque. Disfruto leer otra vez, y las series de Netflix ya no tienen maratones conmigo.
Sí, la demencia me quitó mucho y lo sigue haciendo, porque no, no puedo ya leer ciertos libros que antes me gustaban, me llenaban, hoy no los entiendo.
Pero agradezco a esa mujer, a la que sabe que me gusta leer y que vio que ya no lo hacía.
Gracias a ella, el libro, las historias, la evasión regresaron a mi vida.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto de portada: Pixabay.
2 Comentarios
No soy médico, ni chamán, ni curandera, pero creo que no estás , o tienes demencia. Sugiero con amor que no te etiquetes.
Me encantan tus reflexiones y leerte.
Ja ja ja
Además de lo que digan estudios y doctores, vivo dentro de mi cabeza.
Cómo dicen por ahí, sí soy.