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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 27 de enero de 2023
En pleno siglo XXI la política de Estados Unidos sigue enmarcada en las doctrinas Monroe y del Destino Manifiesto, del siglo antepasado. Parecen no entender o no quieren admitir que los pueblos no aceptan más tutelas ni imposiciones imperiales.
La clase dominante estadounidense y los sectores sociales de extrema derecha, sus subordinados política e ideológicamente, se consideran «elegidos» para dirigir el destino del mundo. Al mismo tiempo, mediante sus instrumentos de propaganda e ideológicos, intentan imponer tal concepción al resto de la humanidad.
El capitalismo, que en sus inicios revolucionó muchos aspectos de la vida, en su fase imperialista y atrapado en sus contradicciones se ha convertido en el principal obstáculo al desarrollo de la humanidad. Tal desarrollo requiere, necesariamente, un clima de paz y cooperación entre los pueblos, condición que ese sistema es incapaz de promover, mucho menos garantizar.
Es el sistema capitalista el causante de la polarización de la sociedad y el mayor generador de conflictos de todo tipo: locales, regionales, nacionales e internacionales.
Para resolver sus graves problemas el sistema ha recurrido a las guerras, pero estas le ofrecen solamente soluciones parciales y momentáneas, lo cual ha provocado que en el mundo se presenten, de manera casi continua, conflictos bélicos, sobre todo en regiones ricas en recursos que el capital necesita obtener ─por cualquier vía─ para consolidar su poderío, o con alta importancia geoestratégica.
Estados Unidos, aún el país más poderoso del mundo, además de que ha perdido hegemonía, nunca obtuvo la que soñaba alcanzar a raíz de la caída del socialismo en la Unión Soviética y Europa oriental. Para recuperar o al menos sostener su actual hegemonía necesita mantener sometidos política, económica y culturalmente a los demás países, incluso a sus «aliados».
De ahí que la potencia hegemónica imperialista, en la que prevalece el espíritu colonialista [1], intenta impedir por diferentes vías el ejercicio de su soberanía y el desarrollo económico, científico y tecnológico de otros países, lo que considera como una amenaza a su seguridad y supremacía, e incluso ve como enemigos.
Como algunos ejemplos de lo anterior pueden citarse: la política estadounidense hacia China [2]; la guerra en Ucrania; el acoso o la injerencia en países que defienden su soberanía y autodeterminación (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Perú, Argentina); las provocaciones a Irán y Corea del Norte; las invasiones a Irak, Afganistán, Libia, Siria y el desmantelamiento de Yugoeslavia.
Ese sentimiento de superioridad de las clases dominantes en Estados Unidos, que comparten con la oligarquía internacional, los ha llevado, en el contexto de un período histórico de decadencia, a atribuirse el derecho a definir quiénes son los «buenos» y quiénes los «malos» de la película. Los buenos, obviamente, son ellos; los malos, acreedores a un castigo, todos aquellos que no aceptamos tutelas de ninguna clase, intentamos pensar por nosotros mismos, aspiramos a ser constructores de nuestro futuro y creemos que un mundo mejor es posible.
En su decadencia, porque hace un buen rato que la humanidad ha dicho ¡basta! y se niega a subordinaciones de cualquier tipo, los imperialistas son, además de cínicos y mentirosos ─que siempre lo han sido─, arrogantes, lo que los hace más peligrosos. En su afán por mantener su hegemonía y continuar explotando al resto del mundo, son capaces de cualquier atrocidad sin reparar por el precio que ello implique. Por algo Estados Unidos cuenta con más de 700 bases militares fuera de su territorio.
Evitar una hecatombe y, por consiguiente, construir un ambiente de paz en todo este amenazado planeta es tarea de los pueblos, incluidos los de los países imperialistas que también son explotados y excluidos. Y el punto coincidente de unión es que estaremos luchando, en un sentido más general, por la vida.
Notas:
[1] Ejemplo de ese espíritu son las declaraciones de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, en un video para el Atlantic Council, en el cual manifiesta que Latinoamérica es importante para su país por sus recursos naturales (Página 12, 24 de enero de 2023). Nota en: https://www.pagina12.com.ar/517903-litio-petroleo-y-agua-dulce-estados-unidos-ni-disimula-sus-i
[2] Estados Unidos se encuentra en un punto crucial en su relación con China y necesitará recurrir a su poder militar para garantizar que los valores estadunidenses, no los de Pekín, establezcan las normas globales en el siglo XXI. Lloyd Austin, secretario de Defensa (La Jornada. Domingo 4 de diciembre de 2022, p. 18).
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Internacionalista.
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