SOMOSMASS99
Agustín Galo Samario / SomosMass99
Miércoles 25 de septiembre de 2019
Nuestros días son difíciles. Por ejemplo sus cumpleaños, los diez de mayo, las marchas, el Día del Desaparecido. Son emociones muy fuertes. Volver a vivir, a revivir, otra vez, otra vez y otra vez… Pero uno aprende a vivir con esto que nos tocó; yo al menos no me pongo el cartelón atrás, sufro mucho. Me desaparecieron a un hijo y trato de que mi día a día sea normal porque tengo hijas, nietos, mis hermanas, mi vida propia. Tengo que continuar, es como cuando platicas una historia que sucedió. Es tratar de seguir, claro, todo le vuelve a uno a vibrar, pero al fin de cuentas tenemos que decirlo y alzar la voz, concientizar a la gente de que esto no es un mito sino una realidad, que esto vivimos día a día.
– Rosario Cano.
Mario Alberto Morales Cano desapareció el 2 de julio del año 2010 en Torreón, Coahuila. Hoy tendría 33 años. Las desapariciones en ese estado empezaron en 2007, dice su madre Rosario Cano, prácticamente desde que Felipe Calderón Hinojosa le declaró la guerra al narcotráfico. Pero en 2009 y 2010 se desataron, «eran masivas e imparables». Siguió así en el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, de 2012 a 2018. Y así hasta la fecha.
Aquel día Mario Alberto estaba en la casa de una tía de su esposa, que tenía un embarazo de tres meses y de alto riesgo. La tía les pidió que se quedaran a desayunar y él se ofreció a ir por un refresco, además aprovechaba para llevar a su hija (prima de su esposa) a la parada del camión. En el camino, una troca roja se les atravesó, un hombre bajó y abrió la puerta del coche para tratar de llevarse a Mario Alberto. Dos más esperaban en la camioneta. «Como ven que el hombre no puede, los otros salen y los tres se le echan encima. Mi hijo es alto y fuerte, no pueden con él, pero toman el coche y arrancan. La prima se tiró al suelo, vio el peligro y se aventó del carro cuando se lo llevan. Fue la última vez que se le vio».
Mario Alberto Morales había sido policía militar en la Fuerza Aérea. Se enamoró y decidió irse con su esposa a Coahuila. Por su formación, de inmediato encontró trabajo en la policía municipal de Torreón. Permaneció ahí apenas mes y medio. ¿Qué vio? No se sabe, pero dos días antes de ser desaparecido le dijo a su madre que dejaría la corporación y que entregaría los uniformes. No le dieron tiempo.
La policía municipal de Torreón era dirigida entonces por el general en retiro Bibiano Villa Castillo, que después en Quintana Roo fue nombrado secretario de Seguridad Pública por el gobernador Roberto Borge Angulo, actualmente preso. En una entrevista concedida a La Jornada como jefe de la policía de Torreón, en 2011, decía: «Cuando agarro a un Zeta o Chapo lo mato. ¿Para qué interrogarlo?». Y si se trataba del personal a su cargo, añadía: «Aquí se paga bien (8 mil pesos). Logramos tres objetivos: darle casa a cada policía, seguros médicos mayores y un seguro de vida de 700 mil pesos. De modo que el que quiera cobrar el seguro de vida, pos que se muera». El periodista quintanarroense Pendró Canché le atribuye la siguiente declaración en 2017: «Si han muerto inocentes por nuestra culpa, pues en todo conflicto, batalla, guerra o enfrentamiento siempre va a haber un inocente que la pague sin deberla, esos son daños colaterales», palabras que en boca de Felipe Calderón se hicieron comunes.
Al ver llorar a doña Rosario Cano cuando fue a decirle que habían desaparecido a su hijo, policía bajo su mando, el general le preguntó si los hombres que se lo habían llevado portaban capuchas. Ella le respondió que no, entonces Bibiano Villa le dijo: «Ah, no, él está vivo». Luego encendió su radio de comunicación y le aseguró que con ese aparato podía escuchar hablar a Los Zetas, que se identificaban con números del 1 al 20 y letras de la A a la Z.
«Yo no sé si usted pudiera identificar la voz de su hijo», le pidió el general. «Yo me asusté tanto… ¡Ah, caray!, me está diciendo cosas como muy seguro, muy rápido. O sea, como que mi hijo ya está en la delincuencia. Eso es lo que me dijo de sus labios», recuerda con aflicción la madre.
Rosario Cano, dos días antes, fue con el jefe inmediato de Mario Alberto, el mayor retirado Paul Hernández Ruiz, jefe de escoltas de Bibiano Villa, para tener permiso de hablar con los cuatro compañeros de su hijo en el turno de la noche. Los policías le dijeron que habían recibido amenazas. Al enterarse, el general les recomiendó interponer una denuncia porque «está penado que como servidores públicos los desaparezcan». Pero cuando llegó el momento de presentarse ante el Ministerio Público, los compañeros no acudieron y «desde entonces empezó el viacrucis con las autoridades», dice doña Rosario. «Ahí entra la mentira, porque ellos (en la policía de Torreón) debieron haber protegido a mi hijo y desde ahí están protegiendo a los delincuentes. Siempre lo he dicho».
«Después de todo lo que he caminado, de todo lo que he visto, la hipótesis es que Mario Alberto le dijo a alguien que se iba de la policía y ese avisó (a la corporación). Entonces las investigaciones las hicimos mi esposo y yo. Él murió por la depresión que lo invadió, empezó a ganar peso, se hizo una operación pero ya no salió del hospital. Para mí ha sido un calvario enfrentarme con mentiras y omisiones».
– ¿Para usted es clara o no la responsabilidad de Bibiano Villa?
Sí, completamente. Me queda totalmente la certeza de que ahí, para empezar, contaron mentiras.
– ¿Para proteger a delincuentes, a los que se llevaron a Mario Alberto o…?
No es duda, es certeza, certeza. Ah, no, duda no tengo. El conocimiento que tengo es bien firme.
Rosario Cano y su esposo también fueron a pedir ayuda al Ejército, donde se negaron a buscar a Mario Alberto «porque andaban en lo de las elecciones (del 2 de julio) y no tenían elementos ni patrullas. Hicieron que me fuera para atrás, mi hijo tenía formación militar. Entonces empezó mi miedo. ‘¿En qué manos estoy?’, decía por todas las aberraciones que escuché. En la PGR me dijeron que no les competía, tuve que ir a la Ciudad de México para pedirle al procurador Arturo Chávez Chávez que nos recibiera la denuncia. Él nos dijo que sí, que la delegada de entonces, Aurora de la Mora Alvarado, nos iba a atender.
«Tuvimos que hacer muchas cosas para tener ese derecho. Le comentamos (a Aurora de la Mora) que no nos sentíamos seguros en Torreón porque nos seguían, una vez por estar huyendo hasta se nos desvieló el coche. Nos dijo que entonces presentáramos la denuncia en Chihuahua y que de ahí se la enviarían a ella. Eso hicimos. Pero hace unos tres años, después de una reunión con el gobernador, ya con mis compañeras de Fundec (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila) llegaron de la PGR para una revisión de nuestros casos. Ellas me decían, ‘oye, que tú no tienes MP de la PGR’. Y yo, ‘cómo, si todas tenemos’. Empecé a indagar, ¿y qué cree?, me llevo la sorpresa de que desde el 2010 la PGR de Chihuahua había declinado mi denuncia con el argumento de que no era su competencia, y nunca se me notificó.
«Fíjese, denigraron nuestra inteligencia, eso es aberrante, es una cochinada lo que nos hicieron. Mire cuándo fue eso y acabo de arreglarlo apenas el 15 de mayo pasado, porque me decían que no se podía y que no se podía. Tuve que llamar a un abogado de la CNDH y gracias a que hizo sus movimientos me permitieron presentar otra vez mi comparecencia. Entonces la denuncia la puse en mayo y ya, la revisión la tuve el mes pasado. Me dijeron que ahora sí, ya tengo MP Federal. Le estoy diciendo toda esta retahíla para que usted se dé cuenta. También decían que a la PGR no le correspondía, pero cómo no, si la de mi hijo fue desaparición forzada, se lo llevó la delincuencia organizada y aparte era policía. O sea, me violentaron, pisotearon mis derechos a más no poder. Yo me quedé desamparada. Fue una treta entre ellos, me hicieron sentir ignorante».
Terror de Estado
La historia de Rosario Cano y su hijo desaparecido Mario Alberto no sólo se resume en que hasta hace cuatro meses la ahora Fiscalía General de la República conoce formalmente su caso y que durante nueve años ninguna autoridad lo ha buscado, sino que condensa el sistema de corrupción, impunidad y terror que se implantó en el país desde 2006, que abarca los tres niveles de gobierno y que se ceba en los familiares para que, aunque sea imposible, desistan en su afán de encontrar a los ausentes.
Después de todo este tiempo eso es lo que le ha quedado claro a Rosario Cano. Que las autoridades de todos los niveles «siguen y siguen coludidas. Porque mientras haya más sangre, mientras haya más desaparecidos, más feminicidios y más homicidios no cesa la colusión. ¿Por qué no encuentran a nadie? ¿A ver pregúnteles? Las autoridades inmediatamente empiezan a bloquear, psicológicamente metiéndole miedo. Que no hagas eso porque te puede pasar esto, que no lo otro porque te puede pasar esto otro. Que a lo mejor tu hijo ya no está porque en Piedras Negras los deshacían en ácido. Si usted oyera los casos de todas no haría una entrevista, haría una película de terror».
– ¿Quiere decir que las autoridades del Estado mexicano se coluden para, mediante el terror, impedirles seguir su búsqueda?
Sí, desde el momento en que me dicen que yo puedo sufrir algo o que a lo mejor mi hijo fue uno de los que deshicieron en un tambo… (hace una pausa, respira agitada) Las mismas autoridades se encargan de, psicológicamente, asustarte. En lugar de hacer su trabajo lo que hacen es aterrorizarnos hasta el nivel de paralizarte. Aquí hay dos miedos: el miedo de no continuar y el miedo que te avisa, y miedo es miedo. ¡Vaya, por eso le digo que están coludidos! Y no es que parezca que están coludidas con la delincuencia, lo están. Mire, el periodismo te saca y te saca para que con tus labios digas las cosas. Por eso le estoy explicando cómo están las cosas: archivos muertos que siguen engrosándose, que pides y nadie te entrega lo que estás buscando. ¿Cómo le llama usted a eso? Otros periodistas me preguntan si las investigaciones han prosperado. ¿Usted cree que sí? ¡Imagínese, han pasado nueve años! Aquí hay colusión. ¿Hay tres niveles de gobierno y todos están dormidos? ¿Sí?
«A ver, primero era la droga, o sea, tanta gente que consume eso y que eso se hace fuerte. Segundo, eran las armas. ¿Cómo las pasan? Hablamos de miles y miles, no de una sola arma, y nada de eso camina solo. Tiene que haber alguien. Usted sabe de lo que estamos hablando. Y bueno, tercero, decimos que hay 40 mil desaparecidos a nivel federal. ¿Por qué antes no le pasaba nada a la gente inocente y ahora sí? Dejemos la cifra así, pero la cifra exacta no la sabemos. ¿Y toda la gente que ya se ha ido y por miedo no ha puesto su denuncia?
«Esta guerra, esta guerra sucia nadie la pidió y se ha llevado a mucha gente inocente. Se nos vino (encima) cuando empezaron los desaparecidos, cuando empezaron a llevarse niños, niñas. Cuando empezó el run run de que primero se los llevaban para los trabajos forzados y para la delincuencia; cuando empezamos a hablar de niñas y niños para la pornografía infantil, y luego para eso de la venta de órganos. Usted más que nadie, usted que vive en esta nación, sabe que se han llevado a periodistas por decir y alzar la voz. Ha sido el gobierno, y sigue, sigue y sigue. Entonces sí, sí lo digo, lo digo sin tapujos porque sé lo que he vivido. Y sí, sí tengo miedo, siempre lo he tenido».
– ¿Así fue con Felipe Calderón? ¿Así siguió con Peña Nieto y sigue con López Obrador? ¿Nada ha cambiado?
Pues sí, desde el momento en que no ha parado la sangre, que no han parado las desapariciones. Vea usted nada más las redes sociales, que mi hijo, que mi sobrino y que no sé quién más. Donde usted ponga la mano, ahí ve que asesinaron, que aquí, que cabezas acá, que le arrebataron al niño… Lo estoy viendo a diario, pero a mí que no me digan que antes no había más, que en el gobierno de Calderón no había más. No, eso es una estupidez. No, disculpe que se lo diga, que la gente diga que ahora con Andrés Manuel hay menos, o sea, es una estupidez. Es que no importa… Es como decir, allá se llevaron cuatro hijos y aquí uno. !Por el amor de dios¡ !Dolor es dolor¡ ¿Qué nos tendrá que pasar para que digamos las cosas como son, con argumentos. ¿O qué, te las tienen que arrancar de tu boca?
«Sí, sabemos perfectamente que ahora este señor se sentó en la silla (presidencial). Nunca había tenido yo ningún interés en votar, pero me tocó estar otro año más en Saltillo para visibilizar la desaparición de mi hijo. Llegué el domingo de las votaciones, yo cansada y eran filas y filas en la central camionera. Era un interés inmenso para votar, sentía que era el cambio y que nos iban a regresar nuestra tranquilidad. Era tanta, tanta la esperanza que se acabaron las boletas. Pero sigue la sangre y ahora más que nada tengo una decepción terrible, porque yo quería que Andrés Manuel tuviera mi voto y era mi voto de confianza, de esperanza, mi voto de mi tranquilidad, de que muerta en vida desde 2010 iba a recobrar el respiro, la paz. Estoy muy desilusionada con este señor. ¿Sabe por qué? Porque cuando llegó empezó a hablar del huachicol, huachicol y huachicol, se enfocó mucho en eso. Luego donde quiera lo escuchaba que vamos a meter a la cárcel a los que evadan impuestos, a aquellos que se roben la luz y no sé qué tanto. O sea, hablando de puras cosas materiales y que ya, que soy un hombre de palabra y que yo sí cumplo. A ver, ¿por qué no es hombre de palabra y que a cada gobernador le diga que ya estuvo, que hagan su chamba y que ya no haya delincuencia organizada? Entonces, ¿usted cree que yo le voy a decir que ya estamos mejor con este señor?
– ¿Recuerda aquella frase Ni perdón ni olvido? López Obrador dijo que sólo estaba a favor del perdón.
Ah, estuve en un foro en Ciudad Juárez donde empezamos a gritar ni perdón ni olvido y él nos calló. ¿Sabe qué nos dijo?, que él no estaba de acuerdo con que nosotras estuviéramos con esa consigna. A mí me consta porque lo escuché, ahí estuve, y entonces nos le fuimos a la yugular. Muchos padres le dijeron, bueno, pues a ver que a usted le pase esto, a ver si olvida, a ver si perdona. Y entonces ya le bajó. Me acuerdo que cuando vino a Chihuahua a pedir el voto le echó al gobernador Javier Corral. Empezó a decir ‘y este gobernador maracanero que nada más sirve para poner casetas’ y no sé qué, y todo mundo le aplaudía. Y ahora que ya es presidente viene y abucheamos a Corral porque no ha hecho bien su trabajo, y él nos calla. ‘Que les pido por favor que tengan respeto’ y que no se qué. Viera, a lo mejor en mi voz, en esta entrevista, me escucha con mi firmeza. La verdad es que esto hemos vivido. Nosotras hablamos desde el corazón, o sea, nosotras no hablamos con adornos ni con florecitas ni con nada. No, no, yo hablo lo que he vivido, lo que vivo y de lo que me encuentro en toda esta lucha. Mi hijo tiene 33 años, se lo llevaron cuando tenía 24.
– Si tuviera la oportunidad, qué les diría:
A Felipe Calderón: Que se fue y nos dejó una deuda terrible, que nos dejó mutiladas. Que no le alcanzarán sus días para tener respiro y pagar todo lo que le hizo a una nación.
A Enrique Peña Nieto: Que quizá se heredan las cosas y ciertas situaciones, que a lo mejor cuando estaba sentado (en la silla presidencial) de ahí se agarró y que no supo hacer bien su trabajo. Que yo no soy nadie para perdonar, pero que ellos todavía se pueden arrepentir de todas las atrocidades que permitieron. Que dicen que no, pero ellos aceptaron dinero del crimen. Están en deuda y ahora no como presidente, sino como ciudadano, como persona que le debe importar la nación, porque también tiene hijos, familia. Todavía está a tiempo de rescatar algo.
A Andrés Manuel López Obrador: Que sigue sucediendo, que siguen los desaparecidos, que sigue habiendo sangre derramada. Que nosotros tuvimos fe en él, que puse toda mi confianza en él y estoy esperando a que el hombre de palabra que dice es, que no lo diga de dientes para afuera, que se lo crea y que ahorita es tiempo de que empiece (a trabajar) por los que estamos sufriendo. Que fueron muchos años los que él luchó por un México nuevo, por una nación realmente libre y soberana, y que hoy espero que ese hombre de palabra empiece por lo más relevante que es la seguridad, la tranquilidad y salvaguarda de nuestro futuro. Eso le diría a nuestro presidente el día de hoy.
Foto de portada: Matthew Ansley (@ansleycreative) / Unsplash.
0 Comentario