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©Gaudencio Rodríguez Juárez*
Jueves 9 de junio de 2022
La adopción es un encuentro entre un niño, niña o adolescente que perdió los cuidados parentales y unos adultos que en muchos casos no tuvieron la posibilidad de procrear (en casos excepcionales sí hubieran podido, pero optaron por adoptar). No obstante, dicho encuentro suele estar lleno de obstáculos. Hoy mismo existen niños, niñas y adolescentes viviendo en centros de asistencia social o casas hogar susceptibles de ser adoptados, es decir, tienen liberada la patria potestad, al mismo tiempo que existen personas adultas con un certificado de idoneidad en la mano.
¿Por qué si ambas partes están listas para conformar una familia el encuentro no ocurre? ¿Por qué los primeros siguen viviendo en una institución si existen personas certificadas para darles un hogar?
En los últimos años el Sistema Nacional DIF reporta centenares de niños, niñas y adolescente liberados jurídicamente y que podrían irse en adopción, pero que siguen viviendo en las instituciones debido a que no coinciden con las expectativas de los adoptantes.
Por ejemplo, en el “Informe especial sobre la situación de los derechos de niñas, niños y adolescentes en centros de asistencia social y albergues públicos y privados de la república mexicana”, publicado en octubre de 2019 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, las Procuradurías de Protección indicaron tener registro de 579 niñas, niños y adolescentes susceptibles de adopción, de las cuales, 280 son niñas y 299 niños.
En la XXXIV Asamblea General de la Red Mexicana de Ciudades Amigas de la Niñez, llevada a cabo el pasado 28 y 29 de abril, en León, Guanajuato, el Sistema Estatal DIF de Guanajuato, informó de la existencia de 124 niñas, niños y adolescentes susceptible de adopción, ¡124 personas menores de edad que hoy podrían estar en casa!
Si siguen en las casas hogar, de acuerdo con las autoridades, es porque quienes tienen un certificado de idoneidad para adoptar no tienen la motivación para adoptarles al tratarse de niñas y niños grande y adolescentes, grupos de hermanos o porque padecen alguna enfermedad o incapacidad grave.
Es verdad que en el imaginario de quienes tienen planes para adoptar sigue presente la imagen de un una niña o niño pequeño, un o una bebé sano. Sin embargo, a más de algún adoptante certificado, le hemos escuchado su apertura para adoptar a una niña, niño o adolescente sin importar su edad o condición en la que se encuentre.
En otras ocasiones basta con compartir con los y las adoptantes la situaciones y características de los centenares de niñas, niños y adolescentes susceptibles de ser adoptados, para que sus expectativas se amplíen. “Confieso que siempre pensamos en adoptar a un bebé porque eso es lo que apareció en nuestra mente de manera espontánea, pero ahora que sabemos que hay niñas y niños más grandes, claro que estamos abiertos a recibirles”, es una expresión que con cierta frecuencia escuché como resultado de los procesos de reflexión y capacitación generados con adoptantes que al darse cuenta de la existencia de estas niñas, niños y adolescentes abren en buena medida su expectativa (no todos, no siempre, pero sí algunos y con la frecuencia proporcional a la efectividad de los procesos de adopción).
Es una tragedia que sea un abismo el que separe a niñas, niños y adolescentes de los adoptantes. Hoy las Procuradurías de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes tienen una gran oportunidad para tejer un puente entre ambas partes y reestablecerle los derechos a este sector de la población infantil.
Son muchas las acciones a emprender o fortalecer y las Procuradurías las tienen suficientemente detectadas: ampliar los equipos técnicos y dotarlos de recursos logísticos y técnicos a través de una capacitación especializada, promover la cultura de la adopción, facilitar y agilizar los procesos de información, sensibilización, capacitación, evaluación y acompañamiento de los y las adoptantes, etcétera, acciones que requieren de mayores presupuestos.
Urge un accionar del tamaño del problema que viven estas niñas, niños y adolescentes, los cuales, de acuerdo con la evidencia científica, por cada año que viven en una institución están perdiendo cuatro meses de desarrollo.
* Psicólogo / [email protected]
Foto de portada: Guillaume de Germain (@guillaumedegermain) / Unsplash.
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