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©Gaudencio Rodríguez Juárez*
Viernes 28 de abril de 2023
Los efectos de la violencia y los malos tratos no son los mismos cuando este inició en la adolescencia que cuando inició en la niñez. Se presume que haber soportado durante la niñez un abuso que duró años deja daños mayores que un maltrato iniciado en la adolescencia.
Los y las adolescentes a los que no se maltrató en la infancia no están habituados al maltrato, y, por ende, no suponen que deba ocurrir –condición necesaria para poderse reconocer como víctima de abuso parental cuando así sucede, junto con la capacidad de comunicación y con cierto grado de iniciativa personal para denunciar a sus agresores si esto es necesario–, capacidades que el abuso suele minar.
Los y los adolescentes abusados que también lo fueron durante su infancia, suelen estar más frágiles en el plano emocional que los que no lo fueron, y su nivel de dependencia suele ser extremadamente grande. Muchos de los que fueron abusados durante su infancia y que fueron apartados de su hogar para llevarlos a una institución residencial no tienen posibilidades de elaborar el abuso que sufrieron, y hasta pueden llegar a idealizar a sus padres maltratadores y estar ansiosos de retornar a ellos.
Coherencia cognitiva, baja autoestima, angustia y malas relaciones sociales son cuatro efectos que los investigadores John Eckenrode, Jane Levine y James Garbarino identifican en las personas adolescentes víctimas de violencia.
Coherencia cognitiva: El rechazo experimentado en las experiencias de abuso le transmite al niño, niña o adolescente directamente que no vale mucho. Al empeñarse en lograr la coherencia cognitiva, la persona procura conciliar siempre su realidad con sus sentimientos. A raíz de este proceso, siempre es posible que justifique el abuso parental autodegradándose.
Baja autoestima: La dominación, el rechazo, el fuerte castigo y abuso dan por resultado una merma de la autoestima. En tales condiciones, las y los adolescentes tienen menos experiencias de amor y de ética y tienden a volverse retraídos y sometidos, aunque de vez en cuando se pasan al extremo opuesto, el de la agresión y dominación. No se les ha dado la base para confiar en sí mismos. No tienen práctica en la sensación de competencia. Tienen pocas esperanzas de ver el mundo en forma realista o de tener un funcionamiento cotidiano eficaz, mucho menos de realizar todas sus potencialidades.
Angustia: Dado que las víctimas de abusos suelen desmerecerse a sí mismas, dependen en demasía de la opinión ajena, y por consiguiente se muestran ansiosas o angustiadas respecto de las señales que emite el entorno. Altos montos de angustia hacen que se magnifiquen los problemas reales, son causa de los fracasos y la falta de rendimiento escolar, temor al futuro y a la agresión. En general, el maltrato aumenta en la mayoría de los jóvenes su incertidumbre acerca de sí mismos y de su lugar en el mundo. Sienten que el mundo no es confiable ni ellos tampoco.
Falta de empatía: Las personas adolescentes maltratadas suelen reaccionar ante los niños de una manera que recuerda la reacción de sus padres ante ellos: son incapaces de tomar conciencia empáticamente de las necesidades del niño. Es decir, repiten la falta de empatía que tuvieron con ellos.
Malas relaciones sociales: Las personas adolescentes abusadas suelen estar mal preparadas para mantener relaciones sociales significativas con los demás. Suelen estar predispuestas a seguir siendo víctimas, con sentimientos de minusvalía, los cuales suelen traer otro efecto: la agresión, y sabemos que cuando un adolescente se torna agresivo empeora su relación con el mundo, incluso con sus pares.
Las afectaciones hoy documentadas por la ciencia explican que hoy la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes conceda un capítulo completo –el octavo– al derecho de Acceso a una Vida Libre de Violencia y a la Integridad Personal, y en su artículo 47 obliga a todas las autoridades de todas las entidades y niveles a tomar las medidas necesarias para prevenir, atender y sancionar los casos en que niñas, niños o adolescentes se vean afectados por cualquiera de los muchos tipos de violencia.
El derecho a la paz es ley. Cumplámosla.
* Psicólogo / [email protected]
Foto de portada: Andriyko Podilnyk (@andriyko) / Unsplash.
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