SOMOSMASS99
J. Manuel Chabolla Romero*
Miércoles 15 de marzo de 2023
Todo ser humano al relacionarse con sus semejantes suele adoptar o asumir alguna de estas tres actitudes, dicho sea en forma esquemática: personaje, personoide o persona.
El personaje se caracteriza por anteponer su status (título nobiliario, nombramiento jerárquico, origen étnico, apellido de rancio abolengo, etc.), existente o ficticio, al relacionarse con los demás. Respaldado en algún título o “etiqueta”, el personaje se cree en clara superioridad frente a sus semejantes y así se comporta: él es el que manda, el que sabe, el digno de crédito, el que no se equivoca, el mejor, el único…
Quien se comporta como personaje magnifica su propia dignidad y minimiza o procura anular la dignidad de los demás. Puede ser encantador cuando quiere, pero es incapaz de amar. En estas condiciones suele jugar roles como los siguientes: profeta, “salvador”, manipulador, autoritario, intrigante, prepotente, cínico, altanero, “perdonavidas”, o todos ellos, según le convenga.
Cuando las circunstancias así lo exigen, el personaje se mimetiza en personoide.
El personoide se caracteriza por su escasa autoestima. Impregna de frustración o de miseria sus relaciones interpersonales puesto que se coloca en situación de inferioridad frente a sus semejantes; ya sea que así lo crea, o así lo haga creer a los demás porque le conviene.
Una modalidad del personoide es de incondicional: se coloca a la vera de algún personaje para disponer a su antojo de “las sobras” del poder o de la riqueza. Está convencido de que “al que a buen árbol se arrima…” Este personoide actúa al margen de su propia dignidad, carece de respeto por sí mismo y en consecuencia puede ser tan servil y abyecto cuanto sea necesario.
Otra modalidad del personoide es la del que está peleado con la humanidad. Es excesivamente susceptible y suele estar a la defensiva puesto que cree que todos quieren aprovecharse, que lo atacan injustamente. En consecuencia se siente obligado a pelear a la menor provocación real o irreal, de palabra o de obra porque ellos le hicieron algo y él “no es ningún dejado”.
La tercera modalidad del personoide es la de “víctima permanente”. Todos los males de este mundo le caen encima y ante esto prefiere quejarse amarga y constantemente con quien se deje, en vez de buscar soluciones a sus desgracias verdaderas o imaginarias. Con frecuencia este tipo de personoide se deja pisotear realmente por los demás, puesto que ha perdido el respeto por sí mismo y el amor a la vida.
Algunos personoides, sobre todo los de la primera y segunda modalidad, cuando las circunstancias se los permiten, se mimetizan en personajes y son tan déspotas y prepotentes como el peor de éstos.
La persona, en cambio, tiene alta autoestima. No se siente ni mejor ni peor que nadie; tiene un claro sentido de su identidad, deja los títulos y nombramientos a un lado, no busca sacar ventaja de los demás pero tampoco se deja atropellar por los personajes.
Suele ser sencillo, cordial y servicial (aunque jamás servil) con sus semejantes. Tiene respeto por sí mismo y por los demás, independientemente de la condición de éstos, en lo étnico, profesional, político, religioso, económico, social…
Se conoce y se acepta a sí mismo. Reconoce sus limitaciones, acepta sus errores pero al mismo tiempo es consciente de sus cualidades y acepta sus aciertos. Todo esto le permite crecer, aportar algo a su mundo, trabajar con los demás, disfrutar de la vida y relacionarse sanamente con sus semejantes.
No es fácil convertirse en persona en un mundo competitivo y deshumanizado como el nuestro. Tampoco existen las personas perfectas: aquéllas que nunca han jugado al personaje o al personoide; pero si queremos mejorar la calidad de nuestras relaciones interpersonales tenemos que ser más personas y menos personajes-personoides.
La primera versión de este escrito data de 1995.
Versión corregida: marzo de 2023.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Ehimetalor Akhere Unuabona (@mettyunuabona) / Unsplash.
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