SOMOSMASS99
Agustín Galo Samario / SomosMass99
Ciudad de México / Lunes 16 de noviembre de 2020
Que haya zonas silenciadas y autocensura en Guanajuato, como lo denunciaron periodistas de Guanajuato tras el asesinato del reportero Israel Vázquez en Salamanca, nos recuerda que a veces las autoridades, actores criminales o la colusión entre ambos a nivel local, ni siquiera necesitan ocultar lo que está pasando. «O sea, ya con eso estás silenciando y ocultando la realidad», dice el académico y activista Fabrizio Lorusso.
En entrevista en el programa Conversaciones de SomosMass99, Lorusso explicó que, justamente, es matando periodistas o acosando a los medios de comunicación de distintas maneras, económicas o con agresiones, ya no se necesita «tanta opacidad» oficial, porque de plano ya no hay quien cuente la realidad o no hay quien la cuente con toda libertad.
«Entonces, (los medios) no van a negar fenómenos, pero publican partes, información escueta, sin investigación. Y eso va consolidando el discurso oficial, o el discurso de los poderes fácticos. A poderes fácticos me refiero a poderes que cuando la prensa está autocensurada, en dificultad, acosada, asesinada, mucho más pueden prevalecer con su discurso empresarial, de extracción de recursos naturales. O sea, intereses poderosos, de crimen organizado, pero también de autoridad. Esos son los poderes, legales, estatales y fácticos».
Porque cuando toda una serie de poderes logra prevalecer, pueden hacerlo porque crean consenso. Como diría Antonio Gramsci, construyen hegemonía, porque crean un sistema que jala. «Pero ahora estamos en la fase de bajada de la hegemonía panista y de la hegemonía de ciertos poderes fácticos en Guanajuato. Entonces, en la fase baja de ese consenso y de esa legitimidad, entran otros factores. A veces la mano dura, la coerción, o sea la dominación ya sin ese consenso, sin esa hegemonía cultural.
«Y silenciar a los medios… no sabemos quién lo haya hecho, no estoy diciendo que lo haga directamente un gobierno, no necesariamente aunque a veces sí (en Veracruz, la frontera norte, hay casos de ese tipo), el efecto final, sea quien sea el perpetrador, es de aniquilación de la democracia, de las libertades, de lo que podemos saber o no».
Para Lorusso hay señales de que eso está pasando en Guanajuato, de modo que si los periodistas dicen en su comunicado de protesta por el asesinato de un colega que reconocen que «hay zonas silenciadas y autocensura», entonces lo que están «señalando de manera muy discreta es algo que la punta de un iceberg (…) Y eso lo sabemos, es así, sin dar casos específicos porque, incluso, es peligroso poder hablar de ciertos temas. No tanto para mí, sino para las personas que estuvieron involucradas, y entonces (eso) ya es una realidad».
Además, agrega, hay un tema que debe ser más analizado: el discurso hegemónico. Explica: «Todo lo que nos cuentan de la mal llamada guerra al narco, que este sujeto fue asesinado o desaparecido por el cártel tal, tú no vas a saber quién era ni siquiera entrevistando a su familia. Todo es fuente oficial. Esta narrativa proviene de las mismas instituciones, entonces deberíamos desconfiar de ella en lugar de adoptarla, (porque es) como útil, taquillera. Culturalmente ya instalada, se llama narrativa hegemónica porque quien la debería cuestionar, quien debería decir que no es del todo así, la acepta.
«Es tan útil al sistema hablar así, porque la misma fuente oficial, la fiscalía, la policía, el poder político, el municipio, (es) la fuente primaria de la nota roja, de graves violaciones a derechos humanos o crímenes. (Esa narrativa) se instala en el discurso público y despolitiza. O sea, que una autoridad te dé información de este tipo, atribuyendo cualquier disputa, cualquier muerte, cualquier problemática, a la guerra contra las drogas o a la disputa por una plaza, o porque son dos bandas que se matan, es muy simplón aunque pueda tener una base de verdad».
Con ese discurso, también, se criminaliza a las víctimas. Con términos como narcofosas, narcocementerio. Así se reproduce la narrativa, ya instalada, en la que todos son delincuentes. O sea, no sólo el que lo hizo, sino también el que fue depositado, enterrado. Luego salen fotos impresionantes y ya se acabó. De modo que las fosas y los restos humanos encontrados en Salvatierra no son un crimen de lesa humanidad, no es una fosa común de guerra, como las de la exYugoslavia. No, simplemente, es un narcocementerio.
Sin embargo, de acuerdo a la filósofa Hannah Arendt, hay una cadena de respondabilidades que llevan a la violencia. ¿Pero de toda la cadena qué sabemos? ¿Qué sabemos de todo el circuito de la desaparición, por ejemplo? «Bueno, si le llamo narcocementerio, ya me lavé las manos», dice Fabrizzio Lorusso. Esa es la narrativa hegemónica.
En el video la entrevista completa:
Foto de portada (ilustrativa): Jakob Owens (@jakobowens1) / Unsplash.
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