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Oscar Alzaga*
Viernes 6 de mayo de 2022
“La ley ha sido siempre mi espada y mi escudo”.
– Benito Juárez. 1866.
Desde que se logró la independencia, en 1821, el país quedó dividido en liberales y conservadores; federales y centralistas; los que querían el cambio y los que querían conservar sus privilegios, etc. Esa división nacional se mantuvo favoreciendo a los conservadores y la dictadura de Santa Anna, en el poder hasta 1854, año en que Juan Álvarez lanzó el Plan de Ayutla con el apoyo de los liberales y el pueblo, que permitió a éstos avanzar y promulgar la Constitución de 1857. Entonces inició la guerra interna entre liberales y conservadores, de tres años, que ganan los liberales.
Ante la derrota, los conservadores acudieron a pedir auxilio al gobierno francés para entregar al país, subyugar al pueblo mexicano y mantener los privilegios que las clases altas y la iglesia tenían desde la colonia; lo que propició el desembarco del ejército francés y, al poco tiempo, la primera derrota extranjera, el 5 de mayo de 1862, en Puebla, pero Napoleón III envió mas tropas y armas para alcanzar el triunfo extranjero. Benito Juárez nunca aceptó la derrota de la nación, siempre llamó al pueblo a luchar y a la unidad.
Los traidores mexicanos se definieron en contra del pueblo y la nación; a favor de los extranjeros y sus privilegios, aun a costa de asesinar a miles y miles de mujeres, niños y hombres mexicanos. La reacción conservadora del siglo XIX nunca defendió sus posturas ni planes con la ley, ni de modo limpio, sus costumbres fueron al revés:
“La reacción, cuya máxima es que los motines militares sean, y no la ley, los que pongan y quiten las autoridades cuando les plazca. Por eso desde el año de 1828 hasta el de 1837 se estuvieron removiendo gobernadores cada año o cada 6 meses, porque elevados al poder por los motines no podían alegar un título legítimo para contrariar a los que se pronunciaban contra ellos. Por eso la reacción, consecuente con su máxima, ha sostenido su Plan de Tacubaya (1857) con tal obstinación, que no pudiendo luchar contra la fuerza nacional ha apelado al auxilio extranjero para llevar a cabo su idea de imponer su voluntad a la nación, y por eso los franceses, sus auxiliares, desconocen al gobierno legítimo del país y han establecido una farsa de gobierno en México (Maximiliano) contra la voluntad de la mayoría del pueblo mexicano. ¿Cómo, pues, nosotros, que hace seis años estamos luchando contra la máxima disolvente y antisocial, habíamos de cantar la palinodia, santificando el motín del puerto de Matamoros, que a mano armada nulifica la ley y destruye un gobierno legítimo?” (20-XII-1863)
Durante la invasión al territorio nacional por el ejército francés, de 1862 a 1867, Juárez aportó ideas fundamentales como la unidad del pueblo, y acciones históricas como la resistencia con dignidad y por la soberanía nacional, cuando el país estuvo a punto de caer en una colonia francesa. Y sobre el papel de los patriotas y el de los traidores de ayer, Juárez los identificó de modo claro, con ideas vigentes hoy:
“Nuestro deber es luchar en defensa de la patria. Y entre la defensa de una madre y la traición no encuentro medio alguno honroso.” (20-I-1864)
“Las gentes que no tengan fe en los esfuerzos de la nación y en la justicia de nuestra causa, que se vayan al campo enemigo. No hacen falta. Hay todavía mexicanos leales que nos ayudan.” (1-VII-1864)
Cuando el país cayó bajo el dominio del ejército francés en 1863, Maximiliano, en 1864, tuvo la pretensión de gobernar el país, apoyado por los conservadores mexicanos y dirigió una carta a Juárez, invitándolo a formar parte de su banda, la respuesta de Juárez fue:
“Es dado al hombre, señor, atacar derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”. (1-III-1864)
“Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exigen por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos o cualquier otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior; pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos privándolos de un buen derecho que, más valientes, más patriotas y más sufridos que nosotros, lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día.” (2-III-1865)
“El que [lucha y] no espera vencer, ya está vencido.” (5-I-1866)
Juárez, contra la invasión extranjera, organizó la resistencia popular, la guerrilla, elevó la moral del pueblo, y con todo y -sobre todo- logró la unidad del pueblo con la valentía y honradez de los liberales y su gobierno al frente; salvo los conservadores y la iglesia, que se pasaron del lado enemigo, con los franceses.
Durante la invasión yanqui de 1846 a 1848, Santa Anna estuvo al frente del país, pero fue todo lo contrario a Juárez: cobarde, corrupto, traidor y mantuvo al pueblo dividido, sin ánimo de lucha y descoordinado, aceptó la derrota nacional y se humilló a los yanquis, no se opuso al Tratado Guadalupe, que legalizó la entrega de la mitad del territorio. En la historia de México falta un estudio comparativo que destaque las enseñanzas de las dos invasiones de ayer, que siguen vigentes hoy.
Ante la inminente derrota del ejército francés, de Maximiliano y los conservadores, e igualmente cercano el triunfo mexicano, el 5 de mayo de 1867, al conmemorar esa fecha gloriosa de 1862 de Puebla, Juárez exclamó:
“Pueblo de México, amados conciudadanos, el baño de sangre por el que ha pasado la República no podrá ser olvidado jamás. La sangre de vuestros hijos, la sangre de vuestros esposos, la sangre de vuestros padres, no será derramada de manera inútil porque al afianzarse la República se afianza la soberanía nacional. (…) Y el concierto de todas las naciones admirará a este pueblo, hoy por los siglos hasta siempre jamás, recordad esto, no podemos flaquear, porque nuestra recompensa será la gloria eterna y el respeto de todos los pueblos y naciones que sabrán que México no es un lugar para venir a buscar aventura ni batalla para someter a un pueblo a la esclavitud. En este momento os digo, ¡mexicanos!, la libertad es una realidad, la libertad es un ejemplo nuestro para todas las naciones y los pueblos y orgulloso estoy hoy de ser el presidente de los mexicanos porque la nación realmente es hoy madura, respetada, temida, bravía, fuerte y esta lucha será el inicio, el comienzo de una grandeza que nunca acabará.”
Juárez defendió la nación de los conservadores del siglo XIX; después, de los extranjeros y los traidores nacionales sin abandonar nunca el país, aunque su vida estuviera en peligro. Y todos los enemigos terminaron fusilados en el Cerro de las Campanas: Maximiliano, Miramón y Mejía, el 19 de julio de 1867.
Los conservadores de hoy, del siglo XXI, ¿ponen en peligro la soberanía nacional y las vidas de los mexicanos? ¿Acaso siguen los mismos pasos que en el siglo XIX?
La soberanía nacional económica, desde luego, al entregar las empresas públicas estratégicas y prioritarias del desarrollo nacional a los extranjeros y a los oligarcas nacionales (que guardan sus fortunas fuera del país); cuando entregan los fondos de pensión a la banca extranjera; cuando entregan empresas claves aun para la seguridad nacional y la ponen en peligro; desde luego que sí son traidores a su nación y pueblo al actuar contra ellos y a favor de los extranjeros o conservadores a su servicio. Los conservadores actuales también ponen en peligro la vida del pueblo al poner el sistema de salud a la disposición del extranjero y al disminuir el presupuesto, al desmantelar su infraestructura y desarrollo, al privatizar sus servicios y guarderías, la educación y la vivienda, los alimentos y la agroindustria contribuyen a poner en peligro la vida de bebés, niños, mujeres, personas de la tercera edad y, en general, a la ciudadanía escasa de recursos, la mayoría nacional.
¿Qué ocurrió en la guardería ABC sino una matanza de bebés y niños, por lucrar con ellos los dueños de la guardería subrogada? ¿Qué ocurrió con la pandemia del Coronavirus, cuando sorprendió a la nación con una infraestructura destruida por los gobiernos conservadores y neoliberales? ¿Dónde están los fondos de pensión del IMSS e ISSSTE con los que antes se apoyaba el desarrollo de las dos instituciones básicas de la salud del pueblo trabajador? ¿Por qué apoyar a la banca de los millonarios extranjeros y nacionales con los ahorros de la nación, con planes de emergencia para su rescate, y negarse hacerlo con planes de emergencia para el rescate del pueblo pobre, la mayoría nacional? ¿Son o no actos de traición a la patria, al pueblo y la nación, esos actos conservadores y neoliberales?
* Abogado del Sindicato Minero y la Confederación Internacional de Trabajadores (CIT), miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD), la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas (ALAL), y la Asociación Internacional de Juristas Democráticos (AIJD).
Imagen de portada: Benito Juárez. | Dibujo vía Wikimedia Commons.
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