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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 4 de octubre de 2024
El hecho de que en ejercicio de su soberanía un pueblo o un país decidan llevar a cabo cambios políticos, económicos y sociales en busca de mejoras en sus condiciones de existencia es inaceptable para el imperialismo porque, además de ser un mal ejemplo para los que padecen el yugo imperial, ello supone la pérdida del control sobre gobiernos y regiones con recursos estratégicos que los imperialistas consideran suyos.
Tal control se ejerce a través de las clases dominantes-dominadas que gobiernan mediante un sistema de reglas que el imperialismo impone y al que, paradójicamente, llaman «democracia».
Tales «democracias» mantienen superestructuras que producen y reproducen las condiciones ─políticas, económicas, ideológicas, culturales, e incluso represivas─ que permiten que el control y dominio lo ejerzan quienes tienen el poder económico.
Para que un sistema político sea aceptado como «democrático» por los «guardianes de la libertad y la democracia» debe existir la competencia de partidos y un orden favorable a los requerimientos del capital y sus representantes. Cualquier país que no cumpla con esas características es calificado de antidemocrático.
En la vida política de México después del periodo revolucionario de 1910-1917, durante los primeros años después de la promulgación de la Constitución de 1917 surgieron varios partidos políticos; sin embargo, dominaba la facción que resultó vencedora en la lucha armada de la Revolución. En esa época, que no puede catalogarse como democrática, hubo resistencia y presiones internacionales, principalmente de Estados Unidos, a la aplicación del artículo 27, el que por su espíritu nacionalista afectaba a los monopolios que operaban en el país, sobre todo a los mineros y petroleros. Cuando el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) lo hizo efectivo lo tildaron de comunista, por impulsar la participación del pueblo y apoyarse en él.
De 1940 a 2018 los principales puestos de gobierno y el poder político estuvieron subordinados a los poseedores del poder económico. En ese tiempo existieron muchos partidos políticos y uno de ellos, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se decía heredero y continuador de la Revolución, ocupó la presidencia de la República, con excepción de dos sexenios (2000 a 2012) en que la ocupó el Partido Acción Nacional (PAN), surgido a finales del gobierno de Lázaro Cárdenas, como oposición al cardenismo.
Durante todo ese tiempo prevaleció la antidemocracia y se reprimió la disidencia de diversos sectores populares que exigían democracia y libertad, sin embargo los «guardianes de la libertad y la democracia» permanecieron callados, porque sus intereses y privilegios políticos y económicos estaban bien protegidos.
Durante el periodo neoliberal (1982-2018) se recrudeció la antidemocracia ─al grado que con la complicidad del PRI y del PAN se realizaron tres fraudes electorales en elecciones presidenciales ─1988, 2006 y 2012─ y se privilegió como nunca al capital monopólico local y extranjero, al mismo tiempo que se despojó de bienes y riquezas a la nación y de derechos a los trabajadores, a los campesinos y a los pueblos originarios. Y el silencio de los «guardianes» se mantuvo.
En 2018 el hartazgo del pueblo alcanzó tal nivel que se alzó en urnas. En la elección presidencial del 1 de julio votó por la opción política que propuso un proyecto diferente al neoliberal; lo hizo masivamente y cerró la puerta a cualquier posibilidad de fraude. Sin embargo, la oligarquía, la alta burguesía y sus fieles servidores ─a sueldo─ así como los sectores políticos desplazados, constituidos todos en la oposición de derecha, desde su inicio calificaron al nuevo gobierno de autoritario y dictatorial, haciéndose eco de ellos la derecha internacional y los citados «guardianes». El gran pecado del nuevo gobierno: promover la participación del pueblo y atender en primera instancia a sus sectores más desprotegidos y vulnerables, lo que afectó privilegios de quienes se beneficiaban con el anterior orden de cosas.
Al cumplirse el ciclo de ese gobierno, que encabezó Andrés Manuel López Obrador, la oposición de derecha y sus aliados internos y externos intentaron recuperar el control del gobierno federal, y en la elección del 2 de junio pasado sufrieron una derrota aún más escandalosa que seis años antes.
Ante la nueva derrota electoral, que significaba la continuación de un proceso de transformación iniciado por el gobierno de López Obrador, y la aprobación de reformas a la Constitución, se desató una ofensiva de la derecha y sus aliados para detenerlas, sobre todo la judicial, debido a que el Poder Judicial, inmerso en la corrupción, en buena medida era el sostén del «estado de derecho» que permitió la devastación neoliberal.
Para evitar la aplicación de esa reforma la derecha local ha llegado al extremo de solicitar la intervención de gobiernos y organismos extranjeros; y lo que es el colmo, en un desplante de cinismo y altamente ofensivo, uno de los voceros del imperialismo, el periódico británico Financial Times, en un artículo con el título de «México se desvía de Norteamérica: Washington debería preocuparse».[1] argumentando de manera cínica y prepotente que «No es demasiado tarde para salvar la frágil y joven democracia mexicana, y es probable que Washington pague un alto precio a largo plazo por su inacción»,[2] llama al gobierno de Estados Unidos a intervenir en México.
Cuando ese medio afirma: «La apuesta de Claudia Sheinbaum por la Cuarta Transformación pone en riesgo décadas de reformas»,[3] no oculta y exhibe el interés, simpatía y necesidad de los imperialistas de que se mantenga el orden instaurado por los neoliberales.
Lo anterior se confirma con una afirmación en la que combinan preocupación, mentiras y amenazas: «Las empresas estadunidenses están molestas por el desmantelamiento del Poder Judicial independiente de México y la eliminación prevista de los controles y equilibrios. Los cárteles de la droga controlan territorios cada vez más extensos. El Congreso de Estados Unidos está tomando nota y también los inversores».[4]
Tal es la mentalidad imperialista. En su arrogancia se sienten los dueños del mundo y desprecian a los pueblos; no se han dado cuenta que el mundo ha cambiado y que la decadencia del sistema y la «democracia» que han impuesto son irreversibles y la acelerará la decisión soberana de los pueblos de ser libres y dueños de su destino.
Notas:
[1] La Jornada. El Financial Times llama a EU a intervenir en México. 28-09-2024, p. 5
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Lázaro Cárdenas conversa con campesinos al pie del ferrocarril. | Foto: CNDH.
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