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Esther Sanginés García*
Miércoles 7 de diciembre de 2022
Hubo un tiempo en que teníamos derechos laborales, educación pública de excelencia, un sistema de salud que nos protegía, una jubilación digna, una época en que los campesinos trabajaban en sus ejidos y el Bajío era el Granero de México. ¿Podremos lograrlo nuevamente para los jóvenes y los niños? Si se pudo en 1917, ¿por qué no ahora? ¿Quiénes seguirán el ejemplo de los constituyentes yucatecos?
Dejo las preguntas en el aire. Por ahora, quiero invitarlos a dar un vistazo a la actividad política y la labor educativa que se llevó a cabo en Yucatán, porque su experiencia fue decisiva en el Congreso Constituyente, de tal modo que la redacción del Artículo Tercero de la Constitución Mexicana se debe en parte a ellos; lo mismo puede decirse de los artículos 27 y 123; pues fue en esa hermosa península de la República dónde se llevaron a cabo una lucha obrera, la guerra de los pueblos mayas, y la organización de los maestros.
Y es que Yucatán, durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX fue un caldero; en 1847, cuando los gobernantes y el ejército de los Estados Unidos estaban invadiendo México, los pueblos mayas, hartos de las condiciones de vida, trabajo y opresión en la que vivían a manos de criollos y mestizos, del trato esclavista que les daban los hacendados, se levantaron en armas por la defensa de su territorio y de su dignidad. Su lucha se conoce como Guerra de Castas. La oligarquía de la península no pudo contra los mayas, la guerra duró más de 50 años, fue una lucha sangrienta que costó la vida a más de 250 mil personas.
En plena guerra, el 11 de mayo de 1858, el distrito de Campeche declaró y consiguió su independencia de Yucatán, transformándose en un estado independiente. Y en ese ambiente de divisiones, guerra e injusticia, muchos yucatecos conscientes: profesionistas, maestros, artesanos, comerciantes menores, obreros, pequeños empresarios, e incluso militares de carrera, dejaron de lado las divisiones internas para participar en la defensa de la República, combatiendo al lado de Benito Juárez. La casta divina aliada de los conservadores se unió a Maximiliano y durante el imperio mantuvo el poder gobernando la península a través de “Comisarios Imperiales”.
En 1867, tras largas luchas, se restauró la República, quedando como gobernador de Yucatán Carlos Cepeda Peraza (que había luchado junto a Benito Juárez y Melchor Ocampo), por sus convicciones liberales promovió la educación laica y la cultura, durante su administración se crearon la Biblioteca Central, el Museo de Arqueología e Historia; y el Instituto Literario de Yucatán (1867). Del Instituto literario de Yucatán surgió la Escuela Normal de Profesores (1868), que en 1870 dio origen a la Escuela de Instrucción Primaria Inferior y Superior. En el Instituto Literario de Yucatán estudiaron la preparatoria los delegados al Congreso Constituyente de Querétaro.
En la Escuela Normal se enseñaban y discutían todas las corrientes pedagógicas de la época y las prácticas que engendraban lo mismo Ferrer Guardia o John Dewey, que “los sistemas característicos de la Escuela Nueva de Essllander, la escuela por el trabajo del cubano Alfredo Aguayo y la casa del bambino de María Montessori”[1].
Varios maestros yucatecos, desde las últimas décadas del siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo XX, dejaron obra escrita (que es el período al que se refiere este artículo). Sus aportaciones se dieron en el marco de la rebelión maya, a la que muchos apoyaron, de los excesos de la llamada casta divina, el derrumbe de la dictadura porfirista y la participación a favor de la aparentemente lejana y siempre presente revolución mexicana.
La primera chispa de la revolución mexicana[2] se dio en Valladolid, el 4 de junio de 1910. La Revolución de Valladolid era la protesta viva, que indicaba el divorcio entre el poder público y el pueblo yucateco; divorcio que a gritos exigía «debidamente», porque la revolución es un DERECHO y porque la libertad no se pide de rodillas, sino de pie, erguido, con el rifle en la diestra, a los gobiernos que conculcan, prevalidos de su fuerza y de su orgullo, hasta los más elementales Derechos del Hombre [3].
La gota que derramó el vaso se debió al fraude electoral de 1909, los candidatos fueron José María Pino Suarez por el Partido Nacional Antirreeleccionista y Delio Moreno por el Partido Electoral Independiente. Don Porfirio ignoró los resultados de las elecciones y decidió que el oligarca Enrique Muñoz Aristegui, incondicional suyo, quedara en el mando. Pino Suarez y Delio Moreno tuvieron que exiliarse antes de que los mataran en caliente. Los inconformes del municipio de Valladolid se rebelaron y fundamentaron su pronunciamiento con el Plan de Dzelkoop, cuyo párrafo inicial era:
Los que abajo suscribimos, ciudadanos mexicanos en el pleno ejercicio de nuestros derechos, nos hemos reunido espontáneamente para acordar las medidas indiscutibles y urgentes, a fin de evitar que el Estado sucumba en manos de un gobierno déspota y tirano; gobierno formado por una sola familia de esclavistas, cuya única ambición es apoderarse de todas las principales riquezas del país, y reducir al sufrido pueblo a braceros de sus ricas propiedades. El actual gobierno no es legal, porque no ha sido ungido por el voto popular…[4].
La represión no se hizo esperar, los principales líderes fueron fusilados. A pesar de lo que afirma Carlos Menéndez no fue la primera chispa. En el mismo Valladolid, en 1909, se había dado ya otra rebelión. Ya en el fragor de la Revolución Mexicana, Madero desde Nueva Orleans nombra a Pino Suarez gobernador provisional de Yucatán. No llegó pacíficamente al cargo, los yucatecos vencieron al gobernador Aristegui que salió huyendo hacia Cuba y, del 5 de junio al 11 de agosto, Pino Suarez fue gobernador provisional de Yucatán. Convocó a elecciones y volvieron a contender Delio Moreno y el mismo Pino Suarez; en un triunfo muy discutido quedó Pino Suarez como gobernador, cargo que desempeñó del 17 de octubre al 15 de noviembre de 1911, lo dejó porque le esperaba una responsabilidad mayor, acompañar a Madero como vicepresidente.
Después de la Decena Trágica se impuso a un hacendado huertista como gobernador de Yucatán. Nuevamente la oligarquía en el poder, la lucha por recuperar el estado fue enconada. Nos da una idea el saber que entre 1911 y 1915 hubo en Yucatán 14 gobernadores; ninguno pudo permanecer más allá de unos cuantos meses.
Carranza intentó imponer un par de gobernadores en 1914; el último, Toribio de los Santos, fue derrocado por un miembro de la oligarquía, Abel Ortiz Argumedo, quien trató de congraciarse con Carranza, sin resultados. Harto de la situación y necesitado de los ingresos que dejaba el henequén, el jefe máximo comisionó a uno de sus más destacados y brillantes generales para recuperar Yucatán. Así fue como Salvador Alvarado se enfrentó a un ejército “pertrechado con el oro henequenero”.
Dos días le tomó a Alvarado vencer a Ortiz Argumedo. El gobernador golpista de la Casta Divina “Zarpó hacia Cuba llevándose con él buena parte del tesoro estatal, junto con otros fondos privados que sus patrocinadores le habían confiado para conducir los hechos bélicos” (esto último pónganlo en duda porque la fuente es Wikipedia). El 19 de marzo de 1915, Salvador Alvarado se proclama gobernador del estado y comandante militar de la región, en nombre del ejército constitucionalista.
Durante todo ese tiempo (1911-1915) los movimientos sociales se fortalecieron a pesar de la represión, la anarquía política y las luchas por el poder. Fueron los maestros, los obreros, los trabajadores agrícolas, los mayas que quedaron en Yucatán, quienes se convirtieron en las bases activas del socialismo yucateco [5].
Los maestros sembraban la semilla de la revolución, no sólo criticaban la educación que se llevaba a cabo en la península, sino en todo el país, y para demostrar que otra relación educativa era posible, realizaron importantes innovaciones pedagógicas [6]. No sólo enseñaban en las aulas, desde la educación primaria hasta el Instituto Literario de Yucatán, los derechos humanos, la libertad y los principios de la democracia, también se involucraron en la acción política contra la oligarquía yucateca y la dictadura porfirista. Algunos fueron perseguidos y encarcelados por sus ideas pedagógico-políticas, y por su acción, que lo mismo impulsaban la creación de escuelas rurales en las haciendas henequeneras, que promovían el maderismo primero y el constitucionalismo después; que escribían libros y artículos para denunciar la situación, económica y política del país y del estado, y criticaban la enseñanza que se basaba exclusivamente en la memorización, como si los niños fueran un “saco sin fondo”. Contra esa forma proponían que los niños lograran el desarrollo armónico y progresivo de sus facultades humanas (el libro de José Inés Novelo, El problema de la Instrucción Pública en Yucatán, que fue escrito en 1909, es una excelente referencia). Fueron precursores de la escuela racionalista y de la educación armónica y completa de los niños, basada en la ciencia moderna y en la moral materialista, que cultivara la sensibilidad, la inteligencia la voluntad y las facultades físicas de los educandos, una educación intelectual, moral y estética.
Una síntesis del contexto la podemos ver en la siguiente cita:
…el efervescente movimiento político-electoral maderista en Yucatán fue la coyuntura con la que se abrió paso la ruptura definitiva entre las élites oligárquicas del estado, como consecuencia de la agudización de las contradicciones económicas y políticas que se dieron entre ellas.
Poco antes de la llegada del general Alvarado, en el lapso comprendido entre 1909 y 1912, la estructura de poder se caracterizó por una gradual pérdida del control político por parte de la oligarquía yucateca, aunque ésta continuó ejerciendo el control económico… el periodo 1912-1915 estuvo caracterizado por un relativo vacío político en la conducción de la entidad y por una persistente inestabilidad, ya que las distintas facciones que actuaban en la escena política luchaban entre sí para mantenerse en el poder”.
Y en ese vacío lucharon los maestros, los obreros, las mujeres que formaban el movimiento feminista. Cuando Salvador Alvarado venció a Argumedo y tomó el poder en Yucatán (el 19 de marzo de 1915), inició un programa de reformas amplias, profundas, que respondían a los anhelos del pueblo, por lo que fue aceptado por la gran mayoría de los yucatecos:
…y para sorpresa de los habitantes de Yucatán el militar proponía mejoras rápidas para la mayoría de la población, lo que provocaba muchos comentarios: “Este hombre es muy extraño todavía no se enfrían los rifles de sus soldados y ya está hablando de fundar escuelas, alzar el precio del henequén y bajar el costo de los alimentos básicos”[7].
Toda la efervescencia política que existía en Yucatán pudo canalizarse; varios autores, incluso, consideran que el “gobierno encabezado por el general Salvador Alvarado en Yucatán, fue una suerte de laboratorio que exploró algunos de los proyectos políticos que más tarde nutrieron el espíritu revolucionario plasmado en la Constitución de 1917. Desde luego, el ámbito educativo, con todas sus tradiciones locales, no podía ser la excepción”. Así empezaron congresos de maestros, obreros, mujeres, feministas. También se dio la posibilidad de formar el Partido Socialista del Sureste, cuyo líder fue Felipe Carrillo Puerto.
Del 11 al 15 de septiembre de 1915 se llevó a cabo el Primer Congreso Pedagógico en Mérida, donde se discutieron las diferentes formas de enseñanza entre educadores con diferentes prácticas y distintas ideologías: desde la escuela racionalista que tenía una fuerte raíz anarquista que en Yucatán creció junto con el Partido Liberal Mexicano, contra su extremo, la “educación escolástica”, escuela que dependía de la alta jerarquía católica y que educaba a los niños de una forma dogmática y confesional. Otra posición bien fundamentada era la de aquéllos que estaban convencidos del progreso y la modernidad democrática con una fuerte postura anticlerical y desarrollista, más cercana a Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. Entre esos polos estaban los partidarios de la escuela de la acción y más hacia el ala materialista de la revolución se encontraban los partidarios de la escuela del trabajo. Todas esas posturas se discutieron no siempre de manera muy respetuosa en los congresos pedagógicos, también en las revistas, en los libros que publicaban los maestros.
Tras el primer Congreso Pedagógico que organizaron los maestros, y que fue presidido por Rodolfo Menéndez de la Peña, el trabajo educativo se impulsó aún más, se crearon más de 1000 escuelas en el territorio del estado (que dinero había, al organizarse por el estado la venta del henequén y sus productos) y por lo menos una biblioteca pública en cada municipio. La lectura se fomentó, y con ella la libre discusión, en ese ambiente se organizó el Partido Socialista Obrero, que fue el antecedente del Partido Socialista del Sureste, se crearon también las Ligas de Resistencia que impulsaron el trabajo de Salvador Alvarado y tiempo después apoyaron a Felipe Carrillo Puerto. Las leyes, las reformas, que siguieron a la acción participativa transformaron de manera permanente la vida en el estado de Yucatán.
En 1916, hubo un segundo congreso pedagógico, en él participaron obreros y trabajadores agrícolas. Y con toda esa experiencia se participó en el país en la Convención de Aguascalientes y en el Congreso Constituyente de Querétaro.
Al Congreso Constituyente acudieron como representantes de Yucatán, diputados que fueron elegidos por los partidos o por los distritos que los conformaban:
Por el distrito de Mérida fue el periodista Antonio Ancona Albertos, con una gran trayectoria en la lucha contra la dictadura porfirista, había sido secretario particular de José María Pino Suárez, padeció la prisión por sus ideas, se exilió en Cuba y cuando regresó a México lo hizo por Sonora, donde se unió a la revolución constitucionalista; ya en 1915, colaboró con Salvador Alvarado en la organización de sindicatos obreros y en el establecimiento del régimen socialista, estuvo en la discusión y redacción de los artículos 3°, 27 y 123, entre otros.
Por el distrito de Progreso se eligió a Enrique Recio Fernández, quien curso el bachillerato en el Instituto Literario de Yucatán y posteriormente inició la carrera de abogado en la Escuela de Jurisprudencia; aunque no la terminó, sus conocimientos de derecho le permitieron hacer grandes aportaciones a la naciente Constitución. Tenía experiencia política, pues desde 1911 participó activamente en la organización del movimiento obrero en Yucatán, fue fundador de la asociación obrera Francisco I Madero, apoyó después el constitucionalismo. “Durante el gobierno de Salvador Alvarado fue presidente del tribunal de arbitraje, una de las primeras instituciones creadas por Salvador Alvarado en Yucatán a partir de las leyes denominadas Cinco hermanas «La ley Agraria, la de Hacienda, del Trabajo, del Catastro y la Ley Orgánica de los municipios del Estado». La Ley del Trabajo se anticipó a la derivada de la Constitución Federal de 1917”[8]. Enrique Recio participó en la redacción del artículo tercero constitucional, estuvo también en los debates sobre el artículo 123 y el 27, entre otros.
Por el distrito de Tekax fue Miguel Alonso Romero, una persona muy interesante y congruente, realizó los estudios iniciales en su Tekax natal; para estudiar la preparatoria fue a Mérida (probablemente al Instituto Literario), al terminar ingresó a la escuela de Medicina, se tituló en 1913 (a pesar de todas las revueltas, la vida seguía), fue adquiriendo una amplia cultura y con ella gran amplitud de miras, fue miembro de diversas asociaciones sanitarias y culturales; cuando Salvador Alvarado llegó a la Península, se unió a su equipo con el objetivo de influir para mejorar las pésimas condiciones de vida y salud que se padecían en su región y en toda la península. Primero fue médico de ferrocarriles, allí participó con los ferrocarrileros revolucionarios; además de realizar su labor como médico, más tarde fue jefe de los servicios médicos de la división del sureste, desde su puesto apoyó decididamente todas las iniciativas reformistas de Salvador Alvarado. Se desempeñó como presidente de la junta superior de sanidad de Yucatán y lo eligieron para presidir el congreso estudiantil que se desarrolló en Mérida (aunque ya no era estudiante). En octubre de 1916 fue electo como diputado Constituyente por el quinto distrito electoral de Yucatán con cabecera en Tekax, en las asambleas formó parte del grupo más radical y beligerante, con el propósito de modificar de manera sustancial el proyecto de Constitución presentado originalmente por Venustiano Carranza. Sus aportaciones fueron muy importantes en la redacción de todos los artículos, especialmente del 3º, 27 y 123. Les presento un testimonio:
El 13 de agosto de 1917, los diputados Jesús Ibarra, Miguel Alonso Romero y José Siurob, pertenecientes al bloque socialista del Congreso, solicitaron que la Secretaría de Hacienda explicara por qué había contratado a dos asesores de Estados Unidos en materia financiera. Los diputados consideraron grave ese hecho por ser una intromisión de personas extranjeras en los asuntos de una de las ramas más importantes y delicadas, como lo era la hacendaria.
Señalaron que, al conocerse la noticia en la prensa, había causado inquietud. Reconocieron la actitud patriótica y nacionalista del gobierno de Carranza, por lo que, para disipar cualquier duda, querían que el titular del ramo expusiera sus razones ante el Congreso [9].
Por el distrito de Izamal fue Héctor Victoria Aguilar, trabajador ferrocarrilero, quien había sido uno de los organizadores de la primera huelga en Yucatán, le cedo la palabra:
“Quiero hacer una aclaración […] tal vez los obreros que están en mejores condiciones en estos momentos en la República, gracias a la revolución constitucionalista, son los del Estado de Yucatán; de tal manera, que somos los menos indicados, según el criterio de algunos reaccionarios o tránsfugas del campo obrero, para venir a proponer esas reformas; pero nosotros pensamos y decimos al contrario; si en el Estado de Yucatán estamos palpando todos estos beneficios, si allí los trabajadores no le besan la mano a los patrones, si ahora lo tratan de tú a tú, de usted a usted, de caballero a caballero; si por efecto de la revolución los obreros yucatecos se han reivindicado, señores diputados, un representante obrero del Estado de Yucatán viene a pedir aquí se legisle radicalmente en materia de trabajo. Por consiguiente, en mi concepto deben trazarse las bases fundamentales sobre las que ha de legislarse en materia de trabajo, entre otras, las siguientes: jornada máxima, salario mínimo, descanso semanario, higienización de talleres, fábricas, minas, convenios industriales, creación de tribunales de conciliación, de arbitraje, prohibición de trabajo nocturno a las mujeres y niños, accidentes, seguros e indemnizaciones…”[10].
Para concluir
Pues a Héctor Victoria Aguilar y a sus compañeros yucatecos en el Congreso Constituyente, les debemos la inclusión de la jornada de 8 horas, del salario mínimo y de todos los derechos laborales incluidos en el artículo 123, en él se discutieron dos temas relacionados directamente con las niñas, niños y adolescentes: la educación y el trabajo. La discusión del artículo 3° fue la más acalorada de todo el Congreso Constituyente, finalmente el 16 de diciembre de 1916, por 99 votos a 16, se impuso que la educación impartida por el Estado sería laica. Por su parte, los derechos laborales de los niños y adolescentes se incluyeron en el artículo 123. Se prohibió el trabajo nocturno y en condiciones insalubres. Se prohibió el trabajo para los menores de 12 años y los mayores tendrían una jornada máxima de seis horas.
Ahora nos toca a nosotros, recuperar el rumbo en este largo camino por la Dignidad.
Notas:
[1] Gregorio Flores Quintero, en su crítica a la escuela racionalista, menciona todas las corrientes que se discutían en Yucatán.
[2] Menéndez, Carlos R., La primera Chispa de la Revolución Mexicana, en Ernesto de la Torre Villar, Lecturas Históricas Mexicanas. historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/lecturas/T3/LHMT3_026.pdf
[3] Ídem, p. 228-229.
[4] Ídem.
[5] Porque en tiempos de Don Porfirio, el 4 de noviembre de 1901 −según algunas fuentes− los Diputados de Congreso Mexicano, siguiendo órdenes de Don Porfirio, votaron, la separación del territorio ocupado por los mayas rebeldes y convertirlo en el territorio de Quintana Roo. Según otras fuentes, fue el 24 de noviembre de 1902 cuando por órdenes del presidente Porfirio Díaz, se proclamó el territorio de Quintana Roo, donde quedaron segregados y aislados los mayas rebeldes, el territorio fue administrado desde la ciudad de México.
[6] Algunos de los más destacados fueron: José Inés Novelo, Agustín Franco Villanueva, José de la Luz Mena Alcocer, Manuel Alcalá, Rodolfo Menéndez de la Peña, Manuel Sales Cepeda, Artemio Alpizar Ruz, Edmundo Bolio, Santiago Pacheco Cruz, Ricardo Minenza Castillo, Vicente Gamboa A., Hircano Ayuso y O’Horibe, Albino J. Lope, Eduardo Urzáiz Rodríguez y Manuel Alcalá Martín, todos hicieron desde diferentes posiciones grandes aportes a la educación y la pedagogía. Si quieren conocerlos un poco más, breves biografías y reseñas de sus obras se encuentran en la red. Pues todos publicaban en diversos medios y órganos de divulgación pedagógica y literaria de la época.
[7] Aurora Cano Alvarado, Salvador Alvarado. Biografías para niños. inehrm.gob.mx/recursos/Libros/Salvador_Alvarado_BiogNin.pdf
[8] Cásares G. Cantón, Raúl; Duch Collel, Juan; Zavala Vallado, Silvio et al (1998). Yucatán en el tiempo ISBN 970-9071-04-1. Mérida, Yucatán.
[9] www.mexicoescultura.com/actividad/175706/13-de-agosto-de-1917-debate-sobre-asesores-financieros-norteamericanos.html
[10] Victoria Ojeda, Jorge, El Constituyente por Yucatán, Héctor Victoria Aguilar, en La Carta Magna de 1917. Breves Notas Sobre Un Personaje Semi Olvidado.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece la autora.
Imagen de portada: Instituto Literario de Yucatán, hoy Universidad Autónoma de Yucatán. | Foto: Wikimedia Commons.
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