SOMOSMASS99
Alfonso Díaz Rey*
Viernes 22 de marzo de 2024
La presencia de un gran número de cabilderos en las cámaras del Poder Legislativo no debería sorprendernos, sin embargo debe ser motivo de preocupación. No sorprende porque es una de las maneras que la clase dominante utiliza para, desde esas instancias, abogar por sus intereses; es preocupante porque esos intereses son opuestos a los de la nación.
Esos personajes se dedican, de formas que van de lo sutil a lo burdo y descarado ─corrupción incluida─, a influir en las decisiones de los legisladores, que se supone son representantes del pueblo, para favorecer intereses particulares, generalmente los del capital y de quienes lo poseen.
La presencia de esos personajes y su actividad, el cabildeo, empobrecen y degradan la democracia, porque excluyen al pueblo en la toma de decisiones importantes para la nación.
Los legisladores deben tratar con temas y problemas de lo más diverso, a los que deben darle una salida o solución mediante leyes y reglamentos que establezcan, de la manera más práctica posible, las formas y los métodos para su atención o solución.
Está claro que los miembros del Poder Legislativo, diputados y senadores, no son expertos en la gran mayoría de temas que tratan en sus recintos; sin embargo, además de la sensibilidad que deben tener para interpretar los sentimientos e intereses del pueblo y la nación, tienen la posibilidad de contar con asesores en diversas especialidades, que sin derivar en conflicto de intereses los orienten para desempeñar sus funciones de la mejor manera y ello se refleje en la calidad de la legislación y en amplitud de la democracia.
Otras formas de apoyo a las que pueden ─y deben─ recurrir los legisladores son los foros temáticos y los parlamentos abiertos; y cuando se trate de decisiones de importancia nacional, la consulta popular y el referéndum.
Los intereses que deben cuidar y defender los legisladores son los del pueblo, por ello la solución al problema del cabildeo no está en la regulación. Debe erradicarse y, al mismo tiempo, promover la organización y participación de los distintos sectores sociales en la discusión y elaboración de propuestas que contribuyan a encontrar y a impulsar las mejores soluciones a los problemas de nuestro país.
La democracia que necesitamos es aquella que se nutra y se apoye en el pueblo, que tome en cuenta sus intereses, problemas y esté siempre atenta a su opinión. Un gobierno que excluya o margine al pueblo en la toma de decisiones puede calificarse de cualquier manera, menos de democrático.
Porque la democracia, así como la justicia y la equidad, avanzarán en la medida en que el pueblo avance en conciencia, organización, unidad y participación.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Salón de plenos del Palacio Legislativo de San Lázaro. | Foto: Cámara de Diputados Federal.
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