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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 16 de febrero de 2024
Tras la caída del Muro de Berlín (09-11-1989), la desaparición de la Unión Soviética y la caída del socialismo en Europa oriental a inicios de la década de los 90, se dio difusión a la teoría de Francis Fukuyama, que decretaba el Fin de la Historia, según la cual en el mundo unipolar resultante se había llegado a un periodo de estabilidad a nivel mundial, con ausencia de guerras y revoluciones violentas, en el que la humanidad solucionaría sus problemas mediante la acción del mercado. A partir de ahí, no habría cambios mayores.
Fukuyama y sus seguidores no contaron con que la realidad es terca. La expansión del neoliberalismo, y con él la del gran capital financiero y los monopolios, provocó mayor desigualdad y pobreza, agudizó las contradicciones propias del capitalismo y aumentó las tensiones entre el «polo» dominante ─Estados Unidos─ y países que contaban con riquezas naturales codiciadas por ese país o por su valor geoestratégico para el control y dominio del mundo.
Sin embargo los pueblos se resisten a vivir en un mundo unipolar. Esa unipolaridad significa pérdida de soberanía ─concepto que para el neoliberalismo y el mercado es obsoleto y anticuado─, renunciar a su independencia y a dejar su destino en manos de los dueños de los grandes capitales.
Además de que el capitalismo en su fase actual, el imperialismo, no puede sostenerse sin la guerra, porque es un medio para paliar sus crisis, la nueva situación, aun con la ausencia de su mayor enemigo, el comunismo, generó más guerras en las que Estados Unidos y sus socios imperialistas han estado directamente involucrados.
En este escenario de guerra sin fin los grandes ganadores son el capital financiero y los monopolios vinculados a la industria del armamento; los perdedores: los pueblos del mundo, incluso el de Estados Unidos y los de sus países aliados, pues han tenido que pagar por los efectos directos e indirectos de la destrucción que provoca la guerra.
En este contexto la ONU, creada en la búsqueda de la paz, parece tener un funcionamiento anómalo. Recientemente, el 7 de febrero, el secretario general, Antonio Guterres, hizo unas observaciones ante la Asamblea General en las que puso énfasis en la actual situación mundial. En relación a la paz, otras cosas, apuntó:
«La paz es nuestra razón de ser. Sin embargo, cuando observo el panorama del mundo actual, lo que falta de forma más dramática es la paz. Y con ello me refiero a la paz en todas sus dimensiones». [1]
[…]
«Si los países cumplieran sus obligaciones en virtud de la Carta [de las Naciones Unidas], el derecho de toda persona a una vida de paz y dignidad estaría garantizado. Pero los gobiernos están ignorando y socavando los propios principios del multilateralismo, sin rendir cuentas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -la principal plataforma para las cuestiones de paz mundial- está bloqueado por fisuras geopolíticas. No es la primera vez que el Consejo está dividido. Pero es la peor». [2]
Lo anterior, sin duda, deja ver la necesidad urgente de llevar a cabo reformas de fondo a la ONU. Sin embargo, las solas reformas serán insuficientes para alcanzar la paz; los poderosos intereses económicos continuarán obstaculizando las vías para alcanzar una paz con justicia y dignidad, razón por la que, también, será insuficiente solamente la participación de los gobiernos. La participación de los pueblos, con sus luchas y esfuerzos en la construcción de un mundo mejor, será decisiva para cambiar todo lo que deba ser cambiado en aras de la paz, la justicia y la dignidad.
Notas:
[2] Ibid.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Antonio Guterres, secretario general de la ONU. | Foto: Loey Felipe / ONU Noticias.
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