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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 21 de abril de 2023
La oposición a la iniciativa para reformar la Ley de Minería viene del mismo sector que obstaculizó la reforma eléctrica y la del Instituto Nacional Electoral; sector que defendió infructuosamente el fraudulento proyecto del aeropuerto en Texcoco y se opuso al de Santa Lucía y, en general, se opone a todos los proyectos e iniciativas que emanen del gobierno federal.
Esa «oposición» se ha convertido en férrea defensora de la actual legalidad. Una legalidad que fue construida mediante violaciones sistemáticas a la Constitución, las que obedecieron a los intereses de la oligarquía local y extranjera y permitieron el saqueo de bienes y riquezas nacionales, despojos al pueblo y graves retrocesos en derechos; todo ello en el contexto de los gobiernos neoliberales y en un ambiente de extrema corrupción y con la complicidad de los tres poderes, la oligarquía, los partidos políticos de derecha, las dirigencias sindicales «charras», la «intelectualidad» orgánica, grandes medios de comunicación y las cámaras y organismos empresariales y patronales, entre los principales cómplices. Ellos establecieron las nuevas reglas del juego. Sus reglas y su juego.
El ambiente político y social que produjo el neoliberalismo devino descontento e insatisfacción que se reflejó en la elección federal del 1 de julio de 2018, en la que la mayoría de la ciudadanía votó por un proyecto diferente que propuso cambios favorables al pueblo y a la nación.
Esa derrota electoral de los neoliberales se reflejó, entre otros aspectos, en la disminución de privilegios para un sector de la oligarquía, la pérdida de poder político y privilegios de las cúpulas de los partidos políticos defensores del neoliberalismo y la eliminación de prácticas corruptas en las que participaban medios de difusión, «intelectuales», «periodistas», autoridades y empresarios privados; ello concitó la furia de los que de una u otra manera sintieron afectados sus intereses. Y ahora son «oposición».
No obstante su derrota electoral, los neoliberales habían construido todo un entramado legal, de organismos autónomos y de corrupción en distintas instancias para establecer las reglas de un juego que les ha permitido hasta ahora, como oposición política, poner trabas a proyectos e iniciativas del gobierno federal y frenar transformaciones que son indispensables para un verdadero desarrollo en nuestro país.
Esta «oposición», dispuesta a objetar y obstaculizar todo lo que proponga el gobierno federal, carente de propuesta política, económica y social ─y de personajes con un mínimo de prestigio y credibilidad ante el pueblo─, en su estrategia para recuperar el gobierno utiliza la mentira, la denostación y la corrupción como argumentos y armas principales para el logro de su objetivo.
Mienten, así como mintieron cuando engañaron al pueblo con sus promesas de conducir al país a la «modernidad» y a estadios de desarrollo comparables a los del «primer mundo». Y lo único que hicieron fue despojar a la nación de sus bienes y riquezas, profundizar el subdesarrollo e incrementar la desigualdad.
Para recuperar sus privilegios y el poder total, esa «oposición» necesita evitar que cambien las reglas del juego. Para ello utiliza el entramado de «legalidad», corrupción y organismos autónomos a modo que construyó cuando controlaban el gobierno de la república.
Está claro que el actual gobierno dejará varios pendientes indispensables para continuar con la transformación de nuestro país. De nosotros, el pueblo, en la medida en que seamos capaces de tomar conciencia, organizarnos y lograr el mayor grado de unidad posible, dependerá que los cambios realizados y los futuros amplíen sus alcances para lograr la verdadera transformación, una favorable al pueblo.
P.D. La referencia a partidos de derecha es, principalmente, al Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD).
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Foto de portada: Pedro Henrique Santos (@phsantos) / Unsplash.
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