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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 20 de enero de 2023
Una de las características del neoliberalismo es la apropiación y el control de bienes, la riqueza socialmente generada, la naturaleza y actividades para explotarlas y obtener de ello la mayor ganancia para quienes detentan el poder económico ─y en muchos casos el político─, vinculados generalmente con el gran capital, local o transnacional. El Estado quedaría como vigilante o garante de que se mantuvieran las nuevas condiciones, y el mercado se encargaría de regular y corregir las desviaciones y fallas.
Las formas de apropiación tuvieron en todos los casos características de despojo, el que siempre, antes o después, trataron de maquillar con reformas a leyes para vestirlo de «legalidad» y «legitimidad» y desde esa condición defender los atracos y a los atracadores.
El neoliberalismo fue la respuesta del sistema capitalista a la crisis estructural en que está inmerso desde finales de la década de los sesenta del pasado siglo. Como teoría económica surgió durante la primera posguerra (Friedrich Hayek, 1899-1992), cuando se gestaba la crisis de 1929; en esas condiciones, lo menos que deseaban las clases dominante era la agudización de las contradicciones ─una de las razones por las que en ese tiempo no se aplicó─, sobre todo en un contexto en el que destacaba el reciente surgimiento del primer país socialista, la Unión Soviética, tras el triunfo de la Revolución de Octubre, en 1917, y las luchas desplegadas por los obreros y campesinos, decisivas para la conformación del nuevo país.
Otra de las razones por las que se difirió su instauración fue la Segunda Guerra Mundial y un breve período de posguerra, ya que la destrucción causada por el conflicto bélico y la necesaria reconstrucción resolvieron parcial y momentáneamente los problemas de la crisis, hasta que la tasa de ganancia del capital comenzó a declinar, no obstante la aplicación de los avances de la ciencia y la tecnología.
Y como el único camino que disponía el capital para recuperar los niveles de la tasa de ganancia fue la mayor explotación de la fuerza de trabajo, la teoría de Hayek, incubada mucho tiempo en medios principalmente académicos, cual huevo de la serpiente, surgió para darle un respiro, también momentáneo, al sistema.
Antes, durante el período de la posguerra, hasta la década de los sesenta, el control de los trabajadores y sus luchas se dio en México, represión de por medio, mediante la cooptación de sus dirigencias sindicales por parte del gobierno y el partido en el poder, el PRI; de esa manera surgió el charrismo sindical. Los charros obedecían al presidente en turno y al PRI. Quienes siempre salieron ganando fueron los dueños del capital.
Con la entrada del neoliberalismo, la obsesión privatizadora alcanzó a las organizaciones sindicales, y sus dirigencias pasaron de ser subordinados del presidente y del PRI, a ser fieles servidores y defensores de los intereses del capital.
Pareciera que de los cambios ocurridos en el país después de la elección federal de 2018 se hubiera excluido buena parte del tema laboral. Salvo los incrementos al salario mínimo, la regulación parcial del outsourcing y el aumento de los días de vacaciones, la situación de los trabajadores, en general, continúa siendo preocupante.
Los avances en cuanto a libertad sindical son mínimos; salvo honrosas excepciones, en la mayoría de los sindicatos los charros continúan sirviendo a los patrones; las autoridades del Trabajo dan la impresión de que su función es velar por los intereses patronales; los salarios contractuales se mantienen rezagados; la violación de derechos constitucionales en el ámbito laboral es común tanto por empresarios privados como de instituciones públicas, por solo citar unos ejemplos.
Algo que llama la atención en cuanto a la presencia y vigencia del neoliberalismo en aspectos laborales es el reciente acuerdo entre Teléfonos de México y el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, acuerdo en el que se estableció la reducción de la pensión jubilatoria, de 80 a 60 por ciento del último salario, y la jubilación la alcanzarían quienes cumplan 35 años de servicio y 65 de edad, condiciones que aplicarían para quienes ingresen a esa empresa a partir del presente año y que en la mayoría de los casos obligarán a los trabajadores a laborar más de los 35 años,
Ello confirma que la explotación al máximo del trabajo asalariado, el despojo de bienes y riquezas otrora propiedad de la nación, y la depredación de la naturaleza, producen personajes como Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo[1], y que mientras quienes necesiten vender su fuerza de trabajo, manual o intelectual, en el campo o la ciudad, permanezcan desunidos, serán fácil presa de dirigencias sindicales corruptas y empresarios voraces.
Porque la mejora de las condiciones de trabajo, y de vida, no será labor de una persona, una autoridad o un partido político; depende única y exclusivamente de la lucha de los trabajadores para alcanzarlas. Y el triunfo en esa lucha lo posibilita la unidad y la solidaridad de la clase obrera.
Nota:
[1] Oxfam explica que la riqueza de Slim ha crecido 42 por ciento (25 mil 500 millones de dólares) desde el inicio de la pandemia, 787 millones al mes, o 26 millones por día, en un país con 8.5 por ciento de su población en pobreza extrema. Incluso con y sin la pandemia, su fortuna se ha multiplicado por 5 en los pasados 22 años, debido a un crecimiento promedio 3 mil 200 millones de dólares anualmente. (Periódico La Jornada. Martes 17 de enero de 2023, p. 6)
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Carlos Slim. | Foto: Wikimedia Commons.
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