SOMOSMASS99
Georgina Rodríguez*
Miércoles 23 de noviembre de 2022
Es ésta la cuarta parte del tema que comencé a abordar en SomosMass99 el pasado 31 de agosto. La historia del maíz en México requiere de la comprensión de los diversos periodos por los que ha transcurrido este importante cereal, el cual, pese a todo, sigue siendo un aspecto esencial de los procesos de vida de la gran mayoría de los ciudadanos, por lo que les invito a seguir aprendiendo sobre este campo.
México es el único país en el que los pobladores de zonas rurales y urbanas consumen maíz diariamente, y en el cual la distribución de maíz para consumo humano, además de constituir la base de su dieta, cuenta con establecimientos especializados como molinos de nixtamal y tortillerías. El maíz es materia prima para la elaboración de la tortilla, que es uno de los alimentos populares que mantiene una jerarquía dentro del abasto popular, además de que desempeña un papel estratégico dentro de las políticas sectoriales [1]. El gravamen arancelario para el maíz se eliminó en 2008 y desde la firma del TLCAN se han incrementado las importaciones de este grano. Es evidente y preocupante la dependencia con respecto al aumento en las importaciones de maíz en los últimos años, lo que ha propiciado: “Un Incremento en el índice de dependencia alimentaria y un desplazamiento de las producciones nacionales, lo que provoca inequidades en la competitividad comercial, pues los precios de importación presentan mayores índices de rendimiento, los productores estadounidenses reciben subsidios directos en cantidades superiores a las que reciben los mexicanos; la producción de maíz en Estados Unidos de América es superior a la de México”[2].
La designación de los precios internacionales del maíz está en función de las externalidades del mercado, lo que se traduce en que los costos o beneficios de producción y/o consumo de algún bien o servicio no son reflejados en el precio de mercado de los mismos, ya que los precios de los productos son establecidos a partir del precio internacional del petróleo y del aumento en la producción de biocombustibles elaborados a partir del maíz, lo que incrementa la demanda y los precios de este cereal, situación que coloca a México en una posición desfavorable [3]. El panorama internacional se conjuga con el nacional y se resume en la histórica desigualdad tecnológica y económica entre las zonas del norte y del sur de México, así como entre México y Estados Unidos, lo que da como resultado que en las zonas empresariales en la que se practica el monocultivo se aumente la producción, sin embargo, cabe considerar que al forzar a la tierra a producir constantemente se ocasiona que exista una constante erosión, una disminución de la diversidad biológica y contaminación del suelo por efecto del uso masivo de agroquímicos por agricultores empresariales, y aunque en menor cantidad también son usados por los campesinos, los cuales desconocen los efectos colaterales que derivan del empleo de dichas substancias, las cuales son utilizadas sin control, ni equipo adecuado, lo que causa problemas de salud humana y ambiental.
Pese a que los campesinos mexicanos han aportado la diversidad de las razas nativas de maíz y las técnicas de cultivo como la milpa, en los gobiernos anteriores se experimentaron situaciones que dificultaron su capacidad productiva, lo cual está relacionado con diversos factores como son : la alteración de los ecosistemas, el cambio climático, parásitos resistentes, el problema de la carencia de programas a largo plazo que colaboren a que los campesinos puedan tener acceso a los insumos y servicios para el campo, y la férrea persistencia de empresas transnacionales que buscan la producción y comercialización de semillas transgénicas. Del año 2009 al 2012, se otorgaron poco más de 300 permisos para la siembra de organismos genéticamente modificados, de los cuales 171 son para experimentación de siembra de maíz transgénico «fase en la que se siembran en terrenos controlados y aislados», 21 para siembra de maíz transgénico piloto «fase previa para la comercialización del grano» y 6 para siembra comercial de maíz transgénico con genes Bt con tolerancia a herbicidas y poder insecticida; dichos permisos han sido principalmente para los estados de Sinaloa, Jalisco y Nayarit y también se han otorgado permisos para Sonora, Baja California Sur, Durango, Coahuila, y Tamaulipas, estado en el que se cultivan 12 razas nativas de maíz. Dichos permisos estuvieron condicionados por la presión que ejercieron los grandes productores del norte del país, agrupados en la Red de Asociaciones Agrícolas del Norte de México, los cuáles apuestan a la siembra de maíz transgénico para obtener mejores ganancias económicas [4].
En el año 2012 se solicitaron y otorgaron permisos para la siembra de maíz transgénico en los estados de Sonora, Chihuahua, Coahuila y Durango. Uno de los argumentos que se esgrimen para difundir y apoyar la siembra de maíz transgénico, es que se podrá eliminar el hambre en los diversos territorios del mundo, situación que no pudo materializarse durante el periodo en que se aplicaron las técnicas de la Revolución Verde, pues el problema del hambre no es cuestión de producción, es un problema de distribución.
Para Estados Unidos de América, el maíz es un cultivo de gran interés comercial, actualmente se encuentra posicionado como el primer exportador a nivel internacional, lo que se atribuye al modelo de producción, una clara estrategia económica en la que se otorgan créditos que van de los 7 mil dólares como mínimo hasta los 250 mil dólares, lo que proporciona una estabilidad económica para el agricultor; además, el modelo establece acuerdos entre el distribuidor y el agricultor, el cual se convierte en un cliente y adquiere obligaciones mediante el licenciamiento con el distribuidor de semillas. Las semillas tienen incorporada tecnología protegida por patentes, como en el caso del maíz transgénico; dicho modelo fomenta el monocultivo y la industrialización del campo a gran escala [5]. Además usan al maíz como elemento fundamental para la industria de alimentos, también lo usan como elemento esencial en la elaboración de bioenergéticos o biocombustibles, los cuales son parte de un despliegue hegemónico de la competencia internacional sobre los energéticos y los productos agrícolas para alimentos. Ya que Estados Unidos es el socio comercial más importante de México, dicha situación generará efectos redistributivos en el bienestar social de las personas, pues la estructura económica de productos como el maíz, estará dirigida a través de los precios establecidos por el mercado internacional y por las cantidades que se produzcan [6]. El actual interés en la producción de bioenergéticos está en función de la situación actual del petróleo, recurso no renovable fundamental en el sistema capitalista que año con año intensifica su demanda en el mercado internacional, lo que promueve el aumento de los precios del maíz.
La aplicación de agrobiotecnología por parte de empresas transnacionales ineludiblemente está ligada a la seguridad alimentaria, término que en 1996, en la Cumbre Mundial de la Alimentación, fue definido por la FAO de la siguiente forma:
“Seguridad Alimentaría, a nivel de individuo, hogar, nación y global, se consigue cuando todas las personas en todo momento tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro, nutritivo y económico, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”[7].
De forma paralela a dicha Cumbre, organizaciones campesinas internacionales estructuraron una estrategia de desarrollo que fuera capaz de afrontar la inequidad en la que se encuentran respecto a las empresas transnacionales que comercializan productos agro biotecnológicos, por lo que realizaron el Primer Foro Mundial de Soberanía Alimentaria celebrado en La Habana en el año 2001, y redefinieron el concepto de soberanía alimentaria:
“El derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental” [8].
Los mexicanos constituyen uno de los pueblos que presentan el mayor consumo de maíz para la alimentación y aunque es cultivado por un gran número de productores con niveles de tecnificación diferentes, en su mayoría se trata de pequeños productores que siembran maíz para autoconsumo, tradición que está al margen de incentivos y retornos económicos, ya que para los pueblos de México las semillas de maíz constituyen un seguro ante las incertidumbres económicas [9]. Desde un ámbito ético existe la necesidad de profundizar y comprender a cabalidad diversos aspectos como son: la lógica que opera ante los nuevos perfiles de producción agrícola en México, la importancia biológica y cultural que tiene el maíz para los pueblos y el territorio de México, y la comprensión sobre los múltiples alcances que puede tener la aplicación de tecnociencias como el maíz transgénico, el cual forma parte del modelo agroindustrial que promueve agroquímicos; en México, el rechazo a los transgénicos por parte de la sociedad civil organizó y movilizó a diversos grupos para que se promoviera un amparo/acción colectiva en torno a la protección del maíz, por lo que en octubre de 2013 el Juzgado Federal Décimo Segundo de Distrito en Materia civil del Distrito Federal emitió una medida precautoria para la Secretaría de Agricultura (SAGARPA) y a la Secretaría de Medio Ambiente (SEMARNAT) a no otorgar permisos a transnacionales que producen maíz transgénico a escala experimental, piloto y comercial en el país [10]. Sin embargo, las principales empresas interesadas en la obtención de permisos para la siembra de maíz transgénico en sus tres etapas: experimental, piloto y comercial, planean mantener la inversión para investigación en México. Por lo que resulta de gran relevancia que los grupos civiles estén informados sobre el tema para que se realicen debates en diversos foros públicos. Será necesario que los ciudadanos entiendan a cabalidad los diversos aspectos que giran en torno al maíz transgénico y su modelo de producción.
Continuará…
Notas:
[1] G. Torres. De la producción de maíz al consumo social de tortilla. UNAM, México, 2009, p 17.
[2] C. Steffen. El modelo neoliberal y el difícil proceso organizativo que viven los ejidatarios mexicanos productores de granos. Polis UAM-I, México, 2005, p 214
[3] A. González-Merino. Biocombustibles, biotecnología y alimentos. Argumentos UAM-X, México 2008, p 71.
[4] SIAP. Situación actual y perspectivas del maíz en México 1996-2012. México 2007, p 10.
[5] K. González. Vulnerabilidad del mercado nacional de maíz (Zea mays L.) ante cambios exógenos internacionales. Agrociencia, Vol. 45, Num 6, agosto-septiembre 2011, p 734.
[6] A. González Merino. Op Cit, pp 57-58.
[7] FAO. Informe de la cumbre mundial de la alimentación. 1996.
[8] Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria. Declaración Final del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria. La Habana, Cuba, 2001, p 6.
[9] R. González. Controversias y participación social en la bioseguridad en México: el caso del maíz transgénico. XXVIII Coloquio de Antropología e Historia Regionales, Michoacán Mex, 2006, p 200.
[10] Ordenan suspender siembra y comercialización de maíz transgénico en México. Proceso, 15/10/2013
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece la autora.
Foto de portada: Christophe Maertens (@christophem71) / Unsplash.
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