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Pepe Ramírez*
Miércoles 9 de noviembre de 2022
La vertiginosa sucesión de eventos en nuestro país, producto del proceso de transformación en el que estamos sumergidos, ocasiona que algunos hechos queden en una especie de impasse, provocando la falta de debate y ponderación acerca de asuntos importantes.
Es el caso del Tercer Congreso Nacional de Morena, el partido gobernante a partir de 2018. Morena es, en sí mismo, nota internacional. Pocos partidos en el mundo han vivido un proceso de crecimiento y triunfos tan acelerado como el Movimiento de Regeneración Nacional. Por supuesto que el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y la creciente concientización y hartazgo del pueblo de México tienen un alto peso en ese hecho. Sociólogos, politólogos y muchos “ólogos” más seguramente, con el tiempo, irán dando respuestas a este fenómeno.
Fundado el movimiento en octubre de 2011 como Asociación Civil y obteniendo su registro como partido político en agosto de 2014, Morena participó por primera vez en las elecciones federales del año 2015, en las que obtuvo arriba de 8% de los votos válidos, logrando 14 diputaciones de mayoría y 21 de representación proporcional. Tres años después, en las elecciones federales del año 2018, lograría en la elección presidencial el 44.49% de los votos, porcentaje que le permitió acceder al Gobierno de la República. En la cámara de diputados casi sextuplica su presencia, al pasar de 35 diputados a 191. Y en la elección del 2021, pasa de 191 a 198 diputados. En estos momentos gobierna también en 20 de las 32 entidades federativas. Un crecimiento exponencial, en un plazo muy corto, nunca visto en el mundo.
Sin embargo, el partido debe enfrentar diversos retos y situaciones: superar el vaciamiento de cuadros que, ante su ascensión al poder, dejan al partido sin los necesarios para su organización y consolidación; enfrentar el “chapulineo” de militantes de otros partidos que, ante la perspectiva de obtener algún cargo de elección popular, han saltado a Morena; una estructura debilitada por la falta de trabajo organizativo prácticamente desde su origen; superar los viejos vicios de la izquierda mexicana como el tribalismo y el sectarismo; el alejamiento de los órganos de dirección de su militancia y de los movimientos sociales, entre muchos otros.
La convocatoria a la realización del Tercer Congreso Nacional para los días 17 y 18 de septiembre pasado, formulaba preocupaciones como las de: preservar al partido como un instrumento de lucha para consolidar la Cuarta Transformación, la renovación de los órganos internos de dirección, convocar a la población a sumarse a este movimiento que debe ser amplio y plural, exentarse de la existencia de grupos y camarillas, mantener la eficacia electoral, fortalecer los principios y valores del movimiento, incidir en el cambio de mentalidad y revolución de las conciencias, impulsados desde hace años por López Obrador, cambio cultural que tiene hoy un cimiento sólido en la Cuarta Transformación.
El logro de tales propósitos, desde la visión de la convocatoria, se fundamenta en dos cimientos: la unidad interna del partido y la revisión de sus documentos básicos.
Sin embargo los ciudadanos no tenemos mayor información de los resultados del Congreso. Al día de hoy, casi dos meses después de su realización, no se tienen documentos públicos que permitan un análisis del saldo del evento, sólo manifestaciones de júbilo por la masiva afiliación al partido o porque se dio un paso en la institucionalización del instituto político al lograr el nombramiento en los cargos de la totalidad de la estructura partidaria. Los congresos primero y segundo se celebraron en noviembre de 2014 y noviembre de 2015, respectivamente. Tuvieron que pasar casi 7 años para la realización del tercero de ellos y en ese sentido sería difícil esperar el buen desarrollo y resultados que todos esperaríamos.
En ese sentido y con no poca razón, hay voces discordantes. Entre ellas las surgidas desde la Convención Nacional Morenista, agrupación que dice defender los principios fundacionales del partido y cuyo rostro más visible es el académico John Ackerman. Las críticas que destacan son las siguientes: no se circuló con anticipación la propuesta de reforma estatutaria; se dio la participación de los más de tres mil congresistas sin la constancia de mayoría que acreditara su legal representación; no se tuvo una discusión profunda de las propuestas de reforma al estatuto; el conteo de los votos al interior del Congreso no fue transparente, restando certeza a los resultados obtenidos; se subordinan los principios del partido a la especificidad de las convocatorias que se emiten para la elección de candidatos; se eliminan varias de las carteras del Comité Ejecutivo Nacional; desaparecen los Consejos Consultivos Estatales y se reduce el número de integrantes del Consejo Consultivo Nacional; se elimina la obligación del partido de destinar el 50% de sus prerrogativas a acciones de formación política; las Asambleas Municipales dejan de tener un carácter decisorio y se reducen a instancias de deliberación; se reducen las facultades directivas de los Consejos Estatales; se modifica la integración de la Comisión Nacional de Encuestas; se faculta al presidente del Comité Ejecutivo Nacional el nombramiento del presidente del Instituto de Formación Política; se modifican disposiciones que facilitarán la expulsión de militantes que, a juicio de la dirigencia, violenten la unidad, entre muchas más. Se desprende del documento titulado Análisis de las Reformas al Estatuto de Morena, del 28 de septiembre del 2022, emitido por la Convención Nacional Morenista que, efectivamente, parece que en los dos días de los trabajos del Tercer Congreso Nacional, no se discutieron a fondo la totalidad de las reformas que, en dicho de los dirigentes de la Convención, se aprobaron.
Morena, lo dicen las encuestas, sigue siendo la Esperanza de México. Sin embargo, para que no muera la esperanza es importante mejorar en varios sentidos. Será importante avanzar y lograr un punto de quiebre en formas de ser y de actuar de esa cultura política mexicana, heredada de lo peor del priísmo corrupto y del panismo conservador. Se debe caminar con base en principios y no en atención a intereses personales o de grupos. Deben quedar atrás el chapulineo, la cargada, el fraude electoral, el dispendio. Morena no puede ser una institución alejada de la sociedad, a ella se debe y a ella, en nuestro sistema político, representa en las instancias de gobierno. No puede convertirse en agencia de colocación de cuates, familiares y militantes. Está obligado, como partido, a ser férreo defensor de sus principios ideológicos, no permitir la rebaja ideológica. Deben quedar atrás los amarres en los congresos, con el fin de otorgar a la militancia un poder real en la toma de decisiones. Los congresos de Morena deben responder a las necesidades e intereses de la organización y no convertirse en ámbitos de aclamación de nada ni de nadie. Morena, es fundamental, debe apostar a la formación y capacitación política de sus militantes. Debe profundizar sus mecanismos de democracia interna. Sus tareas, tanto al interior como al exterior, deben ser financiadas en gran medida por sus militantes. Morena debe seguir pugnando por la reducción del costo de nuestra democracia, empujando la reducción de prerrogativas a los partidos y el gasto en elecciones. Y, muy importante, debe ser ejemplo en materia de resolución de controversias internas, con instancias realmente autónomas en materia de honor y justicia. Muchas son las tareas por venir. Es responsabilidad de la organización dar viabilidad y futuro a la Esperanza.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Periómetro.
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