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NO TODO ESTÁ PERDIDO
Agustín Galo Samario
¿Cuántos guanajuatenses con empleo pueden decirle a sus compañeros, a mitad de la jornada laboral, que ya se van porque le prometieron a su hijo de diez años asistir a su presentación escolar? Bueno, pues ayer lo hizo con todo desparpajo el gobernador Miguel Márquez Márquez en la ceremonia solemne por el 70 aniversario de la Universidad de Guanajuato. Y no sólo se lo dijo a algunos de sus colaboradores en el gabinete que encabeza, sino a los titulares de los poderes Legislativo y Judicial; al secretario ejecutivo de la ANUIES, Jaime Valls Esponda; al director general del IPN, Enrique Fernández Fassnacht; al rector de la UNAM, José Narro Robles; a algunos presidentes municipales, diputados locales, senadores de la República, y al propio rector de la UG, José Manuel Cabrera Sixto.
El 1 de diciembre de 2000, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, Vicente Fox Quesada inició su mensaje de toma de posesión como presidente de la República con las siguientes palabras: “Hola Ana Cristina, hola Paulina, Vicente y Rodrigo. Honorable Congreso de la Unión”. Primero su familia, después la República. Casi 15 años después, pero en la Universidad de Guanajuato, Miguel Márquez anunció que se marchaba de la ceremonia universitaria porque tenía un compromiso en la escuela de su vástago. Para justificar su partida, lo hizo con palabras como estas: Voy a ser gobernador de todos los guanajuatenses tres años y medio más, voy a ser amigo de la Universidad siempre y voy a ser padre de mi hijo toda la vida.
Así, pues, lo que quiere decir el gobernador es: primero su familia, luego las instituciones. Nadie desea que haya hijos abandonados o solos. En absoluto. Pero nuestros gobernantes, al momento de asumir como tales el cargo que les fue conferido por los ciudadanos, adquieren responsabilidades que no tienen horarios prestablecidos. Desempeñan un puesto que, al aceptarlo, están obligados a honrarlo en tanto representan y se deben al Estado. El cuidado de la descendencia es de suma importancia, ni duda, pero el gobernador debió haber avisado a los guanajuatenses –incluso a los que no votaron por él– que una vez en la gubernatura sus esfuerzos estarían repartidos entre la función pública y la atención a sus hijos, cosa que en consecuencia lo inhabilitaría para desempeñarse como gobernador.
En Guanajuato, como en el país entero, la crisis de confianza de los ciudadanos hacia sus autoridades es uno de nuestros principales problemas. A ello contribuye la revelada vena foxista del gobernador. No es difícil imaginar qué respuesta daría Miguel Márquez si alguien le pide que se dedique a trabajar y cumpla con las obligaciones de su investidura: “¿Y yo por qué?”. Tal como lo hizo en alguna ocasión Vicente Fox.
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