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Marco Fernandes* / Globetrotter
Miércoles 22 de febrero de 2023
Se espera que la victoria electoral el 30 de octubre para un tercer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil revise las relaciones entre Brasilia y Beijing. Brasil atraviesa serias crisis económicas, políticas, sociales y ambientales. Son urgentes el combate a la pobreza, retomar el crecimiento económico con redistribución de los ingresos, la reindustrialización del país, y revertir los abusos ambientales, que exigirán una sutileza nacional e internacional sin precedentes para el nuevo Gobierno. La asociación económica entre China y Brasil, que en las últimas dos décadas ha avanzado considerablemente, podría ser una de las claves para revertir las crisis que enfrenta Brasil. Pero algunos retos requerirán ser enfrentados con diplomacia y planificación estratégica.
A pesar de los “insultos” que el gobierno de Jair Bolsonaro le dirigió a China, en especial durante la pandemia, y el inevitable distanciamiento en las relaciones diplomáticas entre ambos países, el comercio bilateral ha aumentado. En 2021, el comercio bilateral alcanzó los 135,4 mil millones de dólares, con Brasil registrando excedentes comerciales de 40 mil millones con China, que solo fueron superados en la región por Taiwán y dos países, Australia y Corea del Sur. China ha sido el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, contabilizando casi el doble del volumen de intercambio que Brasil ha importado de su segundo mayor socio en 2021, los Estados Unidos (70,5 mil millones), con el que se registró un déficit de 8,3 mil millones de dólares.
Una relación comercial rentable, pero desequilibrada
La mezcla de exportación de Brasil, sin embargo, es vulnerable a largo plazo: no está muy diversificada y se basa en productos que ofrecen un valor agregado bajo. En 2021, los cuatro principales productos que exporta (hierro, soya, crudo y proteína animal) contabilizaron el 87,7% de las exportaciones totales a China. Mientras tanto, las importaciones de productos chinos a Brasil son altamente diversificadas, con una predominancia de productos acabados, y con un alto índice tecnológico. Por ejemplo, el principal elemento de importación de China a Brasil (equipos de telecomunicaciones) representó apenas el 5,9% de las importaciones.
El sector de los commodities brasileños, que son un componente importante de la economía, representaron el 68,3% de las exportaciones en la primera mitad de 2022 y por años ha contribuido al incremento de las reservas internacionales. Por otro lado, el sector de los commodities tiene una alta concentración de riqueza, paga pocos impuestos, genera relativamente pocos empleos y de baja preparación, está sujeto a los ciclos de cambios de precios, y, en muchos casos, provoca daños ambientales, que necesitan estar mejor controlados por el Estado. En este sentido, la iniciativa anunciada por COFCO International – el mayor comprador de alimento brasileño en China – de monitorear y prohibir la compra de soya plantada en zonas deforestadas ilegalmente iniciando 2023 fue algo importante.
Pero también requerirá del Estado brasileño – que en años recientes ha resaltado por alentar la deforestación y la invasión de reservas indígenas – para garantizar la efectividad de la iniciativa. China necesita los recursos naturales de Brasil para su desarrollo, y Brasil necesita del mercado chino para sus recursos primarios. Pero a mediano y largo plazo, Brasil necesitará un equilibrio mayor en su agenda comercial, si quiere volver a ser una economía sólida. Recordemos que, en el 2000, el principal producto de exportación eran los aviones Embraer, mientras que en el 2021, las principales exportaciones fueron hierro y soya. Este es uno de varios síntomas de desindustrialización crónica.
Invertir es necesario, pero diversificar también
Las inversiones chinas en Brasil tienen un perfil similar al de sus exportaciones: robusto, pero no muy diversificado. En 2021, Brasil percibió el mayor número de inversiones chinas del mundo, alcanzando los 5,9 mil millones de dólares (13,6% del total global). Entre 2005 y 2021, Brasil fue el cuarto mayor receptor global de inversiones chinas (4,8% del total), solo detrás de los Estados Unidos (14,3%), Australia (7,8%) y el Reino Unido (7,4%). Estas inversiones resultaron en una contribución fundamental de recursos a la economía brasileña, pero esto no ha estado exento de su propio número de desafíos. De 2007 a 2021, 76,4% de las inversiones chinas se concentraron en el sector energético (electricidad, extracción de petróleo y gas), mientras que apenas el 5,5% fue a la industria manufacturera y 4,5% se dirigió a los trabajos de infraestructura, entre otras de las grandes necesidades de la economía brasileña.
El sector eléctrico brasileño fue el mayor destinatario de las inversiones chinas (45,5% del total), pero parte de esto correspondió a la compra de empresas estatales por parte de compañías del Estado chino. En 2017, la compañía china State Grid adquirió un interés de control en CPFL Energia, una empresa estatal en el estado de São Paulo, y en 2021, CPFL Energia compró el control de CEEE-Transmissão, una empresa estatal en el estado de Rio Grande do Sul. Para Brasil, estos no fueron buenos negocios y demostraron la irresponsabilidad de los Gobiernos neoliberales del Partido Social Demócrata (PSDB), que privatizó activos públicos estratégicos. China – que nunca vendería una compañía eléctrica estatal a extranjeros – se ocupó de su propio interés y se aprovechó de una oportunidad de negocio ofrecida por el mercado. No fue un paquete de privatización impuesto por el Fondo Monetario Internacional. ¿Pero estará Beijing dispuesta a aceptar otros modelos de inversión que puedan traer mayores beneficios para ambos países?
El ejemplo de los hermanos del sur
Desde 2021, Buenos Aires y Beijing ingresaron en una serie de acuerdos de inversión estratégicos. En febrero de 2022, Argentina se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que se espera que atraiga 23 mil millones de dólares en inversiones chinas. Antes de eso, otros proyectos e inversiones de empresas chinas incluyeron la reforma del sistema ferroviario argentino (4,69 mil millones de dólares), y, voluminosas inversiones en el sector eléctrico, tales como 1) la expansión del Parque Cauchari, la planta de energía solar más grande de América Latina, que originalmente era una asociación sino-argentina, 2) la construcción del complejo hidroeléctrico “Kirchner-Cepernic” en la Patagonia (con un costo superior a los 4 mil millones), y 3) la construcción de la planta nuclear “Atucha III” (por el valor de 8,3 mil millones de dólares), cuyo financiamiento tiene un período de gracia de ocho años aproximadamente, y, lo más importante, provee a Argentina con transferencia de tecnología nuclear china Hualong – dominada en 2021– al Estado argentino, que controlará la planta.
Brasil puede proponer asociaciones similares a aquellas realizadas por Argentina que son tanto o más estratégicas, con beneficios mutuos. ¿Por qué no proponer un intercambio de commodities (petróleo y gas) por infraestructura y tecnología con China, como lo han propuesto países como Irán? ¿O la formación de fondos conjuntos sino-brasileños – que apenas recibieron el 6% de inversiones chinas (2005-2020), mientras que las uniones y adquisiciones recibieron 70% – que ofrezcan transferencia tecnológica a Brasil?
Brasil necesitará un esfuerzo gigante para reindustrializar su economía a varios niveles, tales como inversiones en investigación y desarrollo, adiestramiento de mano de obra calificada, financiamiento y transferencia tecnológica. Ningún otro país como China tiene las condiciones financieras, industriales y tecnológicas para cooperar con Brasil en numerosos y prometedores sectores, como vehículos eléctricos, tecnología de la información, 5G, energías renovables, tecnología aeroespacial, biomedicina y semiconductores. Depende de Brasil proponer un diálogo estratégico de alto nivel con China, como fue reafirmado en el informe al Vigésimo Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, que está comprometido a ayudar el aceleramiento del desarrollo de los países del Sur Global. “China está preparada para invertir más recursos en la cooperación del desarrollo global. Está comprometida a reducir la brecha norte-sur y apoyar y asistir a otros países en desarrollo para acelerar ese desarrollo”, dijo el presidente chino, Xi Jinping durante el congreso.
* Marco Fernandes es investigador en el Instituto Tricontinental de Investigación Social. Es el co-editor de Dongsheng y miembro del colectivo No Cold War. Vive en Beijing.
Imagen de portada: Cadena Global de Televisión de China.
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