SOMOSMASS99
©Gaudencio Rodríguez Juárez*
Jueves 6 de abril de 2023
Un par de meses atrás mi compañera y yo fuimos al cine y nos encontramos con una novedad en la taquilla: ahí estaban las cuatro ventanillas de costumbre con su respectiva computadora. Pero sólo una de ellas contaba con la persona que recibía el pago y entregaba el boleto. Era esta la ventanilla más concurrida. En las otras tres el sistema estaba automatizado. Cada cliente elegía su localidad y compraba los alimentos y bebidas –y después pasaba a recogerlas al mostrador de costumbre–. Como era de esperar, quienes hacíamos por primera vez este trámite teníamos dudas respecto al proceso automatizado. Para ello estaban dos personas de la empresa. Es decir, habían prescindido de una.
Sí, quedamos sorprendidos al constatar el efecto de la automatización de los procesos: prescindir de las personas. Fue desalentador palpar que en poco tiempo ir al cine será entrar a un edificio, pasar por sus pasillos, llegar a la ventanilla de boletos o de alimentos y no verle el rostro a ningún ser humano. Sírvase usted mismo. “Para eso me quedo en casa viendo mi pantalla”, pensé. La experiencia del cine incluye muchas cosas además de ver las imágenes en pantalla grande y buen sonido: salir de casa, en principio, interactuar con el personal del cine, aunque sea para tan sólo dar y recibir un saludo, una sonrisa, una que otra palabra.
Palpar que la manera en que paulatinamente se van reduciendo las oportunidades de convivencia humana ante la automatización de los procesos es algo que me entristece y desmotiva. Y es que los seres humanos lo somos gracias a la coexistencia con otros seres humanos. Cada vez interactuamos más tiempo con pantallas o robots, aun en servicios y experiencias en las que el trato humano es fundamental.
Unas semanas después, volvimos al mismo cine. En pocos días hubo una diferencia: las tres ventanillas de autoservicio del boletaje ya no contaban con las dos personas que atendían las dudas durante el proceso. Ya no eran necesarias. Las personas sabíamos cómo llevar a cabo cada uno de los pasos. Aprendimos rápido porque son procesos sencillos. Resultado: dos personas menos en el equipo de ese cinema. ¿Dos desempleadas más? Si preguntamos a la empresa probablemente nos dirá que no, que les asignaron nuevas funciones. ¿Será?
Así es como asistimos al aceleramiento de un proceso de automatización que, como señala el antropólogo James Suzman, para algunas personas “anuncia una época de ventajas robóticas. Para otras, supone otro fatídico paso en el camino hacia la distopía cibernética. Pero para muchas, la perspectiva de un futuro automatizado sólo plantea una pregunta inmediata: ¿qué ocurrirá si un robot me quita el trabajo?”
Fue un tanto surrealista escuchar días atrás al periodista Joaquín López-Dóriga presentando en su programa de radio a NAT, la primera presentadora de noticias creada por Inteligencia Artificial en América Latina. “No sé si pronto ya te vea sentada aquí en esta silla”, le dijo el periodista con más de cinco décadas de experiencia a NAT. A pesar de que esta dijo que eso no sucedería debido a que le falta mucho por desarrollar y nunca podrá superar la capacidad y el conocimiento que todas las vivencias crean en la persona de López-Dóriga, es un hecho que ese espacio de presentadora de noticias ya se lo quitó a alguien más.
En el 2013, Carl Benedikt y Michael A. Osborne, investigadores de la Universidad de Oxford, prendieron la alarma a escala mundial cuando publicaron un estudio pronosticando que 47% de los empleos podrían desaparecer en los próximos 15 o 20 años por la automatización. Robots, drones, vehículos que se manejan solos y otras máquinas, así como programas de computación que pueden acumular información, procesarla y hacer proyecciones a futuro remplazarán a vendedores, auditores de cuentas, bibliotecarios, agentes aduaneros, empleados administrativos y bancarios, inspectores de compañías aseguradoras, agentes de bienes raíces, asistentes de abogados, periodistas, guías de turismo, técnicos dentales y farmacéuticos, carniceros, camareros, chefs, choferes, cajeros –estos últimos ya están siendo reemplazados por máquinas lectoras de precios en muchas tiendas y supermercados–. La lista es larga.
Dos cosas son preocupantes para este siglo XXI: el desempleo causado por la tecnología (reconocido hasta por los propios responsables de la revolución tecnológica como Bill Gates y Mark Zuckenberg, de acuerdo al periodista Andrés Oppenheimer) y la despersonalización causada por el declive de la interacción humana.
* Psicólogo / [email protected]
Foto de portada: Myke Simon (@myke_simon) / Unsplash.
1 Comentario
Triste, preocupante y molesto; porque además de eso que dices, que ya de por sí es mucho, yo pienso en nuestros hijos por ejemplo, que se supone están o estarán muy pronto integrandose a la fuerza laboral, esa es su ilusión y nuestro deseo y… ¿¿ Qué van a encontrar ??