SOMOSMASS99
Umberto Fiori / Errepublika Plaza
Viernes 10 de noviembre de 2023
Vivimos tiempos en los que la manipulación, la mentira, la falsa equidistancia y una tramposa doble moral se han convertido en las herramientas con las que el Sistema acogota, siempre que puede, cualquier intento de crítica o de repulsa hacia aquellas situaciones en las que los poderosos se ceban con los más débiles. Así que, para evitar conclusiones torticeras o tergiversadas interpretaciones de lo que aquí escribo, vaya por delante lo siguiente: Condeno enérgicamente los recientes secuestros y atentados ejecutados por los islamistas radicales de Hamás contra civiles israelíes inocentes. Al mismo tiempo denuncio y condeno, con similar convicción y vehemencia, la salvaje represión ejercida contra la población palestina por el gobierno supremacista y ultraderechista de Israel, así como las inhumanas y desproporcionadas represalias con las que el ejército, la policía y los colonos armados sionistas están castigando a la población de Gaza y del resto de las zonas de la Palestina ocupada.
Se ha dicho en numerosas ocasiones que el conflicto en Palestina es casi tan viejo como la propia tierra en la que se desarrolla. Esta afirmación, además de inexacta, no es más que una oportuna excusa, esgrimida tanto por los islamistas más fanáticos como por los sionistas más extremistas, para justificar el enquistamiento de un conflicto, utilizado desde los tiempos de la Guerra Fría como termómetro geoestratégico respecto a la antigua correlación de fuerzas entre los bloques este-oeste. En realidad, no fue hasta finalizada la 2ª Guerra Mundial y de forma mucho más patente hasta, más o menos, mediada la década del 60 del siglo pasado, cuando el llamado ”Conflicto Arabe-Israelí” se convirtió en un persistente y cruento “dèjá vu”. Un conflicto que revive y revive como un zombi cada vez que tanto Irán como Rusia, EE.UU. o los países del Golfo necesitan reafirmar sus hegemonías territoriales, o cuando el sionismo israelita requiere de un balón de oxígeno que le permita desviar la atención mediática de la corrupción de sus dirigentes, de las políticas supremacistas de los ultraortodoxos o de las voraces ansias expansionistas de sus colonos.
La diferencia de la tercera Intifada, como ya se empieza a conocer este nuevo enfrentamiento, respecto a las dos anteriores es que la correlación militar de fuerzas no es tan desproporcionada como lo fue en la primera y, en menor medida, en la segunda. Ahora las piedras y las hondas han sido sustituidas por lanzacohetes y fusiles de asalto y los enfurecidos adolescentes palestinos por paramilitares, tan curtidos y fanáticos como aquellos que, al otro lado de la barricada, lucen en sus cascos de combate la estrella de David. Quizás por eso, el gobierno ultraderechista de Israel, haciendo caso omiso de los dictados de la O.N.U y de las más básicas normas humanitarias, ha decidido considerar a todo hombre, mujer, niño o anciano palestino, a pesar de que estén desarmados y aterrorizados, en objetivo militar a abatir o, en el mejor de los casos, a desalojar de sus tierras y deportar a saber dónde.
Hay consciencia de que en esta ocasión la iniciativa bélica no ha partido del ejército de Israel y de que, además, parece incluso que la ofensiva les ha pillado un poco despistados. Esta vez, el protagonismo ha corrido a cargo de Hamás, que de la noche a la mañana ha pasado de lanzar ocasionales misiles contra determinados objetivos estratégicos israelitas, a convertirse en el nuevo paradigma de la extrema crueldad, desencadenando una indiscriminada escabechina de civiles que militarmente carece del más mínimo atisbo táctico y que, por si fuera poco, los ha deslegitimado, tanto políticamente como en lo que respecta a los posibles réditos victimistas que quisieran alcanzar con sus acciones: Es difícil seguir ejerciendo de víctima cuando te conviertes en verdugo de inocentes.
No hay que olvidar que, como en el caso de Al-Qaeda, Estado Islámico o los Muyahidines afganos, Hamás es solo otro ”Golem” más, diseñado hace 36 años al antojo de la CIA y del Mossad —con la inestimable ayuda de algún que otro oscuro servicio de contraespionaje del medio-oriente o del Golfo—, con el único propósito de servir de contrapeso al izquierdismo laico y revolucionario de Al-Fatah, hoy prácticamente cadáver, pero que desde su creación por Yasser Arafat en 1958 se había convertido en vanguardia indiscutible de la Organización para la Liberación de Palestina (O.L.P.). Aunque es una obviedad que a nadie cogerá desprevenido, hay que insistir en que para conseguir anular el peso de Al-Fatah había que deslegitimarla, boicotear el proceso de paz que intentaba liderar Arafat, asesinar a Isaac Rabin, primer ministro israelí y, finalmente, potenciar a Hamás hasta convertirla, mediante una peligrosísima mezcla de populismo político y fanatismo religioso, en el poder paralelo que desplazase a la izquierda laica y socialista de Al-Fatah: El auténtico enemigo de los numerosos y turbios intereses político-económicos existentes en esa zona del mundo.
Sin embargo, con lo que no contaba ni el estado sionista de Israel, ni el “amigo americano”, ni tan siquiera Irán o Rusia —a los que en esta ocasión les ha faltado tiempo para ponerse de perfil frente a la tragedia del pueblo palestino—, es que Hamás, el tonto útil que entre todos ayudaron a crear, se convirtiese en el principal protagonista de un problema que no para de crecer como una bola de nieve corriendo ladera abajo. Tampoco la propia Hamás parece haber sido consciente de que con su atropellada y suicida actitud ha contribuido a hacer realidad a los ojos de buena parte del mundo eso que tanto esfuerzo y dinero les suele costar a los servicios secretos más sofisticados: Ayudar a construir un relato capaz de convertir a los resistentes en terroristas y así lograr que los oprimidos sean vistos como si fuesen los opresores.
Todo esto no sería más que un estúpido despropósito dentro de la tan conocida estrategia de los “juegos de guerra”, a la que nos han acostumbrado desde la desaparición de los bloques en 1989, si no fuese porque en Palestina existe un pueblo, completamente dejado de la mano de Dios, que está sufriendo un auténtico genocidio, casi tan planificado y sistemático como el que padecieron los que hoy son sus verdugos, cuando el nacional-socialismo alemán encerró en guetos a los judíos de media Europa para después cargarlos en vagones de ganado y enviarlos rumbo al este, donde les esperaban los campos de exterminio, las cámaras de gas y los crematorios.
Treinta y pocos días después del 7 de octubre, cuando Hamás abrió la caja de Pandora con su inesperado golpe de mano contra civiles israelitas, las víctimas palestinas —en su práctica totalidad también civiles— ya superan los 10.000 muertos, de los que aproximadamente un 40 por ciento son menores de edad, y los más de 25.000 heridos atestan los poquísimos hospitales que aún permanecen en pie en la Franja de Gaza. Pero lo más terrible del caso es que, como Benjamín Netanyahu no deja de advertir a su pueblo, esto no ha hecho más que empezar y —según se desprende de sus palabras— solo podrá acabar con el completo exterminio o la radical diáspora de la población palestina que, como si se tratase de un paradójico bucle espacio-tiempo, pasará a ser protagonista de la primera Shoah del siglo XXI; convirtiéndose, los que queden vivos, en los nuevos “judíos” que deambularán por el mundo sin tierra, sin casa y sin futuro y sin esperanza de que Naciones Unidas les regale un territorio que habría que arrebatar a otros más parias aún.
Hoy empieza a ser clamor la protesta que desde las calles de Washington, Berlín, París, Melbourne o Barcelona reclama el cese del exterminio del pueblo palestino a manos del ejército de Israel, a pesar de los continuos intentos propagandísticos para acusar de anti-semitas a quienes denuncian la desproporcionada y criminal respuesta del gobierno Netanyahu contra la una población civil inocente y desarmada. Las movilizaciones ciudadanas y pacifistas van poco a poco extendiéndose y arrancando las caretas de los verdugos para que el mundo entero conozca la realidad que se oculta tras las falsas razones que esgrimen quienes, desde un bando y el otro, no dudan en usar las vidas de los inocentes como moneda de cambio de sus propios intereses. Es momento de renunciar a ser cómplices de esta mentira; es momento de exigir el inexorable respeto a los derechos humanos y la decidida defensa de la población civil frente a los horrores de la guerra.
¡¡¡BASTA YA DE GENOCIDIO, BASTA YA DE DEPORTACIONES!!! ¡¡¡POR EL DERECHO DEL PUEBLO PALESTINO A VIVIR LIBRE Y EN PAZ!!!
Rossa Palestina
Laggiù nel Medioriente, come un bufalo ferito
infuria il pirata americano
ma nei campi, sulle dune, sono armati anche i bambini
e ogni donna impugna il suo fucile
no, non fan paura i carri armati d’Israele:
la tua terra tu la devi liberare…
Abbiamo alzato il rosso, il verde, il bianco e il nero,
stretto in pugno la bandiera: i colori di Al Fatah.
Abbiamo alzato la bandiera partigiana della rossa Palestina
accanto a quella del Vietnam!
Li chiamano «banditi» i giornali dei padroni
che chiamavano «assassini» i partigiani,
noi non crederemo ai bollettini israeliani,
al tiranno giordano traditore.
Quante volte ci hanno detto «E` finita in Palestina»
e ancora cantavamo la canzone…
Abbiamo alzato il rosso, il verde, il bianco e il nero,
stretto in pugno la bandiera: i colori di Al Fatah.
Abbiamo alzato la bandiera partigiana della rossa Palestina
accanto a quella del Vietnam!
Al di là di questo mare c’è un popolo fratello:
ogni lotta aiuta un altra lotta,
ogni colpo sparato sul nemico sionista
in Italia colpisce chi comanda.
Coi popoli in rivolta si muove oggi la Storia,
Rivoluzione, fino alla vittoria!
Letra y música: Umberto Fiori. 1973
Palestina Roja
Allá en Oriente Medio, como un búfalo herido,
se enfurece el pirata americano,
pero en los campos, en las dunas, hasta los niños van armados,
y cada mujer empuñan su fusil.
No, los tanques israelíes no nos asustan:
Tu debes liberar tu tierra.
Levantamos la roja, la verde, la blanca y la negra,
empuñamos la bandera: los colores de Al Fatah.
¡Izamos la bandera partisana de la Palestina roja,
junto a la de Vietnam!
Les llaman «bandidos» los periódicos de los amos.
Los que llamaron «asesinos» a los partisanos.
No nos creeremos las noticias israelíes,
ni al traicionero tirano jordano.
Cuántas veces han dicho: «Se acabó Palestina»
y sin embargo, cantamos esta canción…
Levantamos la roja, la verde, la blanca y la negra,
empuñamos la bandera: los colores de Al Fatah.
¡Izamos la bandera partisana de la Palestina roja,
junto a la de Vietnam!
Más allá de este mar, hay un pueblo hermano:
cada lucha apoya otra lucha,
cada disparo contra el enemigo sionista
golpea en Italia a los que mandan.
Hoy la historia se mueve con los pueblos sublevados.
¡Revolución, hasta la victoria!
Letra y música: Umberto Fiori. 1973
Traducción libre: Liova37
Foto de interiores: Errepublika Plaza
Foto de portada: Hosny Salah / Pixabay.
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