SOMOSMASS99
Agustín Ramírez Agundis*
Miércoles 18 de octubre de 2023
El pasado domingo uno de mis nietos amaneció quejándose debido a un intenso dolor de garganta. Un rato después la situación se agravó al presentarse la fiebre que en él suele ser muy renuente a disminuir con los medicamentos antipiréticos comunes y sólo es posible atemperar con los tradicionales recursos con base en compresas húmedas.
Era un poco antes del mediodía cuando me di a la tarea de localizar un médico al que pudiéramos acudir para que lo atendiera. Como sucede desde hace ya un buen tiempo, lo primero que me vino a la mente fue dirigirme a alguno de los consultorios adjuntos a las farmacias de don Simi, que bien podría ser el que se encuentra cerca de la central de autobuses o el de la colonia Bosques, por ser los más próximos a la casa. Pues allá fui y nada. Pregunté si conocían alguna otra farmacia de esa cadena en la que sí dieran consulta ese día y tampoco hubo respuesta afirmativa. Lo mismo sucedió con varias farmacias de otras firmas. Comencé a convencerme de que los galenos bien que respetan el precepto bíblico que establece el séptimo día como de descanso, de modo que no dan servicio los domingos.
Recurrí al plan B, consistente en preguntar a las personas que transitaban por la populosa colonia Bosques acerca de algún médico que tuviera su domicilio o consultorio en la zona. Lo primero que percibí en todas ellas fue una excelente disposición para apoyarme con información. Sin embargo, lo segundo fue que todas me remitían con todo lujo de detalles a esas farmacias que mencioné en el párrafo anterior. Finalmente, dos señoras coincidieron en que una doctora tenía su domicilio “a media cuadra del templo de la calle de Arrayanes, una casa de dos pisos”. Por allí anduve preguntando infructuosamente durante un buen rato tratando de ubicar a la galena.[1]
Ni modo, no me quedó otro recurso que el de poner en práctica eso que con frecuencia nos dicen no se debe hacer, la automedicación. Termómetro digital en ristre confirmé que la temperatura rondaba los 38 grados y con el auxilio de la linterna del celular observé que la garganta estaba más enrojecida que la cara del Canelo después de los doce rounds; esas observaciones y el escuchar la persistente tos carrasposa significaban que estaba presente una infección de las vías respiratorias. Recurrí a una receta que nos proporcionó el médico hace algunos meses cuando la nieta se enfermó con síntomas similares. Un antibiótico del que habían quedado unas cuantas cápsulas, las muy socorridas pastillas que alivian la fiebre, la inflamación y el dolor, y los antihistamínicos para aminorar las molestias constituyeron el cóctel de medicamentos con el que decidimos salir del paso para esperar a que llegara el lunes y estar en posibilidades de contar con el apoyo del médico. Desde luego, ya para dormir no faltó la sábila medio asada aplicada en cuello, pecho y espalda y el té de diferentes yerbas.
El lunes, a eso de las 10:15 llegamos al consultorio del doctor Piñón. La consulta comienza a las 10. Para esa hora, muy atentos a su respectivo celular en mano, estaban dos pacientes en la sala de espera, y a otro más ya lo estaba atendiendo en el interior. Mientras llegaba nuestro turno, llegaron tres pacientes más. A las 10:45 nos tocó entrar y el médico procedió a realizar ese protocolo que ya tiene bien dominado, mismo que pasa por las preguntas, la auscultación, el diagnóstico y la elaboración de la receta y su correspondiente explicación. Después de pagar la módica tarifa de 250 varos, nos retiramos alrededor de las 11; las seis butacas en la sala de espera estaban ocupadas y en el exterior, de pie o sentadas dentro de su vehículo, otras personas aguardaban.
Obviamente, desde el domingo se presentaba la alternativa de acudir al servicio de urgencias de alguno de los hospitales privados o bien al hospital general de la Secretaría de Salud del Estado de Guanajuato (SSEG. De éstas, en cuanto a la primera posibilidad, uno la piensa no una, ni dos, sino tres o cuatro veces. Para las empresas que operan en el ramo de la medicina no existen pacientes sino clientes cuyo bolsillo hay que exprimir, quienes las administran y las atienden ven a las personas únicamente como una potencial fuente de dinero. Por lo general, en el servicio de urgencia quienes proporcionan la atención a los enfermos son estudiantes de medicina que realizan allí su residencia, mientras los médicos están más bien en su consultorio o realizando los procedimientos especializados, ya que es allí donde más se cobra. Por lo que se refiere a los servicios de la SSEG, la gente le da la vuelta debido a los múltiples trámites que es necesario realizar incluso para recibir la atención por una enfermedad tan simple como un resfriado.
El estado de Guanajuato es uno de los que cuentan con mayor cantidad de establecimientos privados que proporcionan servicios de salud. Según estadísticas de salud correspondientes al año 2022 publicadas por el INEGI [2], en la entidad existían 187 establecimientos (6% del total registrado en el país), ubicados 30 en León, 18 en Irapuato, 17 en Celaya, 13 en Salamanca y el resto distribuidos en otros municipios.
Cabe hacer notar que las estadísticas del INEGI señalan que en cuanto a consulta externa, los establecimientos privados tuvieron en el año 2022 casi siete millones de consultas de especialidad, casi cinco millones de consultas de medicina general y poco más de dos millones de consultas de urgencia. Es decir, aproximadamente el 50% correspondieron a medicina de especialidad. También es de hacer notar que en el 2022 la tasa de consulta externa en el país fue de 11,077 consultas por cada 100 mil habitantes.
Asimismo, es de destacar que en los establecimientos privados “del total del personal médico que tuvo contacto directo con las y los pacientes, 77 629 (83.1 %) eran especialistas, 11 899 (12.7 %) generales, 1 766 (1.9 %) residentes, 978 (1.1 %) odontólogas u odontólogos y 1 100 (1.2 %) pasantes” [3]. Es notorio en los establecimientos privados el predominio de la medicina especializada.
Desde luego, en las estadísticas del INEGI se consideran como establecimientos privados que ofrecen servicios de salud sólo a las clínicas y hospitales y no a los consultorios a los que acudimos normalmente la mayoría de la población que no cuenta con seguridad social.
Las enfermedades no se pueden programar. Se presentan muchas veces de manera súbita e inesperada. Es una tarea gigantesca la que se tiene que realizar para que la gente tenga acceso a los servicios de salud en el momento en que una situación de enfermedad ocurra. Para allá debe ir el programa del IMSS-Bienestar que el gobierno federal ha estado instrumentando en varios estados de la República. Su propósito es que los mexicanos tengamos garantizada la atención de la salud con calidad y las 24 horas de los 7 días de la semana. Lamentablemente, el gobierno del estado de Guanajuato se ha negado a suscribir el convenio para incorporar los servicios de salud en ese programa para la población abierta.
Notas:
[1] *La Real Academia de la Lengua Española incluye esta palabra tanto en masculino como en femenino, aun cuando proviene del reconocimiento a “Galeno de Pérgamo, también conocido como Elio Galeno o Claudio Galeno, fue el médico más famoso después del padre de la medicina Hipócrates, era considerado como ‘El Príncipe de los Médicos’ o ‘Aristóteles de la Medicina’”. | O. F. Campohermoso, R. E. Soliz, W. Zúñiga; Galeno de Pérgamo “Príncipe de los médicos”; Revista Cuadernos Vol. 57(2), 2016; www.scielo.org.bo/pdf/chc/v57n2/v57n2_a14.pdf
[2] INEGI, Estadísticas de Salud en Establecimientos Particulares (ESEP) 2022, www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2023/ESEP/ESEP2022.pdf
[3] Idem, p. 26
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Foto de portada: Hush Naidoo Jade Photography (@hush52) / Unsplash.
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