SOMOSMASS99
Emma Aguado / SomosMass99
Martes 5 de septiembre de 2017
Por muy optimistas que sean los discursos de los gobernantes en temporada de informes, sólo basta echarle un ojo a las estadísticas de homicidios en el país para darnos cuenta que Guanajuato ocupó en Agosto el nada honroso primer lugar de homicidios en México, con más de dos mil en 7 meses.
Además de León, Irapuato, Salamanca y Celaya, Acámbaro es uno de los municipios que más ha abonado a que el estado mantenga su liderato en el ranking nacional, y la colonia San Isidro se apunta para registrar buena parte de los hechos más sangrientos de este municipio: “Lo atacan a balazos en la colonia San Isidro, se encuentra grave”; “Alarma en Acámbaro, se desata una balacera en plena calle”; “Ejecutan a motociclista en Acámbaro”; “Cabeza humana encontrada en Acámbaro”; “Fue a visitar a su novia y lo matan a balazos”; “A metros de las instalaciones de Seguridad Pública de Acámbaro, en la colonia San Isidro, un hombre fue asesinado con armas largas”. Estos son apenas algunos de los encabezados que enriquecen la nota roja por estos días en una de las colonias más grandes y populosas de Guanajuato, en donde a pesar de la persistencia de sus problemas sociales, las autoridades apenas han volteado a ver lo que sucede en lo profundo de sus fauces. Pero no todos son indiferentes, los sacerdotes de la parroquia de San Isidro han decidido desde hace un tiempo caminar hacia adentro de la colonia buscando tejer una red que sustente su llamado por recuperar la paz.
Misa por la paz
“Está vivo y ha resucitado”, coreaban las voces mientras el padre Rigo nombraba a cada uno de los asesinados, varios de ellos muertos justo en el lugar donde nos encontrábamos: “Revolución con Avenida San Antonio, San Isidro, Acámbaro Guanajuato”, un lugar marcado por la violencia.
La tarde del pasado 25 de agosto los sacerdotes de la parroquia de San Isidro comandada por el padre Rigoberto Beltrán, reunieron a los familiares de 15 personas asesinadas en los últimos meses en los alrededores de la calle Revolución que días antes habían sido visitados por ellos mismos en compañía de una imagen que se ha vuelto emblema de migrantes y desplazados con violencia: el niño Jesús Desterrado de Egipto.
La misa se realizó al aire libre, instalaron sillas, una manta, bocinas, micrófonos, había unas cien personas, muchas de ellas mujeres y niños. El párroco inició nombrando a los fallecidos recientes, pero no llegó a juzgar las razones de su muerte, mucho menos a buscar afrenta, él sólo fijó postura: construir la paz, “queremos –dijo- que ante el dolor seamos testigos, creadores y artífices de la paz, ya no uno por uno, sino de manera colectiva, y en este lugar donde la violencia se ha ensañado, queremos hacer esta profesión de ser testigos de la paz, por eso se escogió este lugar, no por casualidad, sino porque estuvimos mirando. ¿Dónde está más centrada la violencia?, ¡ahí vamos! ¡ahí estará Jesús para hacernos a nosotros testigos de la paz!…iremos por la calle todos los días estaremos en nuestra casa y seremos sujetos, artífices, creadores de la paz…”.
La gente soltaba globos blancos que empezaban a surcar el cielo, las lágrimas se agolpaban en los ojos de las madres, hermanas, esposas, amigas de los 15 muertos (uno de ellos mujer), mientras algunos brazos se aferraban a una cruz de madera que el padre Rigo entregó a cada una de las familias como símbolo de resignación y esperanza.
Antes de ocultarse el sol, la gente comenzó a regresar a sus casas, la noche es incierta en ese lugar, sin embargo muchos ya están convencidos de la urgencia de construir la paz, no es fácil, pero por algo hay que empezar.
Fotos de portada e interiores: Emma Aguado / SomosMass99
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