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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 29 de enero de 2021
El cambio de gobierno a raíz del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, el 1 de julio de 2018, significó en unos casos la disminución de privilegios para miembros de la oligarquía y, en otros, que experimentaron mayores pérdidas en sus prebendas, de muchos que habían hecho del quehacer político y del servicio público su modo de vida, junto con su séquito de servidores y aduladores disfrazados de «periodistas», «intelectuales», «analistas», «especialistas», «críticos», etcétera, cuya vinculación se sustentaba en la corrupción.
El vivir y aprovecharse del erario se había convertido en una condición «normal» para quienes utilizaban su poder económico en la obtención, corrupción mediante, de concesiones y jugosos contratos de la administración pública, y para los que desde posiciones de gobierno se consideraban con derecho a disponer de recursos públicos en su provecho y para mantener y reproducir las condiciones que les permitieran seguir conservando y acrecentando sus privilegios.
Armaron un andamiaje jurídico y legal mediante el cual despojaron a la nación de bienes, territorios, riqueza natural, llevaron al país y al pueblo al borde de la ruina; al mismo tiempo, lo utilizan para poner obstáculos a la nación en la recuperación del despojo.
Quienes detentan el poder económico necesitan tener el mayor control político posible para reducir al mínimo los obstáculos que les impidan el dominio total sobre la sociedad y la nación. Esa es la razón por la que la oligarquía, la alta burguesía, y rémoras que las acompañan, agrupados en Sí por México, se han unido con la coalición Va por México, constituida por los tres partidos políticos derrotados en la elección federal de 2018, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, con el objeto de obtener en las elecciones de este año la mayoría en la Cámara de Diputados y en 30 congresos locales, además de ganar 15 gubernaturas y 1900 ayuntamientos y juntas municipales, para reforzar la oposición al presidente López Obrador y al proyecto que los derrotó, con la mira en ganar la elección presidencial en 2024.
Un antecedente nefasto no muy lejano de la unión de esos tres partidos fue en la firma del Pacto por México, acuerdo que al inicio de la administración pasada impulsó la reforma laboral que dejó de herencia Felipe Calderón, la reforma energética, la reforma educativa y una serie de medidas que incidieron en la entrega casi total al capital privado local y extranjero de lo que habían dejado del país sus antecesores neoliberales, además de hundirlo en la pobreza, la violencia y en la más descarada corrupción e impunidad.
En el fondo, esa «oposición» añora aquellos tiempos y desea retornar a ellos. Para eso se han unido y, junto con otras fuerzas de la derecha más reaccionaria, harán uso de las malas artes, que bien conocen, para lograrlo. Son expertos en corromper, mentir, engañar, traicionar, robar y prometer lo que sea, y utilizarán ese vasto arsenal con tal de recuperar el «paraíso» que perdieron.
Apuestan, con esas malas artes, superar el enorme desprestigio que acarrean; por si ello fuera poco, tienen de su lado organismos, con reglas aún vigentes creadas por ellos, como el Instituto Nacional Electoral, los tribunales electorales; además de una serie de magistrados y jueces cuya principal característica no es precisamente la honestidad; aparte de no pocos elementos incrustados en diferentes instancias y niveles de gobierno.
Sin embargo, pareciera que la principal fortaleza de esa oposición la constituye el partido que encabezó la coalición que ganó la pasada elección federal, Morena, en el que la cúpula ha hecho suyos los vicios, desviaciones y malas prácticas que caracterizan a los de la triada que conforma Va por México, y ha entrado en un proceso de descomposición cuyo resultado podría reflejarse en un retroceso en el que se perdieran los aún escasos avances de la transformación por la que votó la mayoría de quienes acudimos a las urnas el 1 de julio de 2018; y como consecuencia de ello, se reinstalaría, corregido y aumentado, el más feroz neoliberalismo.
No obstante el peligro del retorno de la derecha al control del gobierno, las bases de Morena tienen la responsabilidad y la oportunidad de recuperar su organización y convertirla en un verdadero partido político de izquierda, que extienda su vinculación y cercanía con amplios estratos de la población para recoger sus aspiraciones, incluirlas en programas, atenderlas y resolverlas desde un gobierno del pueblo y para el pueblo.
Sin embargo, la responsabilidad de evitar que la derecha retorne al control del gobierno y arrase con este país no recae solamente en un partido político, es el pueblo, de manera general, quien decide su destino y a quien corresponde, consciente y organizadamente, crear, mantener y reproducir las condiciones para construir el país al que aspira la mayoría de los mexicanos.
* Alfonso Díaz Rey es miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: Nación 14.
1 Comentario
Veo a la derecha y a la izquierda confundidas en un mismo amasijo de prácticas asquerosas.
Tal vez tengamos que pensar en los individuos que se presentan más que en partidos para elegir por quién votar