SOMOSMASS99
Alfonso Díaz Rey*
Viernes 8 de agosto de 2023
Aunque los partidos políticos cambien nombre a sus actividades o las disfracen, a poco más de un año del relevo en la presidencia de la república, no cabe duda que el país vive en una coyuntura político electoral en la que fuerzas en varios aspectos contrarias están en campaña y han definido candidaturas a la presidencia de la república.
Por cuarta ocasión consecutiva se enfrentarán, fundamentalmente, proyectos de país en muchos aspectos opuestos, aun cuando uno de los bandos, la derecha, todavía no haga explícito el suyo.
Por un lado Morena y sus aliados, quienes en un proceso interno han seleccionado a su candidata a la presidencia de la república, mantienen ventaja en las encuestas merced a avances del actual gobierno y a que todos los aspirantes a tal candidatura se habían comprometido a dar continuidad al proceso de transformación iniciado por el presidente López Obrador.
Por otro, lado las fuerzas de la derecha, que sin manifestar propuesta alguna ─diferente de las promesas e ilusiones de siempre─ y tras una farsa de democracia en la que involucraron a la «sociedad civil», que siempre estuvo ausente, sin el menor recato impusieron como candidata a una persona con un discurso estridente, vacío, belicoso, racista y con posiciones reaccionarias; la que, además, para congraciarse con la derecha internacional ─sobre todo con la norteamericana─ se alinea con la política exterior yanqui y arremete contra los países que no se subordinan al imperio.
En este contexto, con procesos a los que falta mucho para considerarse democráticos ─en buena medida por el bajo nivel de organización del pueblo─, se dirime desde ahora el rumbo del país, al menos por los próximos seis años.
Nuestro país transitó por un largo periodo que inició al término de la gestión presidencial del general Lázaro Cárdenas y concluyó en 1982, año en el que inician los gobiernos neoliberales (Miguel De la Madrid Hurtado), periodo en el que prevaleció la antidemocracia ─con un constante bombardeo ideológico saturado de anticomunismo─; época en que desde el gobierno y el Estado se privilegiaron los intereses de una clase dominante hacia el interior y dominada desde el exterior, por tanto, débil, incluido su sector hegemónico, la oligarquía; época de crecimiento y ampliación de la dependencia ─se volvió estructural─; tiempo en que la corrupción invadió casi todas las esferas de lo público y lo privado; y se utilizó la represión ─sobre todo contra trabajadores, estudiantes y movimientos populares─ para proteger los intereses dominantes e imponer sus decisiones. Todo ello, y más, obra de gobiernos que se decían continuadores de la Revolución de 1910-1917.
Y llegaron los neoliberales.
Con un largo y permanente trabajo previo de desorganización, enajenación y desunión, lanzaron a diestra y siniestra promesas de resolver los más graves problemas del país y del pueblo, y con el ofrecimiento de modernizarnos y llevarnos al primer mundo, se dedicaron a saquear y desmantelar al país ─vía despojo de bienes y riquezas nacionales─, lo que fortaleció a la oligarquía local y al capital extranjero que participó en el saqueo; agudizaron los problemas irresueltos del periodo anterior y agregaron otros, como el narcotráfico y el crimen organizado; crecieron como nunca la corrupción, la desigualdad, la injusticia, la pobreza y la violencia; se experimentaron serios retrocesos en materia laboral y en tenencia de la tierra; se permitieron y privilegiaron actividades altamente contaminantes; se afectaron considerablemente los sistemas de salud y educación y se vulneró seriamente la soberanía en sus expresiones nacional y popular. Además, cometieron tres fraudes en elecciones presidenciales (1988, 2006 y 2012), para asegurar la continuidad de su labor modernizadora.
Ante tal realidad y para aliviar un poco la situación en que se encontraba la mayoría de la población, fue necesario, primero, quitar a los neoliberales del control del gobierno federal para, después, iniciar una serie de transformaciones en favor de esa mayoría. Lo primero ocurrió el 1 de julio de 2018, con la victoria electoral de una propuesta diferente del neoliberalismo; lo segundo inició con la gestión de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la república.
Dado que los cambios emprendidos afectaron a poderosos intereses económicos, la reacción de la oligarquía y la alta burguesía, sus personeros y, en general, la derecha, ha sido permanente y visceral, con objeto de desacreditar al actual gobierno. Su arma favorita: la mentira.
Quienes perpetraron el saqueo del país y fueron desplazados del gobierno federal en 2018, intentan retomarlo y regresarnos al paraíso neoliberal para recuperar sus privilegios y proteger sus intereses, opuestos a los de la nación. Ellos representan las posiciones más conservadoras, retrógradas, antipatrióticas y, en algunos de sus integrantes, fascistas.
Por otro lado, a las fuerzas que se pronuncian por la continuidad del proceso de transformación en marcha y a su candidata para la elección de 2024 convendría considerar la consolidación, ampliación y profundización de los cambios, lo cual será posible mediante la definición clara y de manera democrática de los sectores y actividades nacionalmente estratégicas ─en los que urgen transformaciones radicales─, además de la participación consciente y organizada del pueblo en apoyo y realización de los cambios que nuestro país requiere.
No obstante las promesas e ilusiones que intentarán vendernos, el miedo que tratarán de inducirnos, la propaganda saturada de verdades a medias y mentiras completas y la muy socorrida compra de voluntades que acostumbra la derecha para ganar votos, seamos los ciudadanos, en el ejercicio de nuestra soberanía y con nuestro voto consciente, quienes decidamos en qué tipo de país queremos vivir.
Y lo más importante:hagamos valer nuestra decisión.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Foto de portada: Claudia Sheinbaum Twitter.
1 Comentario
Ojalá proximamente se refiera a «la definición clara y de manera democrática de los sectores y actividades nacionalmente estratégicas ─en los que urgen transformaciones radicales», pues efectivamente hay que ir abriendo esa discusión.
Saludo cordial,
Flavio Rojo