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Alfonso Díaz Rey*
Viernes 11 de diciembre de 2020
La derrota electoral que los neoliberales sufrieron el 1 de julio de 2018 aún no la digieren, y desde el momento que conocieron los resultados comenzaron a implementar planes para obstaculizar y desacreditar al gobierno que entraría en funciones el 1 de diciembre de esa año.
Algunas de las acciones y medidas del actual gobierno han significado reducción de privilegios y ganancias para miembros de la oligarquía, situación que ha originado una reacción que intenta recuperarlos.
No obstante el monumental despojo a la nación que significó la entrega de sus bienes a los grandes capitales locales y foráneos, sienten que su tarea histórica está inconclusa, pues quedan cosas por privatizar y, posteriormente, ejercer el control sobre el pueblo para que acepte el estado de derecho impuesto por quienes con la derrota electoral perdieron parte de su poder político, pero son los que detentan el poder económico en el país.
En realidad en nuestro país el poder económico, y mucho del político, han estado siempre en manos de la burguesía y, en particular, de su sector hegemónico, la oligarquía.
Como clase dominante la burguesía ha tenido a su servicio a prominentes miembros de casi todos los partidos políticos, los que en no pocas ocasiones han hecho los «méritos» suficientes para ser parte de esa clase; es a través de ellos, copando las instituciones del Estado, que ejerce su poder político. Tiene también a su servicio a una serie de «intelectuales», «periodistas», juristas, «líderes» obreros y sociales, y diversos mecanismos mediante los que ejerce el control ideológico de la población. Todo ese entramado de «servidores» le facilita el ejercicio del poder y su permanencia como clase dominante.
A raíz de la derrota electoral que los candidatos de la oligarquía sufrieron en julio de 2018, los contingentes de «servidores» de la burguesía experimentaron una merma en sus privilegios y ahora, bajo las órdenes de sus amos de siempre, mediante alianzas de las cúpulas de tres de los principales partidos defensores del neoliberalismo (PRI, PAN y PRD) con organizaciones de derecha, confluyen en la creada por la oligarquía, Sí por México, e intentan «salvar» al país del «autoritarismo».
Paradójicamente esos partidos fueron los firmantes del Pacto por México, mecanismo que en el pasado sexenio avaló la [contra] reforma energética, la que permitió la entrega de buena parte del sector energético al capital privado local y foráneo, además de otras medidas y acciones que sumieron al país en una escandalosa y desmesurada corrupción, aparte de la que ya padecía, que no era poca cosa.
Esos tres partidos, el PRI (algún tiempo se presentó como el continuador y salvaguarda de los ideales de la Revolución Mexicana), el PAN (el único que surgió y se ha mantenido como bastión de la derecha) y el PRD (que nació en el contexto del neoliberalismo como respuesta al ambiente de imposición, simulación, corrupción política y antidemocracia que se vivía en la década de los ochenta del pasado siglo, conformado por elementos escindidos del PRI, algunos miembros que renunciaron al PAN en busca de mejores oportunidades, y por algunas organizaciones de la izquierda partidista) fueron, inmersos en el oportunismo, confluyendo en posiciones de defensa de los intereses de la oligarquía. Por ello no es casual su alianza ni menos su subordinación a quienes detentan el poder económico.
El objetivo es restaurar las condiciones previas al gobierno actual, esas que propiciaron el despojo a la nación, la práctica desaparición de los derechos laborales, la precarización del empleo y los salarios, la concentración de la riqueza a niveles extremos, el crecimiento descomunal de la deuda externa, la miseria y la pobreza, la corrupción descarada y desmedida en los ámbitos público y privado, y el deterioro de las condiciones de vida del pueblo mexicano, entre otros muchos «logros» neoliberales. Ellos son los que ahora quieren «salvar» al país. En el fondo lo que pretenden es restablecer el neoliberalismo, con la oligarquía en el control del país, y continuar con las dádivas y migajas que sus amos les daban.
Para ello la oligarquía cuenta, además de la alianza de esos tres partidos con Sí por México, con la pléyade de sirvientes que claman por sus privilegios perdidos, con algunos sectores de la burguesía, con los eternos aspirantes a pequeñoburgueses y con el lumpen que se vende al mejor postor. Sin olvidar que son los poseedores de los más importantes medios de comunicación y difusión, la banca y el sistema financiero, el transporte, la industria, el comercio, los servicios y, muy importante, la producción e importación de alimentos.
Intentan alcanzar la mayoría de diputados en las elecciones legislativas del próximo año para obstruir la labor del gobierno de la república, como paso previo a ganar la elección federal en 2024, lo que significaría la vuelta a un neoliberalismo más agresivo y revanchista.
Ante esas intenciones lo conducente sería oponer la organización consciente de los diferentes sectores del pueblo en defensa de sus intereses, la preservación de sus conquistas y el avance hacia nuevos logros que permitan construir una patria justa, unida, libre, soberana.
* Alfonso Díaz Rey es miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Foto de portada: Twitter.
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