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Sergio Rodríguez Gelfenstein / Internacionalista 360°
Viernes 30 de agosto de 2024
Cómo durante la Guerra Fría un gobierno traicionó y persiguió a los comunistas que luego se fueron, y cómo hoy están atrapados en otro gobierno a pesar de la persecución.
En 1946, el Congreso chileno eligió a Gabriel González Videla como presidente de la república. Su victoria fue respaldada por una alianza formada por radicales, comunistas y demócratas, tras obtener el mayor número de votos en las elecciones del 4 de septiembre.
Durante su primer año en el cargo, González Videla incluyó a los comunistas en su administración, otorgándoles tres puestos en el gabinete. Pero en abril de 1947, los ministros comunistas decidieron dejar el gobierno después de diferencias irreconciliables con el presidente. Pronto, el distanciamiento se convirtió en una ruptura y unas semanas después en una insaciable persecución ordenada desde Washington en un momento en que comenzaba la Guerra Fría, acabando con la política del «Buen Vecino» como instrumento.
Esto dio paso a la doctrina de la «legítima defensa colectiva» que llevó a la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947 y de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948. Así, el control de Washington sobre América Latina y el Caribe adquirió estatus legal con el beneplácito de las oligarquías locales. Los comunistas ya no eran necesarios. Hitler y el fascismo habían sido derrotados y ahora, el enemigo era la Unión Soviética.
Sintiéndose respaldado por la mayor potencia mundial, González Videla mandó aprobar la «Ley de Defensa de la Democracia», instrumento legal que lo autorizaba a reprimir a los comunistas. También llamada «Ley Maldita», prohibió el Partido Comunista de Chile (PC) y fue utilizada para la represión contra el movimiento popular, en particular el de los trabajadores. A nivel internacional, González Videla, quien en la historia de Chile es conocido como «el traidor», rompió relaciones con la Unión Soviética y el campo socialista, algo que ni siquiera Estados Unidos hizo.
En el marco de esta política, se abrieron campos de concentración en el país, especialmente en el norte, donde se recluyó a comunistas y otros líderes políticos y sociales en las difíciles condiciones del desierto chileno. En una de ellas, la de Pisagua, el joven teniente Augusto Pinochet Ugarte realizó sus primeras acciones como oficial del ejército.
El poeta Pablo Neruda, que en ese momento era senador por el Partido Comunista, acusó públicamente al presidente de ser pronazi desde fines de la década de 1930, cuando era embajador de Chile en Francia. En ese país, invadido por los nazis, el ahora presidente acunó un anticomunismo visceral que le permitió codearse con los más rancios de la sociedad del país ocupado.
Tras la aprobación de la Ley Maldita, González Videla cambió la orientación original de su gobierno, dando paso ahora a partidos de derecha, tanto conservadores como liberales. Ya en ese momento logró poner a un sector del partido socialista como puerta de cola de un gabinete destinado a la represión y persecución del movimiento social. Al entregar la gestión de la economía a la derecha, González Videla permitió que se aplicaran fuertes medidas contra los trabajadores, favoreciendo al gran capital. El entonces senador Salvador Allende rechazó y denunció enérgicamente la Ley Maldita y la represión.
Su talante oportunista y traidor lo llevó a ser reconocido como el único presidente chileno que gobernó con todos los partidos del espectro político del país, desde la derecha hasta la izquierda, adaptándose en todo momento a las condiciones que le permitían mantenerse en el poder. Lealtad, dignidad y principios no eran palabras que existieran en su diccionario.
Setenta y cinco años después, otro Gabriel, siguiendo los pasos de su homónimo, ganó las elecciones presidenciales en Chile, adoptando, como él, la traición como método. De la misma manera que González Videla ganó con una coalición de partidos y luego, en muy poco tiempo, en la práctica, gobernó con otro, Boric ganó con un programa y gobierna con otro. Copiando la práctica de Videla, Boric ha incorporado a su gobierno a una diversa gama de personajes, entre ellos algunos que, al no ser oficialmente de derecha, se han convertido en los grandes sostenedores del represivo modelo económico neoliberal subordinado a Estados Unidos y sus aliados en la OTAN y la Unión Europea en beneficio de grandes grupos económicos y empresas transnacionales.
Donde Boric se distanció de González Videla, actuando de una manera más «inteligente», es en la aplicación de una «brillante» impronta política que lo ha llevado a dividir al Partido Comunista en la realidad, persiguiendo y encarcelando -al igual que González Videla- a Daniel Jadue, su líder más importante, al tiempo que acusa de traición a sus ministros y demás colaboradores comunistas.
Aprovechando el acentuado y generalizado «síndrome de Estocolmo» que Pinochet inyectó a amplios sectores de la izquierda chilena, Boric se vale del apoyo de Bachelet y de la incorporación de Tohás, Allendes, Letelieres y otras piezas de esa extensa fauna de hijos y nietos de dirigentes de la Unidad Popular que ahora sirven a sus amos imperiales.
La gota que colmó el vaso de tan despreciable actuación la ha caído la ministra vocera del gobierno de Boric, llamada Camila Vallejo, quien desde su posición en la dirección del PC impulsó para que Daniel Jadue, el líder más reconocido del movimiento popular chileno, enfrente a Boric en primarias presidenciales innecesarias para que Boric pudiera ser electo como el candidato presidencial de la «izquierda unida» con el voto de la derecha. En una macabra operación, Vallejo, quien se desempeñaba como jefe del comando de campaña de Jadue, lo llevó a esas primarias, a sabiendas de que la derecha voltearía a votar por Boric. Vale decir que, en Chile, las primarias son abiertas y cualquier ciudadano independiente puede participar, independientemente de si son o no miembros de los partidos que apoyan a los candidatos.
Personas vinculadas al intendente Jadue han afirmado que no pasó ni una semana para que Vallejo, ahora incorporado al comando de la campaña presidencial de Boric, no volviera a contestar el teléfono de Jadue, excluyéndolo de cualquier participación en el proceso de consumación del gobierno. Una de las más horrendas traiciones a la extensa práctica chilena que comenzó en 1818 cuando Bernardo O’Higgins, el «padre de la patria» ordenó el asesinato de Manuel Rodríguez, el más brillante, ilustre y abnegado luchador por la independencia.
Una vez en el gobierno, la dupla Boric-Vallejo inició la persecución del movimiento popular: militarización de la Araucanía, persecución y encarcelamiento para dirigentes mapuche, represión a luchadores sociales y defensores de los derechos humanos, apoyo activo y entusiasta al gobierno nazi de Ucrania, subordinación total a Washington en casi todos los excesos que cometió en el mundo y mantenimiento del modelo de acumulación capitalista que tiene su principal apoyo en las AFP, todo lo cual culminó con la detención sin pruebas de Daniel Jadue (comunista), y en su posterior destitución como alcalde por impedimento de la libertad, celebrada con un silencio cómplice por parte de Boric y Vallejo (comunista). ¿Qué pensarían de esto Luis Emilio Recabarren, Elías Lafertte y Ricardo Fonseca? ¿Cómo habrían actuado Víctor Díaz, Marta Ugarte y Víctor Jara? ¿Qué habría hecho Gladys Marín?
Es tarea de sociólogos y politólogos, tal vez también de psicólogos, investigar estos vericuetos de la historia chilena. Sería bueno saber por qué estos personajes que fueron elegidos por los comunistas están ahora, en el gobierno, persiguiendo a los comunistas. Por supuesto, hay una diferencia: en el siglo XX, el Partido Comunista era parte del gobierno y se fue, porque comenzó a ser perseguido. Ahora es parte del gobierno y aún no se ha ido, convirtiéndose en un perseguidor. Por González Videla, el Partido Comunista fue traicionado, ahora está atrapado en el campo del traidor.
Hay que decir que en el pasado, la ética del PC superó a su militancia, convirtiéndose en un manto que cubrió positivamente la política chilena, señalando con su impronta un modelo a seguir y una forma de actuar en política que era motivo de orgullo para sus miembros, militantes y admiración de sus aliados e incluso de la derecha. No podían comprar el PC con nada. El partido combatió y resistió con dignidad y entereza las dictaduras de González Videla y Pinochet. Superó dificultades, cárceles, persecuciones, torturas, muertes y desapariciones forzadas. Y siguió adelante.
Ahora, el PC parece tener un precio: lo han pagado con unos pocos cargos en la administración para que junto a los afectados ayer y hoy por el Síndrome de Estocolmo, hagan el trabajo sucio a favor de Washington y los grupos empresariales. Por eso su odio y crueldad contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. Parece extraño, pero en el caso de Boric es su propio odio, en el caso de Vallejos, parece teledirigido desde Washington. En cualquier caso, como decía Silvio, ambos buscan salvarse «entre lo único y lo extraño» mientras buscan un lugar en el parnaso imperial para conseguir «un rinconcito en sus altares».
Nunca esperé nada de Boric, lo dije antes de que fuera elegido. Hijo de una demócrata cristiana y descendiente de fascistas ustasha de Croacia, lleva en la sangre la miseria humana, y cuando Camila traicionó a Jadue, una vez más, con mi optimismo desenfrenado de la razón recordé al presidente Allende en sus últimas palabras: «… «Otros hombres superarán este momento gris y amargo en el que la traición intenta prevalecer». No tengo ninguna duda de que una vez más será así, compañero presidente.
Imagen de portada: Internacionalista 360°.
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