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©Gaudencio Rodríguez Juárez*
Jueves 26 de agosto de 2021
“Crean robot contra soledad”, fue el título de un artículo de Nora Olivé, de El País (6 de enero de 2019) que llamó mi atención y detonó múltiples preguntas aún antes de comenzar su lectura: ¿robots contra la soledad?, ¿por qué la necesidad de máquinas para evitarla?, ¿dónde están las personas?, ¿perdieron su capacidad o disponibilidad para la compañía?, ¿estamos tan solos como para que a la ciencia cibernética se le esté ocurriendo crear robots como compañeros?, ¿realmente un robot puede ser un compañero?, ¿o sólo es un sucedáneo, sólo una mala imitación?
Se trata de Lovot, un aparato que aspira a convertirse en un nuevo compañero para el ser humano y solucionar el problema de soledad, según explica su creador, Kaname Hayashi. Con apenas la capacidad de interacción de un bebé o una mascota, Lovot no es útil ni trabaja para las personas, pero supone una presencia “reconfortante”, según su creador.
La creación de artefactos para cubrir necesidades emocionales da cuenta de cómo los avances de la ciencia no han garantizado satisfacción humana. A medida que han ido avanzando los recursos para la comunicación nos hemos ido desconectando emocionalmente. A medida que han ido creciendo en número los colectivos humanos han ido disminuyendo el número de personas realmente confiables, con las que se puede convivir íntimamente en el día a día…
Estamos envueltos de gente, gente desconocida. Contamos con cientos o miles de amigos en Facebook con los que se puede compartir muchas cosas, pero la creación de robots para evitar la soledad nos indica que no existen amigos presenciales suficientes, de carne y hueso, por lo menos no para mucha gente.
Lovot está diseñado para que “su dueño le tome cada vez más cariño”, explicó su creador, por lo que es posible personalizar el color, aspecto de los ojos, e incluso ropa.
Encariñarse con un objeto a través de su personalización, una capacidad para la cual se viene entrenando a partir de que el niño, niña o adolescente recibe su primera consola, en la cual ya juega a personalizar su usuario, su juego, o el aparato mismo.
Podemos ver la intensidad con la que muchas personas se vinculan con su computadora o con su smartphone, aparatos dotados con infinidad de funciones y aplicaciones con las que se puede interactuar por largas horas gracias a la información o entretenimiento que ofrecen. Objetos a los que muchos niños, niñas, adolescentes (y también las personas adultas, por supuesto) terminan depositándoseles afecto mediante la personalización que se hace de ellos.
Las nuevas generaciones que están creciendo con la tecnología a su derredor pueden gozar de los beneficios que esta implica. El riesgo es desplazar los vínculos humanos y todo lo que estos ofrecen al desarrollo.
Al leer la nota de Olivé me pregunto por qué una persona optaría por un robot como compañero y no por una persona. Qué puede empujarlo a invertir su dinero en la compra de un objeto antes que invertir su tiempo y energía en la construcción o fortalecimiento de una relación, una amistad, una pareja, un roomie…
Sí, las familias se han atomizado, cada vez son más pequeñas y cuando los hijos o hijas se van los padres/madres se quedan solos, pero, ¿por qué no invertir tiempo en construir lazos con los miembros de la comunidad, con los vecinos, para no estar tan aislados? ¿Por qué no trabajar en pensar las ciudades y las relaciones humanas de tal manera que el aislamiento no sea una consecuencia?
De acuerdo con su creador, “Lovot” procede de la combinación de los términos “Love”, amor en inglés, y “Robot”, y nace con el objetivo de “despertar sentimientos de amor” y crear un vínculo afectivo con su dueño.
Hay que dejar claro que quien crea un vínculo con el aparato es el dueño. Los aparatos no pueden crear vínculos, pues estos son propios de los seres humanos, al tratarse de uniones afectivas derivadas de la convivencia constante.
La vinculación es una necesidad profundamente humana, lo mismo que amar y ser amado. Y tales cosas sólo pueden ocurrir con la presencia de otro humano. Razón por la cual necesitamos construir comunidades y dinámicas sociales que no obstaculicen el encuentro con el otro, que no obstruyan la creación de lazos afectivos. De lo contrario no nos quedará otra opción que vincularnos con artefactos, con robot. Y quien no tenga para comprarlos, aunque sea con un balón, como tuvo que hacer Tom Hanks en su papel de Chuck Noland, un empleado de FedEx que naufragó durante varios años en una isla.
* Psicólogo / [email protected]
Imagen de portada: Tom Hanks en Náufrago. | Foto: IMDb.
1 Comentario
Wow que triste y lamentable parece semejante cosa, desafortunadamente veo todos los días como los chavales parecen necesitar cada vez menos el contacto y como los viejos son cada vez más abandonados; ante semejante escenario es posible que «Lovot» sea una tabla de salvación…