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Manuel De la Torre Rivera*
Jueves 26 de agosto de 2021
La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera « deuda ecológica », particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre.
– Papa Francisco, Encíclica Laudato Si’
El tema de este artículo desde luego es conocido en sus rasgos generales por todo el mundo y no vamos a tratar de descubrir el hilo negro, pero no todo el mundo ha analizado como salir de esa situación y desde luego más pocos estarían en condición de diseñar una estrategia para salir de esa condición, por eso yo los invito a que juntos busquemos las respuestas para estas interrogantes y para ello nos vamos a valer de una noticia que apareció hace una semana que nos informa que el partido comunista de China eliminó la existencia de la pobreza extrema que laceró su país por muchos siglos, en tan sólo siete décadas, tiempo que le bastó también para llegar a ser una de las primeras potencias económicas mundiales.
Si consideramos que la principal condición de injusticia social, es la pobreza extrema, debemos admitir que un importante sector de los poco más de siete mil millones de habitantes del planeta, ya no cumple con lo establecido en el título de este artículo. (Son mil trecientos millones de chinos los que abandonaron esa condición).
¿Cómo fue eso posible? Su sistema socioeconómico es diferente al de todo el mundo.
El sistema prevaleciente en el resto del mundo con algunas honrosas excepciones es el capitalista que Marx estudió y caracterizó como un sistema socioeconómico explotador de los trabajadores, que son los que con su actividad generan el plusvalor de capital que se concentra en pocas manos y genera una masa creciente de pobres extremos, como es evidente en cualquiera de nuestros países. Luego entonces el fenómeno es sistémico, pertenece al capitalismo.
El fenómeno es sistémico pero además histórico, es decir el capitalismo de cada país, obedece en sus particularidades al proceso histórico de cada nación, así el capitalismo mexicano es diferente del norteamericano y el nuestro es el propio de las naciones subdesarrolladas y dependientes y por eso el intercambio comercial con nuestro vecino del norte es un intercambio asimétrico que induce a que busquemos la fortaleza con nuestros pares latinoamericanos para ofrecer un frente unido ante los poderosos de Norteamérica y Europa.
De estos diferentes desarrollos históricos se deriva la conclusión que cada país debe desarrollar su propia vía en la búsqueda de cambio del sistema socioeconómico particular, pero hay muchos rasgos que nos unen con todos los países hermanos de Latinoamérica, como son la lengua, orígenes e identidades culturales y un mismo enemigo común para nuestras aspiraciones de sobrevivencia que nos deben impulsar a la unidad.
¿Quién es ese enemigo común?, es el capital monopólico trasnacional que tiene nombres propios, no nos engañemos se llaman: United Fruit Company, Anaconda, AT&T, Nestlé, Monsanto, Mercedes Benz, General Motors, Ford, Toyota, Estándar Oil, Texaco, City Bank, Banco de Santander, Iberdrola, Repsol, Endesa, Coca Cola, Wallmart y ahora las empresas tecnológicas, Amazon, Google, Apple, Microsoft y Facebook, están unidas por su declarada guerra contra la democracia y constituyen uno de los principales soportes de los golpes blandos que recientemente han implementado contra Bolivia, Venezuela, Cuba y últimamente en Perú, como en el pasado fue la AT&T en el golpe militar de Chile. Esos monopolios explotan nuestros recursos naturales y pagan salarios de hambre a nuestros trabajadores.
Ese capital trasnacional tiene gestores en la política, en la economía y en el gobierno de cada uno de nuestros países para la defensa de sus intereses y tienen a su servicio a los principales medios de información nacional e internacional.
Si ponemos de ejemplo la industria minera de nuestro país, México es uno de los principales productores de oro y plata del mundo. Paradójicamente, los municipios en los cuales los conglomerados mineros –principalmente extranjeros– extraen la mayor cantidad de esos minerales para ser exportados, enfrentan altos índices de pobreza. También este sector laboral por ser una actividad de alto riesgo ha tenido que pagar un alto costo de vidas humanas, lo que ha generado la necesidad de contar con mejores medios de defensa, por lo cual son históricas las tradiciones de lucha sindical de los trabajadores mineros en contra balance de los intereses del capital en lo que se llama «lucha de clases».
Brasil, Chile, México y Perú concentran el 85% de las exportaciones de minerales y metales de la región. Ahí donde hay una minera, casi invariablemente surge un conflicto. Según la CEPAL, América Latina es la zona con más conflictos socio ambientales de explotación minera que afecta a las comunidades donde se asientan esos beneficios.
Las luchas de rechazo se manifiestan de distintas formas, desde expresiones en medios de información, protestas, acciones legales o consultas. No solamente contra los nuevos proyectos, sino también ante los ya existentes. Estas manifestaciones se enfrentan con la represión, el atropello a los derechos humanos, la criminalización y judicialización de la protesta, alcanzando muchas veces la connotación de conflicto político.
No es aventurado decir que existe un proceso de maduración de las condiciones para acciones de carácter solidario internacional contra la violación de la libertad de los derechos de los trabajadores del gremio en nuestro continente.
En resumen la causa originaria de la injusticia social y de su expresión más cruda, la pobreza extrema, es la prevalencia del capitalismo como sistema socioeconómico explotador que ha acentuado la lucha de clases en América Latina, haciendo imprescindible la búsqueda de la solidaridad de los pueblos de las naciones endeudadas y dependientes ante las agresiones concertadas por el capital trasnacional en combinación con las oligarquías nativas en ausencia de organismos internacionales de concertación democrática de los conflictos.
* Manuel De la Torre Rivera es integrante del Observatorio Ambiental Ciudadano Biósfera.
Imágenes de interiores proporcionadas por Observatorio Ambiental Ciudadano Biósfera.
Foto de portada: Nick Fewings (@jannerboy62) / Unsplash.
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