SOMOSMASS99
Carlos Trapani / Contrahegemonía
Martes 29 de noviembre de 2022
De amores y odios, de nostalgias y voracidades…
y de conciencias y cuerpos en lucha.
El amor no vence al odio… está claro. O, no lo vence solo… y no siempre. Y no lo vencerá nunca, si no lo ataca.
Con la “ilusión de hacer un puente” -entre todos y todas- le pavimentaron los acueductos estratégicos a los centuriones del imperio romano. Quienes se ocuparon de no atacar a la riqueza, se lamentan ahora del “retorno” de la pobreza. Los que alentaron el “consumismo en cuotas” se sorprenden de la indigencia “en efectivo”, de los despidos “al contado”… ¡y de las represiones “cash”!
Reducir la “explotación capitalista” a una opción emocional, puede enmascarar y disimular el “odio de clase” que la anima, posponer su enfrentamiento por un tiempo. Puede intentar acostumbrarnos a convivir “amablemente” con ella, convencerla de nuestra lealtad… e incluso contribuir a desarmar las ideas y los sueños del amor, las herramientas del amor, y sus indómitas estrategias.
En la sociedad dividida en clases, aún sin saberlo… y aún sin quererlo, asumir sus violentos principios organizativos -apropiación originaria, explotación, opresión, represión, patriarcado- e intentar mostrarse -e instituirse- como diestros adiestradores de “la bestia”, como implacables “domadores estatales” de su voracidad insaciable, mientras la alimentan y justifican sistemáticamente, solo nos expone a tener que enfrentarnos con ella, la bestia, ahora con los pretendidos locatarios de sus circos y augures domesticadores de la voracidad del capitalismo, ya fuera de la historia, en una medrosa tercera posición y, peor aún, congraciándose con la bestia, denunciando -ahora- su impiedad, entregándole en compensación, y servidos en bandeja, a quienes fueron -siempre- objetos y sujetos de explotación por el capital, de opresión por el patriarcado, de sumisión a la cultura individualista y la ideología burguesa.
Y todo esto, sin luchar, claro… pactando con la bestia, al precio de unas monedas, y de “ameritar” una épica y una “sensibilidad social” incierta y -tal vez- hoy, arrepentida o -al menos- resignada, resentida, sin duelo ni autocrítica.
¿Y por casa cómo andamos?
Consternados, rabiosos… Sabíamos que la bestia existe, sabemos de su crueldad y voracidad, lo supimos desde siempre. Sin embargo, aún siendo paridos en 2001, no alcanzamos aún la mayoría de edad. No logramos integrar los pedazos fragmentados de nuestra golpeada identidad histórica, no logramos todavía la talla requerida por nuestras mejores tradiciones para enfrentar a la explotación capitalista con algunas chances de victoria.
Si cada agrupamiento de los nuestros pretende “imponerse” a los otros, no habríamos aprendido nada… Si cada referente se cree con más “méritos” para la conducción que el conjunto de las bases de las organizaciones del espacio, no estaríamos asumiendo en plenitud la premisa de democracia radical para luchar por una sociedad anticapitilasta y antiburocrática. Si cada pequeña conquista política de algunos de nosotros es abandonada por casi todos, por correr presurosos a disputar la “preferencia simbólica” de una sociedad extenuada por el fusilamiento mediático de tirios y troyanos.
Si concurrimos a las luchas populares pensando exclusivamente en acumular poder para la propia organización -reproduciendo así la lógica de acumulación del sistema- y sin prefigurar perspectivas políticas alternativas a las del poder de la bestia, no estaríamos comprendiendo que sin la más amplia unidad política de los que luchan -por necesidad, por deseo y por conciencia- por inhabilitar las raíces mismas de la explotación, por desarticular el conjunto de recursos materiales y culturales de la violencia burguesa y construir desde allí una sociedad distinta a la del capitalismo y el patriarcado, no habríamos terminado de comprender que las revoluciones las hacen los pueblos con el aporte decidido de sus más genuinas y plebeyas organizaciones, con sus más férreos y amorosos ideales… y con las más irresistibles armas de la bronca.
No nos falta vocación ni voluntad, nos falta formación y generosidad. ¡No nos falta amor… nos falta organizar la digna rabia, porque el corazón no quiere entonar más retiradas!
Imagen de portada: Contrahegemonía.
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