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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 9 de noviembre de 2020
Trouver de la beauté
Trouver des caresses au milieu des griffes[1]
– Edouard Baer
No sé bien si lo de ver series ya no me ayuda a huir del mundo porque el mundo es más y más pesado o porque ya vi todas las que me interesan.
El caso es que empecé entonces a jugar Solitario -el de las cartas- con la tele prendida.
Creo que no lo había jugado desde niña. Descubrí que se puede tener una estrategia, pensar el juego pues, no nada más bajar cartas como autómata. Y luego el ruidito que hacen las cartas virtuales en el cel me fascina, me siento en Casino de la Vegas, yo que nunca he estado ni en un antro de juego ni en la ciudad de todos los espejismos.
Lo que sí me molesta, he de decirlo, son los comerciales entre juego y juego. Entiendo que “leen” mis preferencias, pero si ya compré un bote de varios kilos de granulitos para desinfectar los zapatos al llegar a casa, no voy a comprar otro igual luego luego. Y no pienso comprar más tapetes de silicona, por lo mismitito. Ya si ponen anuncios, que programen sus maquinitas para proponerme algo parecido chance, pero que no tenga ya en casa: cloro, jergas, suelas amovibles para mis tenis, yo qué sé.
Sé, estoy segura, de que algo compraría.
Porque de tanto machacar mi mente con los mismos anuncios, acabaría por caer.
El bombardeo constante de ideas funciona, el ser humano se mueve tanto por convencimiento que por invasión mental. O por seguir ejemplos.
Viene aquí al caso el famoso adagio: Haz lo que te digo, no lo que me ves hacer.
Pienso que esto es parte de lo que ha estado pasando con los ataques terroristas individuales en Europa estos días.
El radicalizarse siendo joven, chavito: Soy musulmán. Vivo bombardeado por ideales -no tan formidables en realidad- que no puedo alcanzar. Tengo que escoger entre vivir como viven los chavos en Europa, estudios no-religiosos, fiesta, acceso a alcohol, a droga sin juicio de los pares o vivir como me lo dicen seres que se consideran iluminados y poseedores de la única verdad. En series y películas, veo como personas ordinarias salen de lo cotidiano cada día siendo héroes. Vivo recibiendo avisos en mi celular de tal o cual plática religiosa, porque un día le di clic a una, para ver, para saber, para entender y porque sí. Y poco a poco mi cerebro se moldea, se ra-di-ca-li-za.
Y entonces compro miles de botes de granulitos para desinfectar los zapatos. O un arma. Los cuchillos han estado de oferta.
Y decapito a un maestro en Francia, mato a 3 en una iglesia en Nice, armo una balacera en Viena, matando a 4 e hiriendo a 15.
No soy el mismo asesino en todos los casos, pero soy lo mismo.
Y el E.I. celebra mis acciones. ¿Qué mejor recompensa, justificación, aliciente para otro chavito buscando en línea por qué se odia tanto su religión?
No justifico, explico. Trato pues.
Y parte esto de una exacerbación del odio existente desde siempre entre religiones, de la intolerancia de unos y de la toma de decisiones de otros.
De otros que no son los asesinados.
Morir por la libertad de expresión dicen los altos mandos.
Yo no sé si lo haría. Así en frío digo que no. Y luego luego digo que sí. Me siento Cosette y Jean Valjean a la vez, y recuerdo que Gavroche murió bajo las balas: ¿sabía ese chavito por qué moría? ¿O estaba jugando a la guerra?
Pour but, le salut ; pour moyen, le sacrifice.
Victor Hugo ; Les misérables (1862)[2]
¿Quedarse sentando nomás milando y opinando? Eso seguro no lleva a nada, más que a gastar saliva.
Aceptaría por ejemplo dejar de hacer pozole si un grupo contra-pozolero amenazara a mis hijos.
Canto la canción de Brassens en la que dice que “morir por ideas, sí, pero de muerte lenta, porfitas”.
¿Dejaría de dar mi opinión en comidas familiares si de repente alguien me amenazara con un machete?
¿Es morir por un ideal algo útil? ¿Contribuye al avance de ese ideal?
¿Morir por no delatar a un amigo, como en las películas, morir por un hijo, como Marisela Escobedo, morir por la libertad de un pueblo, como en las revoluciones? ¿Se logra realmente algo?
¿Y luego ser el asesinado en la represalia? ¿O ver que el nuevo gobierno es igual de represivo que el anterior? Verlo con ojos transparentes, recuerda que ya estoy en el infinito y más allá.
Ese rol no me convence.
Mientras sigamos, y me incluyo, usando sarcasmo e ironías para hablar de lo que se nos pegue la gana, seguirán habiendo discusiones que alimentan odios, y odios que busquen apoteosis en asesinatos.
¿Estamos dispuestos?
Dicen los periodistas asesinados en México que sí.
¿Soy cobarde al decir que “¿para qué digo que no, si sí pero siempre no?”? ¿Soy realista?
¿Qué ejemplo decido seguir -porque es decisión, no aventón de vida- cuando la vecina, que ya escogió su bando, me grita, enardecida por un coche estacionado frente a su casa, que no frente a su entrada “ Pinche extranjera, regrésate a tu país”, con acento sud-americano? ¿Cuando una señora en la calle se enoja porque la saludo “¿Qué? si no nos conocemos’”?
Cuando, todos juntos y bien revueltos, deciden linchar a probables robachicos en Puebla. Y lo hacen, matan a uno, y muere luego la segunda, una abogada que dicen iba de paso. La historia no está clara, te lo concedo, y más despareciendo luego el esposo de la letrada y vivimos como en estado de guerra. Sí.
¿Estamos siguiendo el ejemplo, el fenómeno de “él lo hace, pos yo también”, el de “turba agresiva”, la radicalización en la desesperanza de ver justicia en México, el bombardeo -cuánta bomba en mis líneas- de las sangrientas noticias locales, el “no me pienso dejar, ni detener mi vida por los malos y feos” que se transparenta en el “no renunciaremos a nuestra libertad de expresión” de los discursos galos?
No justifico, explico. Trato pues.
¿Que no es igual un linchamiento en México que un ataque terrorista en Viena? Yo digo que sí, en parte. Porque sentimos de alguna manera que el mundo nos es extranjero y antagónico en el mejor de los casos, personalmente hostil casi siempre. Y tenemos, es una exigencia, que defendernos.
¿Nos es más fácil seguir modelos de violencia?
¿O será que los seres humanos que deciden no entrarle al juego no reciben tanta atención? Lo recto vende menos que la sangre y el odio?
Sigo tratando de explicar, a ver si así entiendo.
A ver si así alejo al miedo.
Y sigo juegue que te juegue Solitario.
Ah, y acabo de comprar otro tapete para los granulitos desinfectantes, por si las moscas. Lo vi en uno de los anuncios que interrumpen mi juego, muy padre.
[1] Encontrar la belleza
Encontrar caricias en medio de las garras
– Edouard Baer.
[2] El propósito, la salvación; el medio, el sacrificio.
– Víctor Hugo Los miserables (1862).
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Foto de portada: Pixabay.
1 Comentario
Pues si Gwen. A veces sirve tratar de explicar para entender,aunque haya cosas que no se pueden entender.