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ÚLTIMO PISO
Gwenn-Aëlle Folange Téry*
Lunes 7 de agosto de 2023
La mejor revancha es estar bien
– Alicia París
He platicado de varios de mis amigos.[1] Y he contado cuánto los quiero, lo que los hace únicos para mí, y sí, he comparado a tantos con la rosa del Principito que ya parece recurso fácil.
Va otra para hoy, aunque la tesitura de mis palabras sea un tanto diferente. Verán, a ella no estoy segura de quererla, ni de odiarla. Lo que sí, es que indiferente no me deja.
Y no es ni bueno ni malo, sólo es. De hecho, para ella es igual, a veces tiene la acuciante necesidad de estar conmigo y otras no me soporta.
Llevamos una relación un tanto ambigua y nos sentimos las dos cómodas en nuestra incomodidad.
Nuestro vínculo es extraño, tal vez tóxico, algo como lo que sienten los alcohólicos con sus botellas imagino.
A mí me gusta abrazar a la gente, lo hago con intención, uso los dos brazos, aprieto rico, respiro el cuello del otro y no lo suelto más que cuando ya no hay más que sacar del apretón. A ella resulta difícil abrazarla, parece espino en el mejor de los casos, a menudo tabla de árbol muerto. Sencillamente no se deja, cuando a mí me consta que lo que más desea es ser cuidada, cargada, protegida, casi casi adoptada por quien quiera ser su mamá y su papá, sus hermanos, abuelos y tíos en un solo ser. Entonces a veces la dejo sola. Porque ni la voy a adoptar, ya tengo suficiente con tener que convivir tan seguido con ella, y porque sus espinas me han destrozado la piel, corazón y alma de manera casi incesante.
Te diré que tampoco soy amable con ella, demasiado a menudo también. Tengo cierta tendencia a no ver más que sus defectos, a acusarla de ser teatrera, de querer llamar la atención y su voz quejumbrosa me pone de mal, muy mal humor, la he llegado a despreciar por sus escenitas. Entiendo por qué actúa como actúa, se siente tan sola e impotente. Pero vamos, si sonriera un poco más, estoy segura de que recibiría más de esa atención que parece hacerle tanta falta.
Claro que tiene facetas muy ricas, si no seguiríamos en el “no te conozco, no te hablo” de hace unos años. Yo me sentí liberada cuando decidimos ignorarnos, no necesitaba ya estar a las vivas para cacharla en uno de los juicios sumarios que emite hacia mí, no tenía que estar también atenta a sus desmanes. Pensábamos las dos, cada una a su tiempo, que no había razón para seguir juntas, a pesar del amor. Que no sabíamos siquiera si éramos amigas o cohabitantes forzadas del mismo reino. Pero nos dimos cuenta después de años de que solas, no existimos igual, nos necesitamos la una a la otra y que no había otro camino si no queríamos caer en disociación prolongada. Nos miramos a los ojos y decidimos que no importaba saber cuál de nosotras era el agua y cuál el aceite, y ese día hablamos las dos al mismo tiempo, ininterrumpidamente. Después, por la noche, caímos en un silencio extremadamente denso, de los ricos, que no necesitan ser rotos.
Y por aquello de que a veces nos hacemos bien y nos cuidamos y otras sufrimos juntas y otras más sufrimos por culpa de la otra, y también porque es su cumpleaños, he decidido escribirle directamente:
No te pondré “Querida”, sabes que te quiero, ni mucho ni poco, el amor no se pesa, se aprecia. Se quiere o no se quiere, nada de andar racionando el sentimiento. Que me cueste expresarlo es otra cosa.
Reconozco que es cosa mía y no tuya.
Tus cualidades son manifiestas, eres sincera, aun en tus momentos de Diva. Te observas, chance demasiado para ser feliz, pero estás al tanto de lo que haces, dices, piensas. Te criticas, en general de manera constructiva, a menos que estés en una fase depresiva. Eres congruente.
Intentas hacer las cosas bien, según tu moral, porque igual que yo, desde muy joven decidiste que la moral de la sociedad no es la tuya y que se vale mentir para no hacer olas, o que el respeto a los más viejos que tú no va de sí. O que se vale ver a alguien un ratito para no soportar recriminaciones durante semanas. Que hay personas que se evitan a toda costa, aunque los cánones griten[2] que estás cometiendo una barbaridad, y que eso te hace bien.
Tu desobediencia se parece a la mía, sabemos decir NO tan alto como decimos SÍ, por nuestros huevos. Rebeldes desde siempre y hasta el final. Eso, eso de ti, me llena profundamente.
Claro que no mientes como cuando eras adolescente, ya no intentas cambiarte o disfrazarte. Cuando te dices, o me dices a mí, que lo que vemos es lo que hay, eres sincera y te aceptas con todo y todo o te mueves para cambiar.
Tus errores pasados te hacen sufrir, aunque te repitas ondas de que “hiciste lo mejor para la persona que eras en ese momento”. No en balde te echaste varias terapias para poderte perdonar, lo cual sigue pendiente para algunas vivencias. Y hablando de perdón, el que se nos pide otorgar a todos siempre pues no lo conoces. Tú decides si perdonas o no y tus razones son válidas, siempre. Miras las atenuantes, porque entiendes que tú, yo y los demás no dejamos de ser humanos, falibles pues, pero a fuerzas no perdonas.
Te sientes culpable cuando “no haces nada” por más que sepas que la sociedad es la que nos quiere mantener a todos siempre corriendo, y que el no hacer nada es muy relativo, tu mente siempre bulle haya fuego por debajo o no.
Aprendiste a vivir en paz no sólo contigo, sino con los demás. Permites que los insultos y ofensas se te resbalen, más o menos rápido, y aunque vayan a dar a un caño apestoso en el que siempre los alcanzas a ver por más que te alejes.
Querrías ser milagrosa, salvar a todos. Y lloras por dentro y por fuera cuando se te obliga a aceptar que no, que no se puede, que maktub y que ya, así es la correosa vida.
Sé que querías ser cantante y llegar al auditorio de la prepa con tu guitarra, que hubiera sido la de tu papá obvio, y apantallar a los que no te hablaban a los 17. En eso coincidimos tan gacho que a veces duele, sé que el objetivo no era tanto la voz como la revancha.
Eres egoísta si hay chocolate a la vista y dadivosa con las verduras cocidas. Generosa en palabra y gesto, un poco menos en pensamiento. Te fascina viborear, pero cuando sientes que te pasaste, le bajas un chingo de rayas a la cebra que corre dentro de tu cabeza. Cebra porque por tu nacimiento eres Leo y tons, el tigre no te llama la atención. Y sí, el horóscopo, la adivinación, premonición, presagios y numerología son tu onda.
Deseo tanto poder decirte que te quiero, pero no me sale. Nos llevamos mejor desde que te maté, en sentido figurado, claro, y entre nosotras ya no hay discusiones, lo que se oye, poniendo atención, son argumentos, dialogo. Y creo que no hay nunca ganadora y por ende tampoco perdedora.
Eres chida, lo eres.
Nomás que a veces me cuestas…
Y así termino de hablar de ella. No dije lo esencial creo, pero eso queda entre ella y yo.
Notas:
[1] O chance sólo de amigas. ¿Estaré siendo sexista?
[2] Si los cánones dictan, también pueden gritar.
* Gwenn-Aëlle Folange Téry es pintora y escritora.
Imagen: Étrangère partout-Ni de aquí ni de allá. | Autora: Gwenn-Aëlle Folange Téry.
2 Comentarios
Creo que todos tenemos a alguien así en la vida. Pero no todos logramos esa claridad de sentires, y además compartida. Felicidades!
Gracias Jatzibe