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CHISPITAS DE LENGUAJE
Enrique R. Soriano Valencia
Jueves 31 de octubre de 2024
La muerte es lo que da sentido a la vida. En la Iliada, Aquiles asegura que los dioses nos tienen envidia porque morimos. Y es que ser inmortal, provoca apatía. Como se cuenta con un tiempo infinito, emprender algo hace indistinto que sea de inmediato o muchísimo tiempo después. Saber que no hay un límite, entonces provoca indiferencia, postergación a planes. De ahí que mucha gente emprenda de muy joven, planes y proyectos para ver coronado su esfuerzo antes que la muerte le sorprenda.
El vocablo muerte proviene del castellano antiguo mortuus y este, a su vez, del latín mortem, derivado del protoindoeuropeo mértis y, por supuesto, se refiere a quien ya no presenta vida.
Curiosamente, la palabra cadáver las últimas investigaciones la hacen suponer que viene de un acrónimo. Es decir, que se trata de una palabra integrada por distintas letras de cada palabra del letrero que colocaban en las tumbas romanas: Caro Data Vermibus. Este enunciado se traduce como «carne dada a los gusanos». Para formar el acrónimo se tomaron las dos primeras letras de cada vocablo y de ahí surgió el término cadáver.
Por su parte, la palabra difunto viene del latín deffunctus. Ese vocablo está integrado por el prefijo de, que en este caso implica una separación, y functus que tiene el sentido de desempeñar, cumplir, terminar. Es decir, que difunto se entiende como aquel que ya ha cumplido (con su tarea, su misión o su propósito).
El caso de la palabra fallecer es altamente curioso. Los romanos preferían no nombrar al difunto porque suponían que eso invocaba a la misma muerte. Así, con el propósito de evitar cualquier alusión, echaban mano de eufemismos. Estos son vocablos que hacen alusión a algo, para evitar nombrarlo explícitamente. Un ejemplo de eufemismo en la actualidad sería llamar frío al muerto. De esta forma la alusión es evidente (los cadáveres pierden calor corporal) pero no se enuncia directamente la palabra muerte o al muerto. Fallecer viene del verbo latino fallere, que implica una equivocación. Con eso se hacía alusión a que la persona muerta había tomado el camino equivocado.
Desde la época prehispánica, los mexicas reconocían que la vida está muy ligada a la muerte. Y como toda religión, suponía que siempre había una vida después del fallecimiento. Y que los muertos nunca se alejaban totalmente de sus familiares.
Con la religión católica, se formuló un sincretismo, es decir, una fusión entre visiones totalmente diferentes y de ahí nos viene el Día de Muertos a los mexicanos. Para nosotros es una festividad, a diferencia de los europeos que estos días son de recogimiento y oración por los difuntos. En Europa la visita a los panteones es solemne, incluso hablan en voz baja en el panteón. Sin embargo, en México es una festividad, son dos días de jolgorio donde ofrendamos la comida que al difunto le gustaba y, desde luego, tocamos la música que tanto disfrutaba. Para nosotros, en espíritu nos acompañan y disfrutan lo que les ofrecemos. El Día de Muertos, en México, es festejo a la vida.
Imagen de portada: Celebraciones por el Día de Muertos en San Andrés de Mixquic, alcaldía Tláhuac, al sur de la Ciudad de México. | Foto: Jorge Méndez / Flickr, licencia Creative Commons 2.0.
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