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LA MÚSICA DEL OTRO LADO
Homero Flores*
Domingo 18 de octubre de 2015
Eunice tenía 17 años y rostro fresco poblado de pecas, enmarcado en unos mechones rojizos que caían desordenadamente sobre la espalda. Decían que era una güera de rancho, de esas que se dan silvestres en los campos laguneros. Vivía con su madre y sus hermanos en Gómez Palacio, Durango. Durante algunos meses emigraba con sus hermanos a Texas o Nuevo México, donde pasaban la temporada en la pizca de algodón.
A Eunice (Iunis, como le decía su madre) le gustaba la música, primero la del lado mexicano. Cantaba a todo pulmón la Lámpara sin luz a dúo con Pedro Yerena o se ilusionaba escuchando a la Banda Machos, o a los veteranos Lorenzo de Monteclaro, Cornelio Reyna y Gerardo Reyes, las noches de sábado cuando sintonizaba la T de Monterrey en la grabadora portátil.
Después la combinó con música que traía del otro lado del Bravo. Ahora mezclaba el acordeón y la tarola, el clarinete y el bajo sexto con la voz chillona de los Bee Gees o con el rock campirano de unos Nashville Headhunters.
Al regreso de una de aquellas jornadas del otro lado, Eunice llegó a Gómez Palacio acompañada de una tal Selena, La Reina del tex mex. Se trataba de una cantante veinteañera que le hacía a la cumbia, la música ranchera, el bolero y hasta al rock and roll, todo con ese sello tan especial que sólo las almas sensibles y la juventud pueden imprimir a cualquier manifestación de la creación humana.
Cuando llegaba a alguna fiesta, los cábulas murmuraban, no tan bajo para que ella los escuchara, «Ahí viene la Selena zanahoria». Eunice les dedicaba una desdeñosa sonrisa y seguía su camino contoneándose más de la cuenta.
La cantante había nacido en Jackson, Texas, y para ese entonces ya tenía en su haber varios discos y una vida de éxito por delante.
Eunice se la pasaba todo el tiempo tarareando sus canciones, enchufada por las orejas al tocacintas portátil que la acompañaba a donde quiera que iba. era común verla cantando y medio bailando La Carcacha o la TecnoCumbia.
Eunice empezó a vestirse de manera muy parecida a Selena y trataba de imitar todos sus gestos, aprendidos de las presentaciones de la cantante en televisión. Cuando llegaba a alguna fiesta, los cábulas murmuraban, no tan bajo para que ellas los escuchara. «Ahí viene la Selena zanahoria». Eunice les dedicaba una desdeñosa sonrisa y seguía su camino contoneándose más de la cuenta.
Selena se fue haciendo cada vez más famosa, ahora se perfilaba como una superestrella en la mira de los grandes tiburones de la farándula y del mundo del espectáculo.
Con apenas 23 años y recién casada, la cantante tenía un futuro promisorio. Pero un sábado, a finales de 1995, Eunice supo que habían asesinado a Selena. Anduvo agüitada unos días, pero como siempre, el tiempo cura todo.
Ahora Eunice vive en San Antone; se casó con un ex soldado gringo, tiene dos hijos y como 20 kilos de más. Sigue escuchando a Selena y a veces se le puede oír cantando, «Ven baila conmigo, no me dejes sola», como un involuntario homenaje a la indiscutible Reina del tex mex.
* La serie La música del otro lado se publicó por primera vez en la revista MxSinFronteras en 2006. Se reproduce con la autorización del autor.
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