SOMOSMASS99
Alfonso Díaz Rey*
Martes 20 de septiembre de 2022
No obstante las fallas, errores y los ataques de la derecha dirigidos a Andrés Manuel López Obrador ─desde antes de su gestión presidencial─, existe una gran diferencia entre el actual gobierno federal y los anteriores, cuando menos los padecidos desde Manuel Ávila Camacho (1940-1946).
Un proyecto de país con enfoque nacionalista, avances en el combate a la corrupción, la austeridad y la política social dirigida a los estratos vulnerables de la población, son algunas de las características que lo diferencian de los anteriores gobiernos, sobre todo de los neoliberales.
Uno de los efectos de la pasada elección presidencial fue el desplazamiento de algunos personeros de la oligarquía que estaban incrustados en instancias de gobierno desde las que operaban en defensa de los intereses de ese grupo.
Tal desplazamiento, si bien afectó intereses oligárquicos que han concitado críticas y ataques de las fuerzas de la derecha al gobierno, de ninguna manera mellan el poder de la oligarquía en México.
El grupo hegemónico de la clase dominante mantiene intacto su poder económico e influye en importantes decisiones políticas y económicas. Ellos son los dueños de casi la totalidad de la banca, gran parte de la industria, el comercio y los servicios, y si a ello agregamos que aún permanecen incrustados personeros de esa clase en instancias de los tres poderes, veremos por qué continúan injusticias, privilegios y acciones en defensa de intereses de la oligarquía.
Como una muestra de ello: las huelgas mineras en Cananea, Sombrerete y Taxco que llevan más de 15 años sin solución; impunidad en los casos de la tragedia de Pasta de Conchos (2006) y el derrame tóxico a los ríos Sonora y Bacanuchi (2014); la permanencia del charrismo sindical; el comportamiento del Instituto Nacional Electoral; la existencia de legisladores cuya actitud es contraria a los intereses nacionales; la corrupción de jueces que permite la continuidad del despojo a la nación, por citar algunos casos que dejan ver el peso político de quienes detentan el poder económico.
El hecho de que las relaciones dominantes sean las capitalistas crea toda una serie de condiciones en las que prevalecen las reglas del sistema y sus mecanismos de control político, ideológico, económico, social y jurídico, lo que permite a la clase dominante y a su sector hegemónico mantener y acrecentar su poderío económico aun cuando se haya reducido su presencia física en puestos de gobierno y disminuido algunos de sus privilegios.
La idea de que la oligarquía ya no domina en el país es peligrosa y desmovilizadora. Encubre al verdadero enemigo del pueblo mexicano, obstruye los esfuerzos en la búsqueda de la unidad y para la construcción de un programa que responda a las necesidades del pueblo y del país; y lo que es peor, lo presenta como un posible aliado para encontrar solución a los graves problemas que ese mismo grupo ha creado.
Y es precisamente ese contexto de relaciones dominantes en el que se desenvuelve el actual gobierno federal lo que da más valor a lo hasta ahora logrado, que no es poco aunque lo que necesita cambiarse en mucho más; sin embargo, la transformación que requiere nuestro país, para preciarse como tal, precisa la sustitución de esas relaciones por otras en cuyo centro esté el ser humano y su entorno.
En ese empeño el pueblo desempeña un papel fundamental, porque las verdaderas transformaciones sociales, como la verdadera independencia, pueden alcanzarse únicamente con la participación consciente, organizada y decidida de los pueblos.
* Miembro del Frente Regional Ciudadano en Defensa de la Soberanía, en Salamanca, Guanajuato.
Imagen de portada: La élite empresarial en México. | Foto: Partido Comunista Mexicano.
0 Comentario