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Pepe Ramírez*
Miércoles 21 de abril de 2021
El proceso electoral para el cambio del poder legislativo estatal y los poderes públicos municipales del estado de Guanajuato está en marcha, aunque en esta ocasión, con motivo de la pandemia, no es tan visible como en otros años. De acuerdo al Instituto Electoral del Estado de Guanajuato, IEEG, se realizará la elección de 36 diputados del Congreso Local, de 46 presidentes municipales, 52 síndicos y 418 regidores[1]; alrededor de cuatro millones y medio de ciudadanos estamos convocados a acudir a la urnas el cada vez más próximo seis de junio.
Participan diez partidos políticos con registro nacional: Partido Acción Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT), Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Movimiento Ciudadano (MC), Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Partido Encuentro Solidario (PES), Fuerza por México (FPM) y Redes Sociales Progresistas (RSP) y un partido político estatal, Nueva Alianza Guanajuato. Adicionalmente, contienden algunos candidatos independientes a las alcaldías de municipios como Dolores Hidalgo, Jaral del Progreso, Silao, Salamanca, Comonfort e Irapuato. Además de este proceso local, los guanajuatenses elegiremos a quince diputados para la renovación del Congreso federal.
El Partido Acción Nacional ha sido la fuerza política hegemónica durante los últimos 30 años en la entidad. Hay que recordar que la plaza de Guanajuato le fue entregada a este partido conservador, mediante la “concertacesión” del presidente Carlos Salinas de Gortari con el Partido Acción Nacional, en el año de 1991; fue entonces que Carlos Medina Plascencia tomó cargo como gobernador interino del estado, después de que Vicente Fox arguyera fraude electoral en la elección de ese año. Carlos Salinas sacrificó a Ramón Aguirre, candidato priista a la gubernatura del estado, quien resultara ganador y que, ante los reclamos del foxismo, fue excluido de la toma de protesta como primer mandatario estatal para dar lugar al interinato panista en manos de Medina Plascencia. A Medina le siguieron Vicente Fox, Ramón Martín Huerta (interino), Juan Carlos Romero Hicks (ex rector de la Universidad de Guanajuato y actual coordinador de los diputados panistas en el congreso federal), Juan Manuel Oliva Ramírez, Héctor López Santillana (interino y actual alcalde de León), Miguel Márquez Márquez y Diego Sinhue Rodríguez (hoy gobernador del estado).
Si bien la ciudad de León ha sido históricamente uno de los municipios con mayor crecimiento económico en el estado (sobre la base de una pujante industria del calzado −hoy muy golpeada−), también se ha ido convirtiendo en la capital política de la entidad (de hecho el viejo Palacio de Gobierno ubicado en Paseo de la Presa de Guanajuato capital, ha caído en desuso desde hace varios años y quedado como nostálgico recuerdo de los gobiernos del PRI). Y es principalmente desde León que se impulsan las políticas públicas de la entidad y los cuadros políticos y de gobierno que las operan en todo el estado.
Dice Carlos Téllez Valencia, del Colegio de Michoacán: “Son varios los factores que se combinaron en la formación de la tecnocracia en León entre los cuales están: a) la pérdida de legitimidad del priismo en el país, en el estado de Guanajuato y en el municipio de León en los años ochenta; b) la reestructuración macroeconómica en la que los gobiernos priistas del orden federal encauzaron al país, con base en el modelo neoliberal; c) la transición del gobierno de extracción priista al panista a finales de los ochenta y principios de los noventa; d) el arribo de los empresarios locales a los puestos de elección popular y de la administración pública local, cuya convicción es que el ayuntamiento es una empresa al servicio de sus clientes (los ciudadanos leoneses), por lo que debe volver eficientes sus procesos; e) la necesidad del panismo de armar su estructura política para mantenerse y consolidarse en el poder público local, lo mismo que legitimar su acción pública para justificarse como opción política”[2].
Y, por supuesto, no debemos olvidar el contexto ideológico en el que el PAN se enquista en el estado y, particularmente, en la ciudad de León: la existencia del grupo cuasi clandestino de derecha, El Yunque, así como residuos del viejo sinarquismo. Recordemos que “el sinarquismo es un movimiento político, social y cultural nacionalista mexicano, fundado el 23 de mayo de 1937 en la ciudad mexicana de León, Guanajuato, que tuvo su auge durante la primera mitad del siglo XX. Su ideología la define la propia Unión Nacional Sinarquista, máxima expresión del sinarquismo mexicano, como nacionalista, hispanista, fascista, anticomunista, católica, popular, nacional sindicalista y social cristiana”[3]. Acerca del Yunque, dice Julio Scherer García en el prólogo del libro El Yunque, la ultraderecha en el poder, del periodista Álvaro Delgado: “El 2 de julio (de 2000, año en que Fox llegó a la Presidencia de la República) se materializó en una mayoría de votos un proyecto político surgido decenios atrás, con raíces ideológicas en la ultraderecha mexicana… a partir de esta hipótesis, Álvaro Delgado dedicó un tiempo invaluable a la investigación de una vasta red ideológica y política conocida como El Yunque, cofradía secreta, juramentada, con territorio propio: el Bajío, y con una misión propia: implantar el reino de Dios en tierra mexicana”[4]. El Yunque, desde años atrás, había infiltrado a organizaciones conservadoras, entre ellas al Partido Acción Nacional. Así, el triunfo de Vicente Fox en el 2000, fue el ascenso del ultraconservadurismo al poder, no sólo en el estado, sino en la república.
El tamaño del reto de las fuerzas progresistas de Guanajuato en su lucha político-electoral es enorme. La fuerzas progresistas de Guanajuato se desenvuelven, pues, en un contexto muy adverso: un PAN enquistado desde hace 30 años en el gobierno estatal, en el legislativo local y en muchas de las administraciones municipales; la herencia de un pensamiento conservador históricamente muy arraigado, del sinarquismo, de la democracia cristiana, del yunquismo actual; un control casi absoluto de los órganos de control del presupuesto público en el estado y municipios, que da lugar al uso discrecional de los recursos sin una fiscalización real; administraciones estatales y municipales que operan como gerencias de los grupos de interés económico que se mueven en el estado; control de órganos electorales; mecanismos de clientelismo electoral bien aprendido por Acción Nacional; gasto insultante en materia de comunicación social; en fin, una lucha a contracorriente.
Ante esta realidad, la izquierda guanajuatense, particularmente Morena, por la falta de una estructura partidaria sólida, producto de sus contradicciones y conflictos internos, se ha subido a una espiral de pragmatismo político que tiene como propósito, por un lado, el de consolidar a los grupos, tribus o facciones de poder en el estado (buscando el control del partido con todo lo que ello significa −manejo de los recursos, designación de candidatos, etc.−); por el otro, más juicioso y seguramente atractivo y necesario, el de debilitar al PAN para pelearle el poder estatal en las elecciones del año 2024, tarea prioritaria para frenar y revertir las políticas de derecha en las que la mayoría de los guanajuatenses se ven excluidos del desarrollo y el bienestar.
Afirma Malú Micher, senadora de Morena: “En las elecciones… Morena tiene claro lo que debe hacer en Guanajuato: arrebatarle a Acción Nacional la mayoría en el Congreso y en tantos municipios como sea posible, para que en 2024 los panistas salgan del gobierno estatal, su bastión más importante en el país… La alternancia en Guanajuato la empezamos a trabajar desde el 2018, porque llegamos al segundo lugar en la votación, después de que la izquierda en ese estado estaba en cuarto o quinto lugar. Ahora tenemos que aprovechar ese segundo lugar, arrebatarle muchísimos votos al PAN y, por supuesto, el ojo está puesto en el triunfo de 2024… Yo veo una oportunidad muy importante para Morena, porque la crisis de seguridad que se está viviendo es muy preocupante… El tema es hacia adelante: ganar los más votos que se puedan y prepararnos para ganar el estado en el 2024”[5].
Así, incluso desde el pasado proceso electoral del 2018, hemos visto incorporarse a Morena a personajes cuya procedencia partidista es de poca, nula o contraria afinidad ideológica al partido del presidente Andrés Manuel López Obrador: Ricardo Sheffield Padilla, de extracción panista, hasta hace poco Procurador Federal del Consumidor, hoy candidato a la presidencia municipal de León y con aspiraciones para contender por la gubernatura en 2024; Miguel Ángel Chico Herrera, de extracción priista, electo diputado federal por Morena en 2018; en San Miguel de Allende, se presentaron dos precandidatos a la presidencia municipal, uno de extracción priista, Ricardo Ferro, quien ya fue candidato a la alcaldía, y pretende repetir la aventura en aras de conseguir esta vez el triunfo y Osvaldo García, quien renunciara apenas en diciembre pasado al PAN, resultando finalmente Ferro como abanderado morenista y García como candidato a diputado local.
Un escenario bastante complejo y de decisiones difíciles. También de reflexiones y búsqueda de alternativas que consoliden un real proyecto de izquierda en Guanajuato, proyecto que vaya más allá de estas decisiones llenas de un pragmatismo político electoral y que, sea cual fuere el resultado, corre el peligro de consolidar la existencia de grupos de interés político al interior de Morena y que, al mediano y largo plazo, podrán traer consigo su deterioro como real alternativa de organización para impulsar programas y acciones de gobierno que atiendan el interés de los más desfavorecidos, del pueblo pobre. Morena tendrá que reflexionar sobre muchos asuntos: qué hacer con los grupos que se han ido conformando en su interior; qué con sus métodos de selección de candidatos; qué de su estructura partidaria y de la creación de instancias de deliberación y participación de sus militantes; qué de la forja de un programa de lucha, no específicamente en lo electoral, para el acompañamiento de los movimientos sociales en el estado; qué de sus programas de educación política, base de la formación de cuadros y militantes comprometidos con el cambio verdadero; qué hacer para liberarse de sus liderazgos facciosos y corrompidos en la entidad; qué de las vías de resolución de conflictos; qué del lugar que ocupan los verdaderos militantes, los de a pie, los que, por años, con enorme sacrificio, han acompañado a líderes con la estatura política y moral como López Obrador. Qué, en síntesis, de los principios de un partido-movimiento que nació para oponerse a la corrupción, al autoritarismo y a la simulación; del partido que se propuso imprimir principios éticos para la defensa de los derechos humanos, la libertad, la justicia y la dignidad de todos y para todos.
Referencias:
[1] Instituto Electoral del Estado de Guanajuato, Plan integral y calendario electoral 2020-2021, iieg.mx
[2] www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292014000200008
[4] Delgado, Álvaro; El Yunque, la ultraderecha en el poder; Ed. Plaza y Janés, 2003.
* Esta es una colaboración del Colectivo Miguel Hidalgo de Celaya, Guanajuato, al que pertenece el autor.
Imagen de portada: Diego Sinuhe Rodríguez Vallejo. | Foto: Gobierno de Guanajuato.
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