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NO TODO ESTÁ PERDIDO
Agustín Galo Samario
En una de sus primeras actividades como nueva secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu ofrecerá una charla este viernes en el Auditorio General de la Universidad de Guanajuato, como parte del programa de la Asamblea General de la Confederación Parlamentaria de las Américas.
La secretaria llega al estado después de decir que México analiza dar refugio a sirios que huyen de la guerra en su país. “Estamos estudiando la posibilidad de recibir, en su momento, algunos refugiados, pero mantenemos la convicción de que el diálogo, la paz y la protección de derechos debe prevalecer, y así lo hemos mantenido en los espacios multilaterales”. Después hizo alusión a la “larga tradición” mexicana de abrir sus puertas a refugiados, como con los exiliados españoles por la guerra civil de 1936-1939 y los desplazados por el terremoto de Haití del año 2010.
La declaración le valió severas críticas de los ciudadanos a través de las redes sociales. Le reprocharon que esa decisión del gobierno federal ocurra en momentos en que se anuncia un recorte en el presupuesto federal por limitaciones económicas, cuando aumentó significativamente el número de pobres en el país y la escasa congruencia (“farol de la calle, oscuridad de su casa”, le dijo un cibernauta) con las políticas migratorias implementadas en el país para perseguir y detener a miles de migrantes centroamericanos que huyen de la pobreza y la delincuencia en sus países.
No hay derecho a restar valor a los comentarios de personas que aluden a las innegables dificultades por las que atraviesa el país para cuestionar al gobierno de la República y, en particular, a la secretaria Ruiz Massieu. Sobre todo cuando se trata de asuntos que nos afectan y afectarán a todos en lo inmediato. Tampoco cabría considerar las críticas a la decisión de dar refugio a sirios como muestra de egoísmo o de la pérdida de aquel sentimiento, muy mexicano, que lleva a abrir los brazos para recibir al extranjero. En ese sentido, cabe reconocer la voluntad del gobierno federal de dar refugio a algunos de quienes en Siria viven horas trágicas, ya sea que permanezcan en ese país o que deambulen de un territorio a otro en busca de seguridad.
Lo que queda, efectivamente, es lo poco que coinciden la encomiable voluntad para recibir a ciudadanos sirios y el rigor con que se ponen en marcha, mucho más intensos en los estados del sur, los operativos de persecución de migrantes centroamericanos. Ahí están a la vista los abusos que a diario cometen las policías en su contra. Que nuestro gobierno se haya convertido en guardían del vecino del norte no sólo tiene sus bemoles, sino que lo exhibe. O cómo se decía por ahí, la decisión de dar refugio a quienes huyen de Siria aparenta tener menos relación con la histórica tradición nacional de dar asilo y más con la pretensión de atribuirse méritos que no se tienen.
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