SOMOSMASS99
Marco Samario Queirolo*
Lunes 26 de agosto de 2024
La infodemia es definida como el exceso de información, y de forma similar a lo planteado por las paparruchas (anglosajonamente denominadas como “fake news”) incluye intentos deliberados por difundir información falsa y/o errónea para promover intereses de determinados grupos, inclusive para socavar la posible respuesta de las instituciones públicas.
Es de vital importancia entender que la información incorrecta puede condicionar a las personas, llegando incluso a destruir vidas. Sin los datos adecuados, la toma de decisiones se vuelve un salto al vacío y dependiendo del tema, la proyección de los efectos adversos tendrá un mayor impacto.
Durante la pandemia por Covid-19 pudimos identificar la relevancia de la desinformación, ejemplo de ello fueron los comentarios en redes sociales que aludían a los efectos negativos de las mal llamadas «pistolas para tomar temperaturas», o de aquellos que llamaban a no acudir a los hospitales porque ahí «les quitaban el líquido de las rodillas». En casos como este, la desinformación trasladó a los individuos a una posición de verdadero riesgo, puesto que las etapas de prevención y de atención ante la propia infección se vieron comprometidas a creencias y opiniones personales, omitiendo toda instrucción institucional sustentada en datos científicos.
El análisis sobre los límites en la difusión de información es particularmente pantanoso. Esto se debe tanto a los peligros que pueden generar tanto el exceso de controles como su ausencia. Desarrollando algunos de los peligros, en la esfera política nos acercamos a la restricción de las libertades individuales. Incluso podríamos plantear el inicio de algún tipo de autoritarismo político. Sin embargo, existen situaciones o contenidos que deberían ser regulados al menos considerando al sector de usuarios que lo consume.
En 2022 se especuló mucho sobre una transmisión en vivo en la que un joven angloparlante de 25 años se quitó la vida mientras más de dos mil personas la veían en directo. Es de destacar que el propio individuo pregonó vigorosamente sus intenciones antes de la propia emisión. Aún con el paso del tiempo, el video de ese momento ha seguido compartiéndose por internet y no existe una verdadera forma de control sobre quiénes pueden acceder a esas imágenes.
Es complejo atender una necesidad social de regular contenidos sin caer en su abuso, particularmente cuando parte de los límites responden a la arbitrariedad de los dueños de plataformas digitales. De esta forma, y omitiendo la posibilidad de un abuso político, nos enfrentamos a entes privados que controlan los principales sitios de opinión y consecuentemente de información.
Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, fue cuestionado por el senado de EE.UU. sobre el manejo de los datos personales por parte de su plataforma. Sin embargo, sigue jugando bajo los límites de una estatalidad “libertaria” que le permiten moverse con tranquilidad, siempre y cuando les ofrezca algo, como los datos personales de la gente…
Al final, esto nos enfrenta a un ciclo de poder que puede corromperse fácilmente con la perversión de cualquiera de sus actores. Ya sean los usuarios que consumen contenido cuestionable y lo multiplican, los medios de comunicación que reproducen información falsa, incluso utilizando el amarillismo puro como medio para generar atención. Los límites de control de la información que son necesarios, pero fácilmente pueden dar paso a muchos males, los dueños y sus plataformas digitales. Y claro, los representantes de Estado que pueden maniatar muchas de las aristas del ciclo en evidente beneficio propio.
* Egresado de la licenciatura en políticas públicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Autor de la ponencia «Economía circular y sustentabilidad, una simbiosis«, para la Red de Investigadores Parlamentarios en Línea (REDIPAL). Dedicado a la docencia en nivel medio superior.
Imagen de portada: Rodion Kutsaiev (@frostroomhead) / Unsplash.
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