SOMOSMASS99
Emma Aguado
Miércoles 7 de marzo de 2018
Hace un poco más de seis años, al terminar la gira por el sur del país con la Caravana por la Paz y la Justicia encabezada por Sicilia, recuerdo haber sido felicitada por uno de esos funcionarios públicos que siguen chapulineando por aquí durante un evento organizado por la administración municipal acambarense. La felicitación por supuesto me causó sorpresa: “¿por qué me felicita?- pensé- ¿Qué proeza hay en recorrer el país para escuchar el dolor de la gente? ¿Qué le parece digno de festejar exactamente?”. Contesté tajante que a pesar de todo Acámbaro –en ese entonces- todavía no vivía problemáticas tremendas como las de otros estados en donde las muertes de inocentes en una guerra declarada al narco eran insostenibles, “estamos a tiempo de evitar que nuestro tejido social se deteriore más”, agregué.
El pasado dos de marzo por la tarde la pequeña Cruz Natalia regresaba de la escuela y perdió la vida en un “fuego cruzado” como lo describieron los periódicos: quedó atrapada entre la balacera en la colonia Chicuasén, junto con otra niña y un joven de 16 años quienes fueron heridos, la pequeña Natalia nunca más regresó a casa.
De acuerdo a datos proporcionados por el periódico correo en la zona sureste del estado hay contabilizados 12 lesionados y seis muertos inocentes involucrados en balaceras desde julio del 2017 a marzo de este año, entre los cuales hay cuatro menores de edad: un pequeño de dos años quien fue herido en agosto de 2017 en Jerécuaro, otro menor herido en Noviembre del 2017 también en Jerécuaro y por último dos heridos y una fallecida en marzo de este año en Acámbaro, (los hechos más recientes). “Daños colaterales” como los llamó de manera tan insensible el ex presidente Felipe Calderón, “daños colaterales” que traducidos a la realidad son personas inocentes, niños, que son víctimas de la ineptitud del gobierno para eliminar la violencia, víctimas también de un sistema que ahonda las desigualdades sociales y que convierte a los más pobres en carne de cañón para los delincuentes, de un país roído por la corrupción, por la avaricia, por la ineptitud para castigar los males.
Al día siguiente de la balacera en la Chicuasén, ese lado de la ciudad que presenta tanta desigualdad, pegado a las faldas del cerro del Toro y en donde desde hace muchos años se percibe el aumento de la violencia, me pregunté: ¿cómo amanece Acámbaro después de esta pérdida? ¿Se dejará pasar con la indiferencia con la que tratan la mayor parte de las muertes, con la frialdad con la que se compra el diario de nota roja para alimentar el morbo, con la cachondez con la que chismean los vecinos los hechos al siguiente día? ¿O se abrirá una puerta hacia el restablecimiento de la paz social? ¿Qué nos queda hacer como comunidad?
Natalia irónicamente fue enterrada el día en el que se festeja a la familia con tanta pompa absurda frente a estos hechos, mientras los políticos del municipio se preocupaban más por volverse candidatos inmersos en sus propios intereses dentro del proceso electoral actual. ¿Para hacer qué?, me pregunto. Si hace seis años se tuvo la oportunidad de evitar el avance del deterioro social y no se hizo nada, si hoy incluso con más policía, con militares, con policías militares, no se pudo hacer nada para salvar a la pequeña.
Foto de portada: Pixabay.
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